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María Dávila, junto a una de las pinturas que componen su exposición en Bellas Artes.
Cuando la historia está fuera del plano

Cuando la historia está fuera del plano

María Dávila juega con los procesos de percepción en una sugerente muestra individual en la Facultad de Bellas Artes

Antonio Javier López

Viernes, 28 de noviembre 2014, 01:14

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Hay un cuadro que son llamas como podrían ser cualquier otra cosa. En realidad, lo son. Cualquier cosa. Como eso que sostiene esa mujer entre las manos, frente a un hombre medio calvo enfundado en una bata blanca. Uniformes, como el de esas otras mujeres que ocupan el cuadro del lado, la imagen contigua formando una historieta o una ristra de negativos o de película de cuando las películas se hacían con películas. Hay una historia detrás de lo que se ve y, sobre todo, de lo que no se ve en cada escena, de aquello que permanece agazapado, fuera del plano, para sacar a la luz nuestros miedos y anhelos. Nuestro retrato.

«Uno de los objetivos de este proyecto consiste en abordar el cuestionamiento de la narración lógica para cortocircuitar el modo de leer una imagen», aporta María Dávila entre la veintena de pinturas que componen Anagnórisis-La trama, la sugerente exposición individual que ayer inaugurada en la sala de la Facultad de Bellas Artes, empeñada en visualizar el talento emanado de sus aulas.

Dávila presenta hasta el 16 de enero un montaje de inquietante belleza, que ofrece más de lo que enseña a partir, justo, de una intensa reflexión sobre los procesos de percepción. Sobre la línea de puntos suspensivos de lo que no se ve levanta Dávila (Málaga, 1990) su discurso estético, defendido con solvencia desde los terrenos de la técnica pictórica en cuadros elaborados como en un torrente de creatividad. Del verano acá para firmar un montaje de piezas brotadas en apenas una o dos sesiones en las que Dávila ha querido, en sus palabras, «volver a la materia». Pintura-pintura.

La narración suspendida

Junto a esa apuesta, el profesor de Bellas Artes y a la vez artista Carlos Miranda, a la sazón comisario de la muestra, incide en la importancia de la «narración suspendida» a la hora de abordar el trabajo de María Dávila, que firma quizá su proyecto de mayor enjundia.

Y así, las reminiscencias de la nouvelle vague o Edward Hopper desfilan en una muestra que busca un espectador atento y dispuesto a enfrentarse a cada imagen, a cada cuadro, como si se colocara frente al abismo de un espejo capaz de mostrarnos lo que no queremos ver.

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