
El primer desnudo de la Costa del Sol
A la sombra de la historia ·
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A mediados del mes de abril de 1930 llegaron a la estación de Málaga, en un tren procedente de Barcelona, Salvador Dalí y Gala Éluard. ... Estaban cansados después de tres días de viaje. Dalí venía con su amante Gala, que estaba casada con el poeta surrealista francés Paul Éluard. Ella solo hablaba francés y tenía diez años más que Dalí. El viaje, que no dejó ningún rastro en la prensa local, estaba programado desde hacía ya tiempo. El pintor catalán venía a Málaga invitado por José María Hinojosa, quien le había prometido comprarle un cuadro con el que Dalí pagaría con creces los gastos de esa luna de miel malagueña.
Hinojosa fue a buscarlos a la estación en su Chrysler descapotable y los llevó al Hotel del Inglés en Torremolinos. Allí, por el módico precio de 250 pesetas al mes, la pareja se instaló en una casita asomada al acantilado. El propio Dalí lo recuerda así en sus memorias: «En un villorrio situado a pocos kilómetros de Málaga, Torremolinos, alquilamos una casita de pescadores que dominaba un campo de claveles al borde de un acantilado. De vez en cuando recibíamos la visita de un pequeño grupo de amigos intelectuales surrealistas, que se odiaban entre sí apasionadamente». Estos son, lo habrá adivinado ya el lector, Hinojosa, Prados y Altolaguirre.
Allí pintó Salvador Dalí un cuadro, al que llamó 'El hombre invisible', ayudado por Manuel Carmona. Este contaba que fue con Hinojosa a la finca El Inglés a llevarles unas cosas a Dalí. «Le habían asignado un quiosco muy chiquito, acristalado, redondo, muy bonito porque había una luz preciosa». Manuel Carmona se encargaba de limpiarle los pinceles a Dalí y recuerda que el pintor no le dirigió una palabra en todos los días que le estuvo ayudando, de lo concentrado que estaba.
Mientras el artista pintaba, Gala y sus nuevos amigos se bajaban a la playa. «Gala andaba bañándose desnuda allá abajo en la playa y todos iban detrás. Eran unos sinvergüenzas...». Manuel Altolaguirre recordaba que «en la arena, al pie del acantilado, encontré a Gala y a Dalí completamente desnudos. Se bañaban así por puro exhibicionismo morboso». Darío Carmona cuenta cómo iba a la playa con Gala, Dalí, Prados y Altolaguirre. Gala se bañaba desnuda. Decía: «Mira, se puede fumar en el agua. ¿No es exquisito? El vicio y la salud juntos, como hermanos». Al poco llegaba un señor vestido de oscuro y con corbata y se sentaba junto a una roca lejana. Sacaba sus gafas y «miraba sediento a Gala. Los pechos de Gala, menudos, firmes, lo mejor de su cuerpo, encendían aún más el dorado oscuro de su piel».
Por las tardes jugaban a un juego surrealista: el cadáver exquisito. Se sentaban todos frente a un papel y cada uno pintaba una parte del dibujo. En una ocasión, Gala pintó la cabeza (un enjambre de abejas); Dalí, el cuello; Darío Carmona, los brazos (serpientes); Prados, las piernas (un reloj despertador); etc.
Una tarde, estando trabajando Altolaguirre en la oficina de turismo del Puerto, se presentó Dalí enfadado porque había ido a casa de Hinojosa y no habían querido recibirle. Iba rapado, con su llamativo bigotito, con un collar de cuentas azules en el cuello y ropa holgada y estrafalaria. Gala iba con un vestido de bailarina de ballet y con un ramito de rosas de pitiminí en la mano. Altolaguirre se ofreció a acompañarles. Mientras se dirigían a la casa de Hinojosa, Villa Mar, en el Paseo de Sancha 16, Gala y Dalí no paraban de besarse, al tiempo que su acompañante se mantenía a una distancia prudencial. A todo el que se encontraba les decía: «Como trabajo en turismo tengo que atenderlos. Son unos egipcios».
Por la noche fueron al Café de Chinitas Dalí, Gala, Hinojosa, Prados y Altolaguirre. Allí Gala le compró unas violetas a una vendedora y, metiendo en el ramo un billete de mil pesetas, se lo arrojó a los artistas al escenario. Estos montaron una juerga apoteósica.
Una mañana Dalí entró en una ferretería y compró una placa de metal que había en la puerta. A esta le pintó un relieve de hormigas. El resultado se lo envió a un cliente francés.
Al final 'El hombre invisible' gustó mucho. El día antes de su partida Dalí le pidió el cuadro a Hinojosa porque tenía que hacerle unos retoques. El inocente de Hinojosa le entregó la pintura, que ya no volvió a ver nunca más en su vida, a pesar del buen dinero que había pagado por él.
El que fue el primer hotel de la Costa del Sol tiene su origen en unos terrenos que el inglés George Langworthy le compró en 1905 al que había sido alcalde de Málaga, Liborio García, por 62.500 pesetas. En los años veinte, Langworthy decidió alquilar la finca y la casa para convertirlas en hotel. El conocido Hotel del Inglés o Castillo de Santa Clara fue inaugurado a finales de 1927, tenía 27 habitaciones, su número de teléfono era el 27 y fue el hotel preferido por los miembros de la Generación del 27: además de los ya citados Hinojosa, Prados y Altolaguirre, pasaron por allí Jorge Guillén, que se alojaba en él cuando en la posguerra volvía a España de vacaciones, o Luis Cernuda, que lo conoció en 1928.
Situado en un promontorio rocoso entre las playas del Bajondillo y de la Carihuela, Cernuda lo evocaba así: «Lo rodeaba un jardín en pendiente cuyas terrazas morían junto al mar, sobre las rocas que el agua había ido socavando, rocas donde día y noche resonaban las olas».
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