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La cuarta ola

#ALHILODELASEMANASANTA ·

ANTONIO MORENO

Domingo, 28 de marzo 2021, 00:19

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Todo el mundo habla de la cuarta ola. Luego vendrán la quinta, la sexta... Pensándolo bien, en la vida diaria todo son olas, ciclos, cimas y valles, altos y bajos. Tras un pequeño éxito, viene un fracaso y tras una mala racha, una buena. La liturgia del Domingo de Ramos tiene una curva de vértigo. Comienza en lo más alto, con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; y acaba en lo más bajo, en el fondo de un sepulcro, donde depositan el cuerpo del nazareno tras su pasión y muerte.

Dios ha querido compartir tu vida de cabo a rabo, y no se ha privado de ningún sufrimiento para hacerse solidario contigo, en todas tus circunstancias, en todos los altibajos de tu vida.

Y es que, si el Domingo de Ramos nos enseña algo, es que Dios existe, pero que no es como nos lo imaginábamos. ¡Nos hacemos tantas falsas imágenes de Dios! No, Él no está allá arriba contemplando indolente nuestra suerte, sino que se ha implicado con sus hijos. ¿Quieres saber cómo es Dios? Mira a Jesús. ¿Quieres saber si le importas o no a Dios? Mira a Jesús hoy, en su pasión, diciéndote: «¡Ánimo! Estoy contigo. Sé de qué me hablas cuando me cuentas tu dolor. Sé a qué te refieres cuando sientes la soledad. Yo también he dicho: 'Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado'».

Montado en un pollino, nos explica cómo es su reino, que no es un lugar de palacios y chalés, de imponentes coches oficiales y aviones Falcon. El Reino de Dios se parece más a la Carretera de Cádiz o a El Palo que a otros barrios de más postín. No es un recinto cerrado, ni una finca exclusiva, con seguridad privada, sino que está abierto a todos los que, de corazón, quieren aceptarlo, sea cual sea su pasado, esté como esté su cartilla de ahorros. Buena gente.

¡Ese reino, cómo mola, se merece una ola! Una ola de alegría como la que hoy, a pesar de las restricciones, podremos hacerle a Jesús en los templos, con nuestros ramos y palmas; otra ola de esperanza, porque la celebración de hoy nos dice que, también en esta pandemia, está nuestro Dios sufriendo a nuestro lado; y un tsunami de amor que se acerca y que romperá en tan solo una semana, en la noche santa de la Pascua.

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