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Carlos Rafael Martínez Jiménez, con su familia. sur
«No son sacerdotes de segundo orden, ni superlaicos, son diáconos permanentes»

«No son sacerdotes de segundo orden, ni superlaicos, son diáconos permanentes»

En la diócesis de Málaga se preparan nueve aspirantes para el diaconado permanente

ENCARNI LLAMAS

MÁLAGA.

Domingo, 1 de agosto 2021, 00:04

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Jesús, Sergio, Pedro Javier, Carlos Rafael, Juan, Antonio, Dionisio, Jesús Ángel y Juan son hombres casados, padres de familia y profesionales que trabajan en diversos sectores. A todos les une un deseo y una vocación: servir a la diócesis de Málaga como diáconos permanentes, para lo que están viviendo todo un proceso que «se inicia con un período de introducción en el que son invitados a discernir qué es la vocación, es decir, para qué llama Dios, y luego continúa con un tiempo formativo, en el que se combinan formación espiritual, teológica y pastoral», explica Antonio Eloy Madueño, responsable de formación y del proceso vocacional del diaconado permanente.

El diaconado permanente «no se trata solo de una formación, sino de una vocación. No son sacerdotes de segundo orden, ni unos súper laicos, son una bendición de Dios que se está queriendo hacer presente en la Iglesia de Málaga como Siervo, en la persona del diácono permanente», afirma Antonio Eloy.

El sacramento del orden sacerdotal tiene tres grados: los obispos, los sacerdotes y los diáconos. El orden del diaconado, según lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1554, está destinado a ayudar y a servir a los obispos y a los presbíteros, y lo pueden ejercer hombres casados, con el consentimiento de sus esposas.

«La vocación la voy alimentando desde la oración, tanto personal como comunitaria y, como no, familiar», destaca Jesús Martínez

Entre los aspirantes de la Iglesia de Málaga se encuentra Jesús Martínez, que pertenece a la parroquia Madre del Buen Consejo de Torremolinos, trabaja como oficial de notaría en Málaga y acaba de celebrar sus bodas de plata matrimoniales con su esposa, María Dolores, con la que tiene dos hijos: Pedro y Jesús. Según cuenta, «la vocación me viene desde jovencito. Al principio, le dije a Dios que no, que mi vocación era el matrimonio, pero en 2017, el cura que era mi párroco en ese momento, Rafael Pérez, me preguntó directamente: '¿Tú no has pensado en ser diácono permanente?' Lo rezamos en familia y dijimos que sí. La vocación la voy alimentando desde la oración, tanto personal como comunitaria y, como no, familiar. Me gustaría que mi diaconado, cuando llegue, fuese un ocultarme y desaparecer yo para que sea Jesús el que se luzca».

Sergio Pérez, por su parte, está casado con Silvia desde hace 14 años y tiene dos hijos de nueve y tres. Trabaja como conductor en las Hermanitas de los Pobres y pertenece a la comunidad de la unidad pastoral Nuestra Señora de la Paz y San Juan de Ávila. Fue en su parroquia donde comenzó todo. Allí tocaba la guitarra porque «la música ha sido y es para mí lugar de encuentro con Dios y una forma de darme a los demás». Al principio, «ni yo mismo entendía lo que Dios me estaba pidiendo», reconoce Sergio, pues «es un cambio radical en mi forma de vida. Pero, hoy por hoy, me embriaga una felicidad y una libertad que antes no tenía».

«Es Dios quien te elige»

Pedro Javier Marín pertenece a la parroquia de Santa María de la Victoria y San Lázaro, está casado con Mercedes, es padre de tres hijos y trabaja como funcionario en la Ciudad de la Justicia de Málaga. Para Pedro Javier, la vocación «pudiera pensarse que es algo que uno libremente escoge como se escogen los productos de una balda de un supermercado, pero tengo claro que esto no es así pues es Dios quien sale al encuentro, quien te elige. Es una llamada de Dios desde el espíritu. Desde esta perspectiva, es muy importante vivir con los ojos abiertos a esa llamada y así lo he experimentado yo».

Carlos Rafael Martínez está casado con Virginia y es padre de tres hijos: Carlos, Alberto y Virginia. Pertenece a la parroquia Virgen del Carmen y Santa Fe, en Los Boliches y colabora en la parroquia Virgen del Rosario de Fuengirola. «Estoy vinculado, desde los 16 años, a la asociación Misioneros de la Esperanza (MIES), donde recibí las promesas y votos», explica. Las bienaventuranzas fueron un punto importante en su proceso: «acudí a las charlas sobre las bienaventuranzas de Adolfo Chércoles y me vi encauzado a realizar los Ejercicios de San Ignacio en la vida cotidiana... esta experiencia me llevó a otras más y... no tuve más remedio que decir sí a Dios en lo que me pedía; incluso dejé mi trabajo anterior para poder estudiar Teología, y actualmente trabajo como maestro de Religión Católica».

Antonio Rubio, Dionisio Arcos, Juan Fernández, Jesús Ángel Guerrero y Juan Muñoz completan el grupo de aspirantes. Cada uno de ellos tiene una historia de amor tras de sí que desean seguir compartiendo en el servicio en las parroquias de la diócesis.

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