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Antonio Cánovas del Castillo
Cánovas del Castillo, el estadista artífice de la Restauración

Cánovas del Castillo, el estadista artífice de la Restauración

El político malagueño fue seis veces presidente del Gobierno y ministro de Gobernación y Ultramar

Antonio M. Romero

Domingo, 4 de junio 2017, 00:49

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Acercarse a la figura de Antonio Cánovas del Castillo es hacerlo a uno de los políticos más relevantes de la historia española. El estadista e historiador malagueño fue el artífice de la Restauración de la monarquía borbónica en el siglo XIX y del sistema de turnismo de partidos que la consolidó; fue presidente del Gobierno en seis ocasiones bajo el reinado de Alfonso XII y la regencia de María Cristina de Habsburgo, presidente del Ministerio de Regencia y antes de la Revolución de 1868 ocupó las carteras de Gobernación y Ultramar. De su prestigio nacional e internacional sirva como ejemplo la frase del canciller alemán Otto von Bismarck: Jamás he inclinado la cabeza ante nadie, pero siempre lo hacía con respeto al oír el nombre de Cánovas.

Cánovas del Castillo nació en Málaga el 8 de noviembre de 1828 en el seno de una familia ilustrada aunque modesta: su padre era maestro de primera enseñanza y su madre era prima del escritor Serafín Estébanez Calderón. Su progenitor murió pronto y tuvo que trabajar duro en su adolescencia para sacar adelante a sus cuatro hermanos como profesor ayudante en el centro de enseñanza de la Junta de Comercio. En 1845 y merced a la ayuda de su tío materno pudo estudiar en Madrid la carrera de Filosofía y Jurisprudencia, comenzó su trayectoria profesional como abogado en la capital del España, donde trabajó en la empresa constructora del ferrocarril entre Madrid y Aranjuez, y empezó a ser conocido por sus actividades literarias con la publicación de la novela histórica 'La campana de Huesca' -en su ciudad natal ya había fundado 'La Joven Málaga'-.

Su amistad con Carlos Manuel ODonnell, sobrino de Leopoldo ODonnell, le abrió las puertas de la política y fue el encargado de redactar el 'Manifiesto de Manzanares' tras La Vicalvarada, el pronunciamiento de 1854 que abrió el bienio progresista. Durante este periodo de dos años, Cánovas del Castillo estuvo al frente de la Agencia de Preces, radicada en Roma, donde se impregnó del arte y la historia de la Ciudad Eterna, que le valdrían para redactar su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, en 1860, con la pieza 'La dominación de los españoles en Italia'.

Tras la caída de Espartero en 1856, ODonnell fundó un nuevo partido, la Unión Liberal, inspirado por Cánovas del Castillo, que acabó convirtiéndose en un Partido de Centro que vino a unirse a los dos ya existentes, el Moderado y el Progresista. Con la llegada de ODonnell al gobierno en 1859, el político malagueño fue nombrado subsecretario de Gobernación y cinco años después fue nombrado ministro de Gobernación en el Ejecutivo de Alejando Mon y, posteriormente, de Ultramar, según recoge el investigador Carlos Seco Serrano en el tomo once del Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia en 2010.

Cánovas del Castillo se mantuvo en una posición neutral ya que no apoyó a la reina Isabel II ni a los revolucionarios en la Revolución de 1868 y en estos años se retira a la labor intelectual de investigar la decadencia española durante los últimos Austria. En 1870 la propia Isabel II acudió al político malagueño para que asumiese los trabajos conducentes a una posible Restauración. En esa tarea se volcó y en ese escenario hay que enmarcar el llamado 'Manifiesto de Sandhurst', carta del príncipe Alfonso a los monárquicos, que era un programa de gobierno y de conciliación entre las dos España que se habían enfrentado en 1868.

Contra la voluntad de Cánovas del Castillo el general Martínez Campos se adelantó en Sagunto, a finales de 1874, proclamando la monarquía en la persona de Alfonso XII. El político malagueño, al ver la casi unanimidad con que los jefes del Ejército y la inmensa mayoría de la población civil secundó el pronunciamiento y el hecho de que el general Serrano abandonó España, se hizo cargo del poder, en el que fue confirmado por el nuevo rey.

Comenzó entonces el llamado 'gobierno largo' de Cánovas, primero con el Ministerio de Regencia y luego con un gabinete que se prolongó hasta 1878. Cánovas se esforzó en atraerse a los núcleos procedentes de la revolución de 1868, dándoles seguridades de que el futuro le estaba abierto. Práxedes Mateo Sagasta, antiguo lugarteniente de Prim y exministro de Amadeo I, respondió a la llamada, al frente de su propio partido, que se mostró dispuesto a acatar la monarquía, siempre que dentro de ella fuera posible incorporar 'las esencias del 68'. La Constitución de 1876, obra de Cánovas, se sitúa en equilibrio entre la moderada del 45 y la democrática del 69. Se restablece el principio de la cosoberanía (Rey y Cortes) e incorpora prácticamente todo el cuadro de derechos y libertades individuales de la de 1869, según subraya recoge el investigador Carlos Seco Serrano en el tomo once del Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia en 2010.

Promulgada la nueva Constitución y pacificado el país, los esfuerzos se centraron en pacificar Cuba. En 1881, la izquierda llegó al poder y con ello quedó configurado el bipartidismo, o el turnismo, que en los siguientes años llevó a la alternancia pacífica en el poder al partido conservador y al liberal; un sistema que quedó ratificado en el llamado Pacto de El Pardo, a la muerte del rey. La Constitución de 1876, el bipartidismo y el Pacto de El Pardo diseñaron así lo que podría calificarse del 'sistema centro', muy diverso del 'Partido Centro' que supuso la Unión Liberal en los años sesenta; sistema que respondía a uno de los dogmas del canovismo: no hay posibilidad de gobierno sin transacciones justas, lícitas, honradas e inteligentes, sostiene Seco Serrano en la obra citada.

Cánovas del Castillo, que mantuvo algunas diferencias con el también malagueño y miembro de su partido Francisco Romero Robledo, formó su último gobierno en 1895 cuando estalló la insurrección en Cuba y dedicó todos sus esfuerzos a sofocar el alzamiento partiendo de la convicción de que la isla era tierra española. Sus planes de pacificación, con un paquete de libertades autonómicas asumibles por los insurrectos, quedó truncado con su asesinato en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa) el 8 de agosto de 1897 por un anarquista italiano, Angiolillo, que se proponía vengar a sus correligionarios ejecutados en Montjuich tras los atentados de 1893 y 1896. En realidad, fue la Junta Revolucionaria Cubana -sus delegados instalados en París- la que desvió el objetivo inicial de Angiolillo -el rey niño, Alfonso XIII, o la Regente- hacia el estadista que encarnaba una verdadera amenaza para su causa, apunta Seco Serrano.

El político malagueño se casó dos veces: la primera en 1860 con María de la Concepción Espinosa de los Monteros, que falleció cinco años después, y la segunda en 1887 con Joaquina de Osma y Zavala; no tuvo descendencia con ninguna de las dos. Cánovas del Castillo fue miembro de la Real Academia de la Historia, llegando a ser director de la misma, donde reanudó la publicación de las 'Actas de las Cortes de Castilla'; de la Real Academia Española; de la de Ciencias Morales y Políticas; de la de Bellas Artes; y de la de Jurisprudencia y Legislación.

A su muerte tras el magnicidio, Práxedes Mateo Sagasta sentenció: Ahora, muerto Cánovas, podemos tutearnos todos.

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