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Un pasajero lee 'The Daily Telegraph', que contiene una entrevista al ex marido de Chapman. :: REUTERS
MUNDO

Adiós a los espías de leyenda

La red rusa desarticulada en EE UU trabajaba muy alejada de la tecnología punta

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL

Sábado, 3 de julio 2010, 04:21

Estados Unidos seguía ayer con fascinación el último episodio de espionaje ruso, un arcaísmo de la guerra fría que sin embargo decepciona a los más peliculeros por el nivel de a pie que tenían los once agentes detenidos. Es cierto que había tinta invisible, mensajes en clave y periódicos llenos de billetes que se intercambiaban con gestos discretos en las estaciones de tren, pero en cuestión de tecnología, James Bond es un mito nostálgico.

Los espías detenidos no usaban prototipos avanzados, sino que compraban los artilugios electrónicos más comunes en cadenas como Best Buy. Las transmisiones se hacían por wifi desde un café público a un portátil en el interior de una furgoneta aparcada en la esquina, lo que ha hecho reír a expertos como Glenn Fleishman, editor de 'Wi-Fi Net News', que nombró para la agencia Associated Press unos cuantos programas de uso comercial que podían haberles blindado del FBI.

Otros analistas consideran que los espías no eran tan tontos, porque con la transmisión codificada por wifi evitaban el paso de la información a través de Internet y, sobre todo, cualquier contacto visible entre el agente y sus conexiones rusas. Prueba del abaratamiento tecnológico que ha sacado a las agencias de espionaje de la vanguardia es el uso de móviles desechables, que sustituye a los pequeños transmisores ocultos en bolígrafos o cigarrillos para comunicarse con la central.

Anna Chapman, la femme fatale de 28 años que acapara estos días las portadas de los tabloides, tiró de uno de estos teléfonos cuando sintió que el agente encubierto del FBI que se hacía pasar por un empleado del consulado ruso la estaba engañando. Chapman hubiera dejado al FBI con un palmo de narices si no hubiera tirado inmediatamente la caja a una papelera pública, con el cargador y la factura para la que había inventado un nombre: «Irine Kutsov, 99 de la Calle Falsa», escribió con una dejadez imperdonable.

Padre aburrido

A diferencia de esta joven sofisticada con aspecto de modelo, el resto del grupo destacaba por su aire de «padre aburrido», dijo frustrado el periodista de 'The New York Times' que el jueves siguió la comparecencia de dos de las parejas en un juzgado de Manhattan. «Los han descrito como agentes secretos que conspiran viviendo entre las sombras de los suburbios residenciales, pero no parecían más siniestros que cualquier matrimonio aburrido en una reunión de padres de familia», observó el redactor.

Se trataba de Juan José Lázaro y Vicky Peláez. Esta última, nacida en Perú y columnista de 'El Diario/La Prensa', puede quedar en libertad bajo fianza al considerar el juez que es la única sin entrenamiento «aunque no es inocente porque sabía lo que estaba ocurriendo», matizó el magistrado.

Según las autoridades, su marido, antiguo profesor del Baruch College y padre de su hijo de 17 años, habría confesado su lealtad al Servicio Exterior Ruso (SVR), heredero de la KGB, pero no habría querido revelar su verdadera identidad o los detalles de esa relación. Su familia asegura que «al principio dijo mentiras, lo ha dicho bajo presión. Es una persona mayor que no entiende bien inglés», escribió 'El Diario'.

Lázaro, como el matrimonio de Richard y Cynthia Murphy, de New Jersey, o el que formaban Donald Heathfield y Tracey Lee Ann Foley, en Boston, no ha tenido la opción de salir bajo fianza. El juez considera que rechazan compartir su verdadera identidad, y «para tener confianza en el aspecto de alguien necesitas saber quién es esa persona», atajó.

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