Antonia San Juan: «Perdonamos antes la corrupción que la libertad sexual»

-¿Había estado antes en Torremolinos?

-Es la primera vez que vengo. Estoy muy contenta de apoyar a un colectivo que siempre me ha respaldado. Y la ciudad es un referente en ese sentido, estoy encantada.

-¿Alguna vez se ha sentido discriminada?

Siento discriminación por la edad, por ejemplo a la hora de acceder a los castings. Los hombres que trabajaron en la década de los noventa tienen ahora sesenta años y les siguen poniendo actrices jóvenes de parejas, y las mujeres que tienen cuarenta o cincuenta años están en sus casas. Vivimos en una sociedad muy machista.

-En su última película criticaba la familia tradicional.

Como institución, la familia tradicional cae por su propio peso. Está en decadencia, aunque intente erigirse como estandarte de la auténtica familia.

-También arremete contra la Iglesia.

La Iglesia debería ser dadora de amor, que es lo que predicó Jesucristo, en vez de predicar odio entre sus feligreses por su condición sexual. Todo lo que tenga que ver con el sexo está criminalizado. España perdona antes la violencia y la corrupción que la libertad sexual. Ahora mismo un homosexual no puede acceder a ser presidente del Gobierno. Eso es así.

-Parece que tampoco las mujeres...

-Nunca ha habido una presidenta. Es lo que hay. Somos un país machista.

-En su discurso de esta noche, ¿hará referencia a esas barreras?

Todo lo que sea seguir trabajando en ese tema es interesante. Cada fiesta, cada manifestación, cada discurso Todo es necesario. La discriminación es una enfermedad por ahora incurable, pero tenemos que seguir buscando el tratamiento. Hay que intentar que en los colegios no se juzgue por la condición sexual. No hay que abandonar la lucha, aunque a veces se haga difícil.

-No parece muy optimista.

-Podemos conquistar derechos civiles. Personas como Pedro Zerolo han conseguido muchas cosas. El matrimonio, la adopción Podemos ganar derechos, pero no podemos cambiar la mentalidad cacahuete. Que siga habiendo tarados que pegan palizas en Chueca es difícil de evitar, porque esos tarados tendrán hijos a quienes les trasladarán esa homofobia. Es muy complicado erradicar eso.

-¿Hará alguna referencia a Agrado, su personaje en Todo sobre mi madre?

-Es un personaje que sólo me ha dado alegrías. En su monólogo decía que cuesta mucho ser auténtica. Los seres humanos estamos llenos de dobleces. Yo puedo ser una revenía y una insoportable, aunque me consideren auténtica.

-Pero siempre se ha desenvuelto con libertad.

-¿Por decir lo que me da la gana? Sí, pero tiene su precio. Yo digo lo que me da la gana y otros se encargan de que no trabaje. Si me callara la boca en mis espectáculos y no dijera lo que pienso sobre la familia tradicional o la religión, seguramente tendría más ofertas. He comprado mi libertad y puedo decir lo que quiera. Vivo de mi trabajo y no debo nada a nadie. Tampoco espero que el teléfono suene.

-Nunca ha querido encasillarse.

-No quiero convertirme en una funcionaria de nada. Me he ido de los lugares cuando he debido irme. No quiero tener la seguridad y la tranquilidad de estar en televisión y ganar un sueldo todos los meses. A mí la certeza me produce incertidumbre. No quiero atarme a personajes que ya han dado todo lo que han tenido que dar. Prefiero que me echen de menos a que me echen de más.

-Es muy crítica con el panorama cultural en España.

-Este país confundió la autenticidad con la ignorancia. La posmodernidad aplaudió un discurso vacío. Quien pensaba no caía bien. Resultaba pedante. Y todo lo frívolo era aplaudido. Los que más trabajo tuvieron fueron quienes no decían nada, quienes no se quejaban.