Adaptarse también es una cuestión de confianza
Análisis ·
Los jugadores que han llegado al Unicaja, con calidad contrastada, se enfrentan al reto de incorporarse en marcha a un sistema muy exigenteEn el deporte profesional, la impaciencia es una reacción tan natural como peligrosa. Cuando un equipo como el Unicaja viene de tres temporadas brillantes, donde ... casi todo parecía fluir, el nivel de exigencia y las expectativas —dentro y fuera— se disparan. Derrotas, como las sufridas ante el Tenerife o el Andorra, activan cierta inquietud. Pero conviene analizar con calma lo que realmente ocurre. Este equipo dejó el listón muy alto y es difícil recuperar de inmediato ese nivel de excelencia tras la reestructuración de la plantilla. Es inevitable atravesar un proceso de adaptación mental, técnica y física. Y esa adaptación, como en toda estructura colectiva, es doble: no solo los nuevos jugadores deben integrarse al grupo, también el grupo debe adaptarse a ellos y todos a esta nueva realidad.
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Los jugadores que han llegado, con calidad contrastada, se enfrentan al reto de incorporarse en marcha a un sistema muy exigente, mientras la salida de piezas clave ha alterado equilibrios en rotaciones, automatismos defensivos y sincronía ofensiva. Cuando un engranaje está tan afinado como el de las últimas temporadas, cualquier cambio —y estos no son menores— modifica su armonía.
El modelo de juego de Ibon Navarro se basa en la defensa agresiva, el ritmo alto, el reparto del esfuerzo y el pase solidario. Requiere una comprensión colectiva donde cada jugador actúe con precisión y anticipación. Y eso necesita tiempo. Antes, las incorporaciones se adaptaron casi sin transición; ahora cuesta más, no por falta de talento, sino porque el punto de partida es más alto y la identidad del grupo, más consolidada.
El equipo mantiene su idea, pero muestra irregularidad en la continuidad defensiva, en la intensidad y en el acierto exterior. A veces se escapa el rebote o el ataque se atasca cuando falta fluidez en la transición o el pase. El técnico busca equilibrar la continuidad de un modelo de éxito con la integración de los nuevos perfiles, transmitiendo calma y confianza a los suyos a la vez que protegiéndolos de la presión de un entorno inquieto y de un mercado siempre amenazante.
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Castañeda debe alternar los roles de base y escolta, con exigencias distintas en ritmo, lectura del juego y anotación. Es un jugador con talento y visión, pero atraviesa un momento evidente de escasa confianza, viéndose superado —por ahora— por este contexto.
James Webb alterna fases de acierto con otras de desconexión. Su versatilidad entre el tres y el cuatro es un valor, pero necesita mejorar lectura y sincronía con el grupo. En un equipo donde el balón circula con velocidad y el espacio se genera a partir del pase, su adaptación requiere continuidad.
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Sulejmanović es un jugador sobrio, de los que no buscan protagonismo, pero que hacen mejor al equipo. Su trabajo, muchas veces invisible, tiene enorme valor táctico: buena lectura defensiva, solidez en el rebote y equilibrio interior. Está llamado a ofrecer minutos fiables en cuanto el grupo recupere su ritmo..
Duarte, por su parte, afronta un proceso de readaptación personal y, por su talento y caché, de gran autoexigencia y responsabilidad. Llega de un baloncesto más dependiente del uno contra uno y con menos ayudas defensivas. Aquí debe aprender a fluir con la rapidez del juego colectivo, a confiar en que el balón le volverá —incluso en mejores condiciones para desplegar su enorme talento— y a ajustar detalles técnicos y mentales que solo se logran con trabajo, minutos y conocimiento de la competición.
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Sin olvidarnos de quienes, están llamados y se espera den un paso adelante y asuman un mayor protagonismo, como Balcerowski y Killian Tillie, que, aunque con rendimiento desigual en este inicio de temporada, aún tienen mucho que demostrar y ofrecer.
Habrá cambios, seguro: en roles, en minutos y en matices tácticos. Llegará un refuerzo interior por la lesión de Kravish, y quizá alguno más. Pero el proyecto es firme. No hay señales de descomposición, sino de transición hacia un nuevo equilibrio. Esa travesía también forma parte del crecimiento.
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El Unicaja mantiene intactos sus fundamentos: una estructura técnica sólida, un cuerpo técnico con todo el crédito del mundo, una plantilla comprometida y una idea de juego moderna y ganadora. Lo que necesita ahora no es impaciencia, sino confianza. En baloncesto, como en cualquier proyecto de alto nivel, las etapas de ajuste son inevitables y, bien gestionadas, acaban fortaleciendo al grupo y mejorando su rendimiento. Y el techo del equipo, todavía, está por ver.
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