Los tipos de detrás
FRANCISCO APAOLAZA
Jueves, 21 de junio 2018, 07:44
La cima de nuestra civilización es la gente que baila en el público en los programas de televisión y los tipos de detrás de los políticos cuando estos hablan. Estos dos grupos representan la sublimación del ridículo ajeno y por tanto nos representan porque yo creo que el derecho a dar vergüenza a los demás y a tirar las servilletas a los pies de las barras de los bares son medida del desarrollo de nuestro pueblo.
Es una obsesión del político demostrar que no está solo y en realidad muestra que es el ser más solitario que existe. El político ya no confía en nadie. El que confía es un naïf y le quedan dos telediarios. En la mayoría de los casos, el político es un tiburón que para salir a nadar a ese agua en la que se mueve ahora -el charquito de una concejalía, el océano de la política nacional- ha tenido que devorar a sus hermanos en la barriga de mamá.
Adoro a los tipos que están detrás con su gesto atento, su manera de llenar el espacio y hacer bulto, su asentir calmado a las declaraciones que ni siquiera escuchan, su tomar parte en la contienda a favor del líder del que calculan, ya, ascenso y caída. Ese al que guardan las espaldas es el jefe al que dentro de un tiempo sustituirán, por eso les miran los hombros como tomando las medidas. El tipo de detrás lo es en su máxima expresión cuando en tiempo electoral muestran en las redes su adhesión inquebrantable al líder. Cuanto más apoyo, antes le pedirán lo suyo y antes me meterán el puñal entre los hombros.
Hace no mucho tuve la oportunidad de compartir un tiempo de disfrute nocturno con parte de la cúpula del partido que gobierna en España, pues en los bares es donde se conoce a la gente. Noté esa tensión argumental. Tomamos varias cervezas y a cada ronda era más palpable la desconfianza, los asuntos pendientes, las venganzas que sobrevendrían, la necesidad de estar ahí y de, al mismo tiempo, querer estar en otro lado. Cuando nos fuimos, pregunté a un amigo qué era lo que creía que les pasaba y concluimos que durante toda la noche pensaron quién de ellos dispararía a los demás y cuándo. Se ha asumido en España que los enemigos más peligrosos se tienen detrás y no enfrente. Es un paso.
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