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Walt Whitman ABC
Albas y ocasos

De padre del verso libre al padre de la sinfonía

Tal día como hoy nacía Walt Whitman, quien habría de convertirse en el padre del verso libre, y moría Joseph Haydn, padre de la sinfonía y del cuarteto de cuerdas.

María Tereza lezcano

Domingo, 31 de mayo 2020, 00:17

31/05/1819 a 26/03/1892

Walt Whitman

West Hills, Nueva York, treinta y uno de mayo de 1819. Nace, con un primer llanto hipado de trascendentalismo y una punzada de realismo filosófico ... a modo de soplo en el corazón Walt Whitman, quien habría de convertirse en padre del verso libre y en uno de los más influyentes escritores del canon estadounidense, referente de poetas en ciernes como Rubén Darío, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y Federico García Lorca. De formación autodidacta, Whitman sufragaría la primera edición de la que sería considerada como su obra maestra, 'Hojas de hierba', donde se definía a sí mismo como «Walt Whitman, americano, uno de los duros, un cosmos, desordenado, carnal y sensual, no sentimental, no por encima de hombres o mujeres o aparte de ellos, no más modesto que inmodesto»; publicación reiteradamente alabada por Ralph Waldo Emerson aunque sistemáticamente cuestionada por un gran sector de la crítica que incidía en el sesgo obsceno de la naturaleza de su poesía, especialmente por sus definitorias alusiones homosexuales. A modo de compensación por el efecto de sus controvertidas palabras poetizadas, Whitman se mimetizó en portavoz del Movimiento por la Templanza que predicaba la abstinencia etílica y hasta escribió al respecto una novela cercana a los dogmas de la Prohibición, si bien años después confesaría haber redactado el prohibitivo texto en tres días y por dinero, además de en estado de embriaguez absoluta, de tal manera que mientras enarbolaba las virtudes de ser abstemio acarreaba una tajada de bourbon que válganme todas las paradojas. Tras el asesinato de Abraham Lincoln, Whitman compuso en memoria del presidente el celebérrimo poema de '¡Oh capitán! ¡Mi capitán!' que resonaría cinematográficamente varias décadas más tarde en 'El club de los poetas muertos', mientras comenzaba a proyectar para sí mismo un mausoleo de granito en forma de casa donde pasar una eternidad casi hogareña y a la cual fue invitado por el más hospitalario de los bacilos, es decir el de Koch, que no se perdía ni una fiesta de las pre-penicilínicas. «¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado»...

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