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Perera entra a matar al toro que le corneó la femoral en su 'encerrona' en Las Ventas. / EFE
«Los que nos vestimos de torero nos jugamos la vida por auténtica vocación»
MIGUEL ÁNGEL PERERA TORERO

«Los que nos vestimos de torero nos jugamos la vida por auténtica vocación»

«He guardado el traje carmesí y oro, roto y ensangrentado, porque cada gota de sangre refleja lo que ocurrió en Madrid», declara el diestro Tras meses de convalecencia se prepara para volver a los ruedos

ALFREDO CASAS

Domingo, 28 de diciembre 2008, 12:08

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Después de dos cornadas, cinco intervenciones quirúrgicas y más de dos meses de convalecencia, a Miguel Ángel Perera se le vuelve a dibujar la sonrisa. Hace poco inició el proceso de rehabilitación y todo el esfuerzo y los sinsabores estarán bien empleados si acelera su vuelta a los entrenamientos y a torear en el campo. Desde el 3 de octubre han pasado muchos días de obligado reposo, en los que el diestro extremeño se ha visto asaltado por la incertidumbre. Todo ello después de cuajar una temporada aplaudida por la crítica especializada de forma unánime.

El 3 de octubre, un toro le metió una espeluznante cornada en Las Ventas que le afectó a la arteria femoral. Después de la cogida, le hicieron un torniquete con el corbatín, volvió a la cara del toro y cortó una oreja. ¿No le parece cosa de locos?

No fue una locura. Soy consciente de todo lo que ocurrió, recuerdo cada instante. A lo sumo, de lo único que me arrepiento es de dejar que me hicieran un torniquete. ¡Llegué a la enfermería prácticamente sin pulso en la pierna! De haber transcurrido un par de minutos más, igual hubiera perdido la pierna. Los torniquetes son efectivos cuando las asistencias te trasladan a la enfermería de inmediato, de lo contrario lo único que pueden provocar son trombos.

Los toreros heridos en el ruedo se resisten a pasar a la enfermería antes de estoquear al toro que les ha cogido. ¿La épica de la sangre continúa siendo una garantía de triunfo en pleno siglo XXI?

Si no se tiene corazón ni sensibilidad para valorar el esfuerzo que el torero herido está haciendo por mantenerse en el ruedo, al margen de la calidad artística de la faena, entonces los que no tienen sangre en las venas son los espectadores. La épica no es una garantía de triunfo, nunca lo ha sido, pero, evidentemente, sensibiliza a los espectadores, les predispone en positivo.

¿Cómo es el dolor de una cornada?

No sabría describirlo. Varía en función de la extensión de la cornada, de la zona afectada, del momento en el que te coge. depende de mil factores. En función de lo que toque por dentro, de los daños que el pitón ocasione. A veces tienes sensación de calambres, de quemazón. ¡Es muy difícil describir el dolor!

Dicen que los toros siempre avisan antes de coger a los toreros. ¿Usted pagó con su sangre un exceso de confianza, la entrega absoluta o el compromiso con el público?

Algunos toros suelen avisar, otros te cogen por sorpresa. En mi última cogida no fue un exceso de confianza por mi parte, sino de fidelidad con mi forma de interpretar el toreo y, por supuesto, el compromiso adquirido con el público, con la plaza de Las Ventas y con este oficio.

Después de cuajar una campaña histórica, en pleno ocaso de la temporada y con todo el pescado vendido, ¿qué le empujó a lidiar en solitario seis astados en Madrid?

Una ambición desmedida y un gran afán de superarme, de seguir creciendo. y sobre todo, lograr el reconocimiento de todo aquello que consideramos extra taurino.

¿Para ser figura hay que apostar permanentemente?

Sí, sin duda. Si mantienes una actitud conservadora y conformista es casi imposible que dejes de ser uno más entre muchos. Y yo quiero ser figura del toreo, no uno más.

Tarde inolvidable

Para ser redondo, ¿al currículo de su temporada le faltaba una cornada de extenso parte médico en una plaza grande?

No, no fue una cogida buscada. Son gajes de la profesión. Evidentemente, cuando un torero afronta nuevos compromisos y asume riesgos desconocidos pueden llegar los percances, y estos pueden ser leves o extremadamente graves. Es así de simple. No hay que darle más vueltas.

¿Es consciente de que sus numerosos logros a lo largo de la temporada taurina de 2008 no habían trascendido más allá de las plazas de toros y los medios de comunicación especializados?

Sí, claro que soy consciente. Por eso, de entre los logros conquistados en Madrid no me quedo con los números en sí, que fueron muy importantes: maté cinco toros muy serios, corté tres orejas y me pegaron dos cornadas, lo realmente importante es que logré el reconocimiento unánime del público que asistió a la plaza y de la gente que no es aficionada, ni tiene vinculación alguna con el mundo de los toros. Logré llegar al público, que no sabía de mi existencia.

Reconozca que, además de buscar el reconocimiento unánime de la afición y la crítica, uno de sus objetivos prioritarios era poder marcar las diferencias con respecto a sus compañeros en cuanto a honorarios.

Me niego a reconocer que mi objetivo prioritario fuera marcar la diferencia con respecto al dinero que ganan mis compañeros. Quise marcar las diferencias a nivel artístico y, sí, es cierto, esa diferencia conlleva unos privilegios que el torero que no es capaz de marcar en el ruedo no tiene en los despachos. Igual hemos llegado al mismo sitio, pero por caminos completamente distintos.

¿Qué valor le confiere al dinero?

El que le confiere todo el mundo. Es necesario para vivir, pero mi vida no tiene precio y, ni por todo el dinero del mundo pondría mi vida en juego si no fuese para hacer lo que de verdad me gusta y siento.

Tras cinco visitas al quirófano, más de dos meses de convalecencia y de echar por tierra la primera parte de la campaña americana, ¿sigue pensando que el esfuerzo mereció la pena?

Sin ninguna duda, lo volvería a hacer cuantas veces hiciera falta.

Cuentan que guarda el traje carmesí y oro (está roto y ensangrentado y así piensa conservarlo), que lució en su encerrona madrileña, ¿por qué?

Es cierto que lo guardo. ¿Por qué? (silencio). Cada descosido, cada gota de sangre, cada alamar arañado reflejan fielmente todo cuanto aconteció aquella tarde. Limpiarlo y remendarlo desvirtuaría la realidad.

En el transcurso de la última temporada se han registrado cerca de doscientos percances, algunos de ellos de extrema gravedad. ¿Tantas cornadas son fruto de una mayor competitividad entre ustedes?

La rivalidad incrementa la motivación en el ruedo. La competitividad es consustancial al toreo. Ahora y en todas las épocas, y el que diga lo contrario desconoce la historia de la tauromaquia. Ahora bien, lo que sí que se ha incrementado es la seriedad del toro en prácticamente el 100% de las plazas; da igual en Madrid que en un pueblo perdido en las carreteras.

Y, sin embargo, afirma que muchos de sus mejores amigos los ha descubierto entre sus competidores en la plaza, ¿paradójico no?

Es verdad. Tengo buena amistad con muchos de ellos, aunque cuando sale el toro quiero hacerlo mejor que los demás.

Esta temporada se han visto cornadas tremendas...

Es cierto. Afortunadamente los reglamentos taurinos, que todo hay que decirlo, y la labor de las asociaciones profesionales han propiciado que se mejoren los equipos de las enfermerías en todas las plazas, así como la cualificación de los cirujanos taurinos que nos atienden. De no ser por estas mejoras, las consecuencias hubieran sido peores esta temporada y también las anteriores; estaríamos hablando de muertos.

¿Los toreros son los últimos héroes, los últimos valientes de una sociedad como la nuestra?

Sí, indiscutiblemente. Salvo en casos excepcionales, alguno quedará, el hambre ya no empuja a los hombres a los ruedos. Quienes nos vestimos de toreros en el siglo XXI nos jugamos la vida por auténtica vocación, por afición.

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