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Nena y Brian se abrazan en el interior de un aula en la que estudian decenas de alumnos .
Nena Paine, una fábrica de sueños para los niños

Nena Paine, una fábrica de sueños para los niños

La asociación rescata del fracaso escolar a más de 230 menores de Málaga capital

M. Ángeles González

Lunes, 6 de marzo 2017, 00:57

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Por un pasillo del centro ciudadano María Zambrano de Ciudad Jardín, Brian corre hacia la seño. La abraza con fuerza mientras le dice orgulloso que ha sacado un 7 en Lengua, un 65 en Matemáticas y un 5 en Religión. «Para cura parece que no va», bromea Mercedes García Paine, a la que todos llaman Nena. «Mi Brian cuenta Nena lleva conmigo desde los cinco años». Ya tiene ocho y va a tercero de Primaria. «En septiembre el colegio me retó diciendo que repetiría y les dije: veréis como no». En su empeño, empezó a prestarle atención individualizada, colocando su pupitre al lado de la mesa de su despacho. Allí estudia y hace deberes cada tarde. Como otros 235 menores de la capital que reciben clases de refuerzo en la asociación Nena Paine y a los que su fundadora rescata del fracaso escolar y les da una oportunidad de futuro con un equipo de 14 personas entre pedagogos, psicólogos y maestros, y una veintena de voluntarios.

En situación de vulnerabilidad por diferentes motivos, no siempre económicos «el 90% de mis niños están en riesgo de exclusión porque tienen baja autoestima, por ser conflictivos o por una discapacidad», más de medio centenar de sus alumnos no pagan nada y el resto están becados. El que más paga, abona 40 euros al mes por cuatro horas de apoyo escolar, deporte y actividades de ocio.

No es una simple academia. Es «una fábrica de sueños», como la define Nena, convencida de que todos los niños pueden tener éxito en la vida, «sólo hay que encontrar el camino». Y a eso dedica toda su vida esta periodista amante del baloncesto desde que en 2008 volvió de Melilla a Málaga a cuidar a su madre enferma que da nombre a la asociación y empezó a dar clases particulares en casa de sus padres, en Ciudad Jardín. Su primer alumno estudiaba segundo de Primaria y había suspendido todas las asignaturas. Ella le ayudó a recuperarlas. Pero la madre le dijo que no podía seguir pagándole. «No importa, no te lo lleves», le contestó. Se corrió la voz sobre una profesora «muy apañada y que encima no cobraba». Y de aquel alumno pasó a 17 que «pagaban lo que podían». Alquiló un local al que quiso ponerle el nombre de un amiguito de su sobrino fallecido en Madrid: academia Jaime Alonso, que llegó a tener 50 alumnos. Al conocer su proyecto, la familia de este niño se ofreció a ayudarla económicamente, para lo que se constituyó en asociación en 2013, financiada por la Fundación Jaime Alonso, aportaciones de socios, una subvención y recursos propios.

El presupuesto unos 160.000 euros anuales y el espacio físico se han quedado cortos para atender la demanda de familias de Ciudad Jardín, Palma-Palmilla y La Virreina, que en muchos casos no están preparadas para ayudar a sus hijos con los estudios. «Tenemos más de cien niños en lista de espera», se lamenta Nena, a la que su propia experiencia le empujó a volcarse con los más jóvenes. «Sé lo que es que te señalen con el dedo pensando que estás abocada al fracaso escolar», cuenta esta malagueña de 37 años que sufrió obesidad mórbida y dice haber sido víctima de acoso escolar. «Pero mi familia siempre confió en mí y nunca me he dejado vencer», explica. Y con esta filosofía terminó Periodismo con nota.

El proyecto de Nena Paine ha crecido «a medida que mis niños han ido necesitando más cosas». Así, se creó un equipo de fútbol sala para que hicieran deporte, y cuenta con un economato y un banco de alimentos para las familias más necesitadas, entre ellas las del programa de La Ford, con diez niños a los que se les recoge cada día en furgoneta para acudir a la academia, se les da la merienda y se les devuelve a casa. Además, organiza encuentros con personalidades destacadas para motivar a los alumnos.

Uno de los programas consiste en becas para que alumnos conflictivos o desmotivados estudien en centros privados para tenerlos más controlados, ya que las familias no encontraban colaboración por parte de los anteriores institutos. Porque la comunicación con los centros educativos es fundamental. Nena acude a unas 25 tutorías a la semana. Está para lo que se la necesite, con un móvil que echa humo con mensajes de padres. Y si el niño tiene un examen, se lo lleva a su casa para repasar por la noche. Yle invita a cenar. Toda una hermana mayor. «Soy como soy gracias a Nena, se lo debo todo», dice Adrián, de 14 años, que lleva desde los nueve en la academia y quiere ser profesor de música.

«Es nuestros pies y nuestras manos, una segunda madre para nuestros hijos», afirma una progenitora, que dice que sin ella «muchos serían unos gamberros». «Todos los niños que lleguen a mí tienen que tener un futuro, son la razón para levantarme cada día», dice Nena, que se ha marcado el reto de tener 50 universitarios en tres años. Por el momento, ya ha salido la primera alumna con una profesión, una auxiliar de enfermería. Un sueño cumplido.

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