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De pequeño le fascinaban los misterios y las aventuras de Sherlock Holmes. También los pensamientos y sentimientos de las personas a su alrededor. Pablo Berrocal, ... catedrátido de Psicología y director del laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga -que trabaja para formar a profesionales en el desarrollo de las habilidades emocionales y la psicología positiva-, está casado y tiene tres hijos, dos de ellos, de 5 y 8 años, con su segunda y actual mujer. Para este especialista la gestión de la inteligencia emocional es de vital importancia a nivel personal, social o laboral: «influye en nuestra salud física y mental, en nuestros niveles de agresividad o incluso en nuestro rendimiento académico», defiende.
–¿Desde cuándo está al frente del laboratorio de emociones?
–Desde 1996. Fuimos de los primeros que comenzaron en España con esta temática de la inteligencia emocional. Éramos unos 'frikis' entonces porque la psicología era muy cartesiana. La gente cree que primero pensamos y luego tomamos una decisión, el 'pienso, luego existo', pero nuestro cerebro no funciona así.
–¿Y cómo funciona entonces?
–Nuestro cerebro es emocional. Ante cualquier estímulo tiene una respuesta emocional, irreflexiva, automática. No piensas: cuando hay un peligro, reaccionas. Nuestro cerebro y el de todos los mamíferos está diseñado para reaccionar ante los peligros, pero no para pensar sobre ellos. Eso es un proceso más lento que ocurre en paralelo. Si tuviéramos un cerebro sin emociones que solo utilizáramos para razonamientos lógicos no habríamos sobrevivido porque cualquier otro mamífero nos habría devorado.
–Siento luego existo...
-Exacto. Pero eso, en psicología en los noventa, no se entendía. Ahora afortunadamente ha cambiado todo.
–¿Cómo es su verano perfecto?
-Nosotros, sobre todo por los niños, vamos a la playa y a la piscina. Este año queremos ir a Galicia en coche. A mi pareja y a mí nos gusta viajar a grandes ciudades: Londres, París, Roma o Nueva York. Pasear y visitar museos, pero creo que aún son pequeños para ese tipo de viajes. Ya los haremos cuando crezcan.
–En vacaciones somos más felices, obviamente, ¿no?
-Sí, claro. Aunque habrá gente que se agobie. Sacamos un artículo en la página web del laboratorio sobre el estrés navideño y sí había gente muy afectada por los compromisos familiares pero las vacaciones de verano son diferentes. Es un momento que, tengas más o menos relaciones familiares, disfrutas. Creo que quizá es la mejor época del año.
–El que no sea feliz en esta época quizá tenga cuentas pendientes con consigo mismo, ¿no?
-Totalmente. Hay personas que necesitan un poquito de ayuda para aprender a disfrutar de la vida. Gente que no sabe sacarle el jugo del zumo a la vida, que no sabe ni siquiera lo que le gusta o lo que quiere.
–¿Cuál es el secreto para ser feliz en nuestra realidad cotidiana tras las vacaciones?
-Es muy importante, por un lado, tener un objetivo que te apasione, ya sea profesional o algo a lo que dedicar tu tiempo. Hay muchísima gente que trabaja en cosas que no les gusta. Por otra parte, también es fundametal el amor. Me refiero a sentirte querido, amado... hay que cuidar las relaciones personales independientemente del momento vital en el que te encuentres.
–De la paleta de emociones humanas, ¿cuál eliminarías?
-(Ríe). A mí no me sobra ninguna.Me parecen todas muy útiles. Podríamos quitar los celos, la envidia, pero es que forman parte de lo que somos. Otra cosa es lo que hacemos con esas emociones. Son como un semáforo que tú puedes escuchar o no. Hay que atender ese dolor que sientes en tu estómago cuando sientes celos, por ejemplo, y trabajarlo. Si no gestionamos esas emociones no podemos avanzar. Otra cosa son las consecuentas de esas emociones que no trabajamos. El odio nos lleva a guerras pero la ira o el enfado, por ejemplo, son necesarias para afrontar peligros.
–¿Qué podemos hacer para prevenir problemas emocionales?
-Fortalecernos, como en un gimnasio, en competencias emocionales para que, cuando nos pase algo en la vida, tengamos recursos suficientes como para poder afrontar esas situaciones. Hay personas que no se conocen a sí mismas. Les preguntas qué les hace feliz o qué piensan y se quedan mirando sin saber qué responder. Y resulta que la gente que nos rodea, nuestras parejas, amigos o padres son quienes mejor nos conocen. Es algo que no forma parte de nuestra cultura.
–Un experto en emociones, ¿pierde también los nervios como el resto de los mortales?
–(Risas). La verdad es que más de lo que me gustaría, en especial con mis hijos. Afortunadamente, tengo la fortuna de tener cerca personas con inteligencia emocional (como mi pareja) que me avisan y me dan la perspectiva necesaria para suavizar y gestionar mejor esas emociones muy intensas que nos hacen a veces descarrilar y llevarnos a lugares que no nos gustan.
–Ya habrá visto 'Del revés 2'...
-Sí, sí. Llevamos a los niños. Está muy bien hecha, bien asesorada. Aunque los peques tienen que verla un par de veces para enterarla bien, es compleja.
–¿Diría que la inteligencia emocional está de moda?
-Las emociones en general están de moda y tiene que ver con el Covid. Estábamos muy preocupados por la salud física pero en pandemia nos dimos cuenta de que la salud mental es también fundamental. Vimos que no teníamos los recursos psicológicos como para afrontar una situación tan complicada. Y ahora tenemos secuelas todavía: trastornos de ansiedad, depresión, pánico. Hay muchos jóvenes afectados. Nos hizo reflexionar en que los aspectos psicológicos son tan importantes como los físicos.
–¿Y cómo mantener a raya la ansiedad o la tristeza que tanto aflora en la actualidad?
-Es esencial que, igual que enseñamos Matemáticas, Lengua o Inglés, las emociones sean parte del aprendizaje explícito en el sistema escolar. Sería ideal que se introduzca como obligatoria en Primaria y Secundaria. Tenemos que aprender que las emociones, como dice Antonio Damasio, son un superpoder que tenemos que aprender utilizar porque, si no lo hacemos bien, pueden llegar a ser contraproducentes, dañinas. Una catástrofe, incluso, como ocurre muchas veces.
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