Sísifo por la Diagonal
La dimisión de Ana Mato demuestra que la realidad acaba por imponerse, incluso tras ignorarla durante años
Teodoro León Gross
Jueves, 27 de noviembre 2014, 12:55
Tras una de esas sobremesas con el maestro Manuel Alcántara que podrían convalidar por dos cursos de periodismo, destilando memorias del oficio a tres bandas ... con el director del periódico bajo el sosiego melancólico de los licores de abadía, nos despedimos enfilando la hora de la columna entre lamentos por el hastío de la actualidad cansina:
-No creerá nadie que nos divierte martillear siempre el mismo clavo.
Después, con su sonrisa de viejo puncheur socarrón, el maestro añadió:
-Es pesado lo que está pasando, ¡pero es lo que está pasando!
Eso es el periodismo. Va de suyo que es más tentador un artículo sobre Goytisolo que sobre Gürtel; o sobre el castañar ceniciento del Valle del Genal que el horizonte oscuro de la economía andaluza. Pero el periodismo es un yugo para tirar del relato de la actualidad. Y Artur Mas le acaba de poner fecha a un plan solvente para dinamitar España. Se puede entender que el lector, apenas ver ese nombre en un artículo, exclame ¡por Dios, otra vez no, paso ya de esto muchísimo! Y a pesar de todo hay que estar ahí, condenados como Sísifo a repetir. La estrategia independentista arriesga el bienestar de siete millones de ciudadanos y va a empobrecer a casi cuarenta a este lado de esa frontera administrativa. Olvídese de las emociones, como hace el nacionalismo, con sus bucles melancólicos; se trata de un futuro peor para todos. Y sí, provoca hartazgo, pero no se puede mirar para otro lado. Por supuesto es mucho más estética la indiferencia -».cielo o infierno ¿qué importa?», como Baudelaire- pero la indiferencia es siempre una forma confortable de complicidad con lo injusto.
Artur Mas tiene una hoja de ruta trazada con inteligencia estratégica; y ha demostrado tenacidad. A Rajoy se le ha acabado el rollo de Don Tancredo; o debería de ser así. La dimisión de Ana Mato demuestra que la realidad acaba por imponerse, incluso después de ignorarla durante tres años al otro lado de una pantalla de plasma. Se puede hacer como que no existe la corrupción o la miseria infantil, la subida de la electricidad o la caída de salarios, la pérdida de empleo real o el 9N, incluso probar la táctica infantil de «esa persona a la que usted se refiere» o «ese asunto del que usted habla» como si bastara con no mencionar algo para disiparlo, pero la realidad sigue ahí. El presidente es, como lo retrataba The Economist, alguien que en una escalera nunca sabrías si sube o baja; pero eso ahora es, menos que nunca, una virtud. La gestión del 9N no fue prudente sino débil; de ahí que se le trasladara la función de la política a la fiscalía. El nacionalismo en Cataluña ha aprovechado la aluminosis moral del Estado que hace emerger a Podemos -entre el nicolaseo y el barceneo- para su órdago definitivo. Es la hora del liderazgo. Esa es la mala noticia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.