«En un mundo en constante evolución, la inteligencia artificial se ha consolidado como una revolución científica sin precedentes, que está transformando la forma en ... que vivimos, trabajamos y nos relacionamos»
Podría ser aventurado utilizar el término 'revolución científica' para referirse a la Inteligencia Artificial. Sin embargo, creo que no es así: Ha habido cuatro momentos históricos que han impulsado la ciencia. El primer gran paso fue la aparición de la Geometría Euclidiana en la antigua Grecia, seguida por el Renacimiento Científico, representado por Copérnico, Galileo o Newton, entre otros. El tercero de los grandes hitos es el nacimiento de la Física Moderna, siendo Maxwell, Einstein y Bohr algunas figuras representativas. Pero entre ese grupo de famosos físicos de los años veinte, había un joven que, con 29 años, escribió la fundamentación matemática de la mecánica cuántica, y que es ampliamente considerado como la persona más inteligente del siglo XX: John Von Neumann. Este matemático es también el principal responsable de la que, en mi opinión, es la cuarta revolución: la Informática.
Resulta extraño que transcurrieran 19 siglos entre la primera y segunda revolución, dos siglos más para la tercera, y apenas medio siglo hasta la cuarta. Pero no debería sorprender este avance exponencial. En primer lugar, por recursos humanos: Prácticamente, el 99% de los científicos de la historia de la humanidad aún viven, y en muchos casos, siguen ejerciendo. Y en segundo lugar, por recursos técnicos: Los propios avances tecnológicos facilitan las herramientas para hacer más ciencia, y no me refiero solo a la instrumentación científica: gracias a la tecnología, es más fluida la comunicación, y en consecuencia, el intercambio de ideas.
Y así, se han producido otras tres meteóricas revoluciones que, en apenas 30 años, nos están conduciendo a un mundo absolutamente desconocido e imprevisible: Internet, la Inteligencia Artificial y la Computación Cuántica &mdashy no es casual que Von Neumann esté detrás, en los tres casos&mdash. Pero nos encontramos ante tres revoluciones divergentes (u ortogonales, como diría Euclides), que se alimentan unas de otras de forma aterradora.
«Dime una frase para comenzar un artículo en el que quiero contar que eres una revolución histórica». En esa consulta, que le he formulado a un famoso robot que nació hace apenas dos meses, está el porqué del entrecomillado del primer párrafo. No es mío, sino de ChatGPT. Y es una respuesta completamente original, desarrollada en un instante, mediante la combinación de los conocimientos adquiridos por una máquina, tras «haberse leído» la mayor biblioteca imaginable.
Y he utilizado la palabra combinación, porque detrás de la Inteligencia Artificial no hay más que eso: combinación de parámetros, y velocidad descomunal. Su corazón está en la neurona artificial. Copiada de la biológica, no es más que una pequeña calculadora que implementa un algoritmo muy simple: generar un estímulo de salida (un número, para entendernos), en función de los valores de varias entradas (E1, E2, etc.). Las neuronas artificiales se conectan de forma arbitraria, salidas con entradas, pero en su algoritmo, el «peso» (la importancia) de cada entrada es un coeficiente tan crítico como la propia conectividad entre las neuronas de nuestro cerebro.
Y así, una red neuronal artificial nace como lo haría el cerebro de un bebé. Con todas sus neuronas conectadas al azar (es decir, con valores aleatorios de los pesos). Pero las primeras capas de la red funcionan como los bastoncillos en la retina: son los puntos de entrada de la información. En esas capas, los pesos de la red se van ajustando a medida que llega información, especialmente cuando está etiquetada. Dicen que lo primero que reconoce visualmente un bebé es la sonrisa, probablemente porque está asociada a una situación agradable (que sería su etiqueta). Pero cambiemos la limitada información del entorno del bebé, por la mayor fuente de información de la historia: Internet y el Big-Data. Y además, pongamos a calcular la función de activación de cada neurona en miles de calculadoras ultrarrápidas y dedicadas. Como ejemplo, la GPU de mi PC tiene 9728 calculadoras, y cada una puede resolver los algoritmos de cientos de millones de neuronas por segundo. Así, en cada nanosegundo, la combinación de todos los pesos de las neuronas se va ajustando para reconocer sonrisas o matices en las primeras capas, objetos, personas o ideas en las capas posteriores; y en la parte más terrorífica y profunda de la red, se van formando las asociaciones entre los objetos, personas e ideas.
Hace un mes conocí a ChatGPT, y les aseguro que es el becario soñado por cualquier profesor. Gracias a esta herramienta, mi productividad se ha multiplicado. Pero ya tengo una cierta edad, y difícilmente su ayuda pueda perjudicar a mi formación. Sin embargo, no está ocurriendo así en otras etapas formativas, donde la Inteligencia Artificial se ha convertido, ¡en apenas dos semanas!, en uno de los problemas educativos más alarmantes. Sin duda, hemos alcanzado el universo que imaginó Asimov en mucho menos tiempo del que podríamos esperar. Es momento de repensar sus famosas tres leyes de la robótica, porque no debemos permitir que las máquinas se encarguen de nuestra futura producción científica, literaria o artística.
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