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Padilla, en un desplante a uno de los toros de la tarde. :: J. M. VIDAL. EFE
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Los toros dan buen juego y los toreros un pobre espectáculo

Calcos repetidos de sí mismos, ni El Cordobés, ni Padilla, ni El Fandi logran remontar un festejo farragoso y plano

BARQUERITO

Miércoles, 24 de abril 2013, 14:51

Abrió un lindo toro, de impecables hechuras. Lances de desplazar de El Cordobés, dos puyazos, una claudicación ligera y asomó el pañuelo verde sin que se sepa por qué. El sobrero, ensillado, casi 600 kilos, abultaba el doble. Lo tomó de capa El Cordobés pero escupiéndoselo. Una faena de oficio. Dos saltos de la rana, un desplante frontal, una estocada sin puntilla, ni muchos ni pocos pañuelos para celebrar.

Hasta las siete y cuarto no se soltó el segundo toro del sorteo. A las nueve todavía estaba trajinando El Fandi con un sexto colorado, de mucho motor pero bastante pegajoso. No que se acostara, sino que no terminaba de soltarse. El Fandi le puso a ese toro cuatro pares de banderillas acrobáticos pero bien reunidos.

El cuarto tuvo la gracia de ser un par con sombrero: el sombrero en una mano y en cada mano un rehilete forrado con papeles de los colores de Granada: rojo y verde. El Fandi arrojó el sombrero en vuelo de planear. Un vuelo muy torero. Ahí se quedó el sombrero, de dueño desconocido en una barrera de sol, hasta la hora del arrastre.

Para el arrastre estaba la gente. La corrida de Torrestrella fue muy bondadosa y los toreros, los tres, apenas se apearon de esa melodía inconfundible de una tanda y otra.

Padilla rompió la monotonía en la apertura de faena del quinto con cinco muletazos por alto cobrados sin rectificar postura. Hasta que se apagó el toro. No del todo pero casi. El Fandi le pegó al sexto en tablas dos largas cambiadas de rodillas de salida, quitó por navarras, se pisó el capote, estuvo a punto de irse de bruces al suelo. Arriesgó en banderillas, antes del par del sombrero y en el del sombrero más. Pero midiendo las distancias.

Al toro del sombrerazo le había pegado José Manuel González un puyazo de hacer pupa en serio sin que nadie se percatara. Cada vez que el toro se paraba para tomar aire dejaba en la arena un charco. Picadores secretos. Parecieron aburrirse enseguida los tres espadas, porque los seis trasteos tuvieron el eco justo. La segunda mitad de corrida fue de dura digestión. Como si se hubiera visto unas cuantas veces. La misma corrida, las mismas faenas, los mismos toreros. Contando ovejas.

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