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Comprando radios de pilas de toda la vida en un establecimiento de la calle de la Unión. Marilú Báez
Precavidos tras el apagón: agotados los camping gas y las radios de pilas en Málaga
Apagón

Precavidos tras el apagón: agotados los camping gas y las radios de pilas en Málaga

Supermercados y tiendas de conveniencia se quedaron sin existencias de pan y agua y volvieron a fiar a la clientela: este martes pasan a ordenador las notas de las ventas que realizaron a boli

Martes, 29 de abril 2025

Puede parecer mentira, pero hay gente que hasta esta mañana no se ha enterado de que ayer hubo un grandísimo apagón que sembró la incertidumbre y suspendió en gran medida la actividad económica. Un vecino de Cruz del Humilladero dice: «Me quedé dormido en el sofá, me fui a la cama, y esta mañana he amanecido normal». Al barrio volvió la luz e internet bien pasada la medianoche, de madrugada. Otros vecinos, sin embargo, sufrieron mucho durante todo el día por ver que se había ido la electricidad e internet y no saber por qué y durante cuánto tiempo se extendería la suspensión del suministro. Necesitaban información. Así que este lunes por la tarde y este martes, muchos vecinos están haciendo acopio de radios de pilas, de las de toda la vida, de las que no necesitan ni red telemática ni eléctrica para funcionar. Murió lo digital por un momento, volvió lo analógico.

A las puertas de Estrecho de Gibraltar, una tienda de relojes y radios de la populosa calle de la Unión, se forma una enorme cola. Su propietario, Mario Fernández, afirma: «Que cuántas radios he vendido. Incontables. He abierto unas cuantas cajas de cincuenta». No deja que los clientes entren a la tienda. Ha improvisado un mostrador a la puerta. Sabe, como tendero veterano que lleva al frente del negocio alrededor de cuatro décadas, que no hay imán mayor para atraer clientela que una cola. Y ahí está apostado Cristóbal González, vecino del barrio, carpintero jubilado y natural de Cuevas del Becerro: «Quería estar informado, estaba sin luz, sin internet, sin agua. Que no haya próxima vez, pero por lo menos que me pille con una radio a pilas», dice.

En la Ferretería Hermanos Moreno, en la calle Don Juan de Austria, quien la regenta, Daniel Moreno, dice que durante la tarde del apagón, vendió lo equivalente a dos meses en pilas, linternas y camping gas. «La facturación ha sido un 60% o un 70% superior a la de un día normal», afirma Moreno. «Por la mañana del lunes sí que cerramos un poco antes de lo habitual, pero al barrio volvió la luz a eso de las cuatro de la tarde y el datáfono nos funcionó hasta las seis de la tarde. A partir de ahí sólo cobramos en efectivo. Únicamente fiamos a los clientes de siempre», explica.

Los populares 'chinos' también fueron muy socorridos ayer para hacer acopio de este tipo de bienes. Uno de estos establecimientos situado a un paso de la plaza de la Cruz del Humilladero confirma que se le agotaron las velas y también las pilas grandes. Mientras, un poco más adelante, en uno de sus competidores situado un poco más adelante en el Paseo de los Tilos, su dependienta, Yang, reconoce el agobio que pasó, porque apenas se venden linternas en condiciones normales y ayer, con la afluencia de público, descubrió que muchas de las que tenía almacenadas no funcionaban. «Me quedé sin las que iban bien. Estas que tengo aquí no van. Como el móvil no me funcionaba, no pude llamar a nadie para que me trajera existencias del polígono», revela.

Yang, con las únicas linternas que le quedan, las defectuosas. Marilú Báez

Colas para comprar radios en la mañana de este martes y también en la gasolinera. «La gente está llenando los tanques como si se fuera a acabar el mundo», dice Laura, empleada del establecimiento. «Ayer se vendió mucha agua, mucho tabaco y también mucho pan y butano», añade. «La tienda se llenó y por seguridad decidimos dar servicio por la ventanilla», agrega. Calculan que sólo en tabaco hicieron una caja de 2.000 euros. «Todas las ventas las apuntamos manualmente, a boli, y ahora lo tenemos que meter en el ordenador», explica. Lo mismo que dice el dependiente del estanco que hay enfrente, Daniel Campano: «Fui apuntando todo en una libreta y ahora hay que ir pasándolo a la base de datos. La TPV no me falló en ningún momento. Pero la gente estaba bastante nerviosa, yo era el último que quedaba abierto en la calle y cerré. Seguro que habré perdido algún cliente, porque hubo quien se me quejó por que hubiera vendido tabaco a alguno y a él no, pero es que en algún punto tenía que cortar».

Cuaderno de notas para el recuerdo: las ventas de un estanco el día del gran apagón. Marilú Báez

Radios, pilas, hornillos, bombonas de butano... ¿y qué pasa con la comida? Ovafa se afana comprando en el Lidl: lo único que ayer compró a mansalva fue pan para hacer bocadillos; sin luz poco más se podía elaborar. Fran, por su parte, llena el carro de garrafas de agua: no tiene suministro en su casa todavía porque la caída de la luz le llevó a que le fallara el motor y necesita asearse y lavar los cacharros. «Cuando vine ayer ya no había agua», dice. Y es que precisamente esos dos bienes fueron los que volaron ayer, el pan y el agua. Bien lo saben en la Panadería Margarita: «Nos quedamos sin pan, sin agua y sin piquitos. También volaron las empanadas, porque la gente no podía cocinar. Mi turno es de mañana, me fui a la una y media y luego por la tarde me vine para echar una mano a mi compañera; había tanta clientela que no le dejaban recoger, no daba abasto. Las cuentas las tuvimos que hacer con la calculadora, el datáfono sólo funcionaba a ratos, así que fiamos bastante: ahí tenemos los post-it con eso», explica Silvia Martín.

Las notas con los 'fiaos'. Marilú Báez

No sólo se fió, también se regaló el pan: en una cadena de supermercados -sus empleados no están autorizados a hablar en su representación- llegaron hasta a regalarlo, porque no podían cobrarlo y se podía echar a perder. «El día fue caótico. El apagón nos pilló con los clientes en la tienda. Los teléfonos no iban, no se podía localizar a nadie. Primero creímos que era algo nuestro, luego de la calle y después supimos que era de toda España, aunque también pensamos que se trataba de una broma. Evacuamos la tienda. Tenemos un sistema de batería para que lo básico aguante y ahora tenemos que revisar el inventario de daños. Esta mañana ya funcionaba todo bien», explica un trabajador de una cadena de supermercados.

En una tienda de la cadena Aldi su encargada explica que algunas neveras sí tenían generadores y que la comida ahí almacenada sí ha aguantado perfectamente, pero otras no son tan autónomas, así que ya por la mañana han retirado los productos que han roto la cadena del frío. Aún no tienen evaluación de daños, pero sí creen que serán cuantiosos, porque afirman que junto con los sábados, los lunes son su mejor día en cuanto a caja generada. «A las 12.50 se dejó de cobrar y decidimos cerrar a la una de la tarde cuando empezó a fallar el sistema de cerrado de puertas. Yo vivo cerca y sé que a las tres y diez de la madrugada volvió la luz. A las cinco y media de la madrugada ya estábamos aquí y hemos visto que todo funcionaba de nuevo. Podría haber sido peor», continúa su explicación.

Comida para retirar, nevera vacía y haciendo acopio de agua. Marilú Báez
Imagen principal - Comida para retirar, nevera vacía y haciendo acopio de agua.
Imagen secundaria 1 - Comida para retirar, nevera vacía y haciendo acopio de agua.
Imagen secundaria 2 - Comida para retirar, nevera vacía y haciendo acopio de agua.

Pero para que la comida aguante, hay que tener los medios y hay que estar listo también. Álvaro Bermúdez, de Cárnicas Matahambre, dice que cualquier carnicería trabaja con cámaras que tienen reservas de 18 horas de frío, pero para que la materia prima no se eche a perder hay que guardarla pronto, no aguantar por si la luz volviera. «Nosotros guardamos la carne y suspendimos la atención al público. Aquí además la gente entraba preguntando por pan para hacer bocatas, porque la carne no la podía preparar, al no haber luz», reflexiona.

Las que tienen poco negocio este martes son las pescaderías, según se quejan Cristina y Maricarmen, dos dependientas de un establecimiento de la Cruz del Humilladero: «Hay poca venta porque la gente piensa que no hay pescado. O porque ayer compró comida para varios días. O porque está tirando de lo que se le ha descongelado de la nevera».

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