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Toallitas devueltas por el mar hace varias semanas en la playa de la Misericordia. SALVADOR SALAS
El problema de las toallitas que se tiran al váter se acentúa durante la pandemia

El problema de las toallitas que se tiran al váter se acentúa durante la pandemia

Las depuradoras detectan un aumento de residuos en las redes de saneamiento que atascan tuberías, provocan vertidos fecales y averías

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Domingo, 14 de junio 2020

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Las toallitas vuelven a aflorar, y con más continuidad e intensidad si cabe durante la pandemia, debido a que todavía son muchos los malagueños que siguen tirándolas por el váter pese a que al estar compuestas de fibras textiles tardan unas dos semanas en descomponerse (el papel higiénico lo hace en cuestión de horas). Desde que las familias están pasando más tiempo en casa, quienes tienen por costumbre utilizar el inodoro como una papelera para desprenderse de estos productos de higiene personal se están haciendo notar más aún en las depuradoras y estaciones de bombeo.

Y no son los únicos, ya que también son habituales los bastoncillos para los oídos, colillas, aceites e incluso compresas. Lo que no distinguen los técnicos de las plantas depuradoras de la capital y de la Costa del Sol entre tanta maraña de residuos es la presencia de guantes, aunque tampoco se atreven a descartarlo ahora que su uso se ha generalizado como medida de protección contra el coronavirus.

«Que no se vean a simple vista no significa que no estén. El personal de las plantas no se preocupa de distinguir entre toallitas o guantes», asegura Jorge Gil, jefe de Saneamiento Integral de Acosol (la empresa pública de aguas de la Costa del Sol), quien explica que testar el aumento de desechos que acaban en las alcantarillas es difícil de calibrar debido al amplio periodo de precipitaciones de esta primavera, ya que han ido arrastrando de forma progresiva todo el material que acaba sedimentado cuando no llueve. ¿Por qué? Pues porque en buena parte de las ciudades las aguas pluviales y las residuales comparten tuberías, de forma que cuando llueve esos residuos son arrastrados por el agua.

El problema se agrava cuando las nubes descargan con fuerza, ya que las depuradoras no tienen capacidad para recibir todo el caudal que le llega, de forma que el sistema de canalizaciones se ve obligado a darle salida por los aliviaderos que, en el caso de la franja litoral, desembocan en el mar. Pero el mar tiene memoria, y las corrientes se encargan de devolver las toallitas a la orilla, provocando la estampa que periódicamente ofrece la playa de la Misericordia en Málaga capital.

En la depuradora del Guadalhorce tampoco manejan datos para concretar ese aumento durante el confinamiento respecto a periodos anteriores porque a la 'limpieza' de las canalizaciones provocada por las lluvias se une otro factor: Emasa contrató poco antes de que saltara la pandemia la instalación de un contenedor compactador para prensar los desechos retirados y exprimirles el agua para así reducir su volumen antes de llevarlos al vertedero. Es decir, que estadísticamente se retiran menos kilos de material aunque la realidad sea bien diferente.

En cualquier caso, en la empresa municipal de aguas de Málaga sí que reconocen que el aluvión es diario tanto en las depuradoras como en las estaciones de bombeo que se encargan de empujar las aguas residuales hasta las plantas de tratamiento. En la misma línea, la Diputación también ha alertado del «notable incremento» de la presencia de toallitas en las redes de saneamientos y las depuradoras de los pequeños municipios que son gestionadas por el Consorcio Provincial de Aguas. En este sentido, advierten de que además del daño medioambiental, también provocan atascos en la red y averías.

Al margen de intentar reducir el impacto de este 'monstruo' de las alcantarillas, Emasa también ha tomado medidas en los últimos meses para intentar minimizar los vertidos con la construcción de una estación de tratamiento de aguas de tormenta en la entrada de la depuradora para facilitar la retirada de una mayor cantidad de sólidos en este punto y evitar que acaben en los aliviaderos; además de la instalación de sendos sistemas de desbaste (filtrado) en dos de los puntos de alivio por tormenta más importantes de la ciudad: la estación de bombeo de aguas residuales situada en la calle Pacífico y el colector de fecales de Campanillas ubicado en la depuradora. De momento, los malos hábitos y el incivismo siguen ganando la partida.

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