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La metáfora del mendigo

Afrontaba la película de la vida sin malos rollos porque lo inevitable venía de fuera sin avisar

José Antonio Garriga Vela

Sábado, 22 de octubre 2016, 01:24

Lo conocí cuando se acababa de licenciar en psicología. Hace de esto bastantes años. Ahora pasa el día sentado en una calle del Centro con ... su perro y un cartel pidiendo limosna. Mantiene la misma expresión serena de siempre, como si no fuera un mendigo y se dedicara a ejercer su profesión en medio de la calle, tratando de resolver la vida a los transeúntes con problemas y después cobrarles la voluntad. No creo que se acuerde de mí. Nos presentaron una noche en un bar y desde entonces no hemos vuelto a coincidir. Soy poco fisonomista, sin embargo su cara me quedó grabada. Alguna mañana, me detengo a observarlo desde cierta distancia. Lo veo tranquilo, acariciando al perro, sonriendo a los paseantes que le entregan monedas y a los que le miran de soslayo y pasan de largo. Hasta que alguien se pone en cuclillas a su lado o se encorva y comienzan a dialogar.

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