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ICÍAR OCHOA DE OLANO
Madrid
Viernes, 5 de enero 2018, 00:29
Cuando José Millán-Astray fundó el primer cuerpo de soldados profesionales de España, le dotó de un credo implacable con el propósito de cohesionarlo, hacerlo temible y propulsar su moral por encima de la metralla. Lo que el general de Infantería probablemente nunca pensó es que sus mandamientos cuadrarían a la perfección con la misión bélico-gastronómica que acaba de presentarse. La Legión ha entrado en guerra... con las calorías sobrantes. El Ejército ha puesto a régimen a los militares de esta unidad de élite que padecen sobrepeso y ha intensificado su actividad física diaria. Se propone que pierdan entre 0,5 y un kilo a la semana para así afinar cuanto antes el antiguo Tercio de Extranjeros.
El exceso de grasa corporal que presentan algunos de sus miembros, y que se asoma en forma de barrigas o michelines, contraviene el espíritu de marcha y el de sufrimiento y dureza impuestos por su fundador -el legionario «jamás dirá que está cansado, hasta caer reventado», y su cuerpo será «el más veloz y resistente»- y, además, resta eficacia a la unidad. Conscientes de la situación, las autoridades del cuartel general de la Brigada de la Legión (Brileg) decidían tomar cartas en el asunto el pasado verano. Lo hacía a través de un plan de choque que bautizó como IMC, las siglas de Índice de Masa Corporal, la medida de obesidad más extendida y recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros. Cuando el resultado es superior a 25, se considera que hay sobrepeso.
El primer paso del dispositivo para meter en cintura a sus soldados más curvilíneos consistía, precisamente, en someter a esta operación matemática a los más de 3.000 militares que integran la Brigada de la Legión y que tienen sus bases en Viator (Almería) y en Ronda. Los reconocimientos médicos, que se llevaron a cabo en septiembre, determinaron que el 6% de los efectivos arrojaba un IMC superior a 30, lo que equivale a padecer obesidad moderada, y que un 2% tenía un IMC mayor de 35, lo que indica que la obesidad es severa.
Las pautas de alimentación que han trascendido comprenden un primer desayuno compuesto de yogur y fruta que se completa a media mañana con infusión o café, tostada y fruta. Para el almuerzo les recomiendan una ensalada y un plato, y un postre a base de yogur o fruta. De beber, solo agua. Para la merienda, una infusión, leche, fruta o una barrita y, para la cena, verdura hervida o ensalada, más algo a la plancha. Además de este menú pobre en calorías, el plan IMC prescribe pruebas médicas periódicas (analíticas y prueba de esfuerzo), así como una tabla de ejercicio intensivo. El objetivo no es sólo velar por el bienestar y las condiciones físicas de los militares, tal y como mandan las ordenanzas que rigen el funcionamiento del cuerpo, sino «reaccionar con prontitud ante condiciones que podrían afectar en el futuro a la operatividad de la unidad».
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