«Los culpables de que haya sacrificios son los dueños que abandonan a sus animales»
Carmen Manzano, presidenta de la Protectora de Animales de Málaga
Sus instalaciones están saturadas, pero la protectora de Málaga no deja de acoger animales. Una impresionante red de voluntariado en la que participan más de 300 personas sostiene este refugio, donde no se practican sacrificios. Su presidenta, Carmen Manzano, reclama una ley nacional de protección animal que acabe con la disparidad de criterios legislativos en las comunidades autónomas, el endurecimiento de las multas a los cazadores por abandonar a sus perros cuando acaba la temporada y la implicación de las administraciones públicas en el intento de alcanzar el sacrificio cero. Pero, por encima de todo, lanza un mensaje: las adopciones deben ser responsables.
–La protectora fue construida para unos 300 animales, pero hay cerca de 900. ¿Hasta qué punto supone un problema la saturación?
–Todas las protectoras y perreras están saturadas. El número de abandonos no ha variado mucho en los últimos diez años. Ninguna campaña ha conseguido que alcancemos el sacrificio cero, porque para eso necesitamos que no haya abandono. A diferencia de la perrera, en la protectora no practicamos sacrificios, y algunos animales se entregan en adopción pero otros no. Por eso estamos saturados. Esta semana, por ejemplo, han devuelto a Soraya, una pastora alemana que se llevaron hace unos días. Les advertimos de que había sido una perra muy maltratada. La han tenido cinco días y la han devuelto.
–¿Falta compromiso en la adopción animal? Siguen regalándose animales como si fueran consolas.
–La adopción tiene que ser responsable. Es un compromiso para toda la vida. Acaba de venir una mujer con un cachorro que le regalaron a su hijo hace un mes porque no pueden tenerlo. Para regalar un animal, primero hay que tener la certeza de que pueden hacerse cargo, porque ese regalo hace pipí y caca, come y destroza muebles. No es como regalar un jersey que puede devolverse en la tienda si el color no te gusta. Debe ser algo consensuado. No hay que dejarse llevar por la primera reacción: «¡Qué cachorro tan bonito!». Hay que cuidarlo.
La responsable del refugio situado en el Camino de las Erizas reivindica la adopción responsable y reclama penas más duras contra el maltrato
–¿Qué supone para un animal pasar de una casa a una protectora o un centro zoosanitario?
–Es como si una persona ingresa en prisión. Por muy incómoda, fea o pequeña que sea tu casa, siempre prefieres estar allí antes que en la cárcel. En familia los animales se sienten seguros, y de repente se ven metidos en jaulas, compartiendo su espacio y su comida con otros animales. Fíjese hasta qué punto es traumático que tuvimos que habilitar un módulo geriátrico porque los perros viejos, cuando son abandonados, dejan de comer. Se dejan caer en un rincón, como si fueran un trapo. Hay que obligarles a comer, incluso ponerles suero. Abandonar a cualquier animal es terrible, pero a animales con doce, trece o catorce años... Eso es inhumano. Menos mal que tenemos unos voluntarios comprometidísimos.
–¿Cómo funciona la red de voluntariado de la protectora?
–Tenemos cerca de 300 voluntarios, en su mayoría gente joven. Las entrevistas con la coordinadora de Voluntariado se realizan los lunes por la tarde. Si dan el perfil que necesitamos, pasan algunas semanas con voluntarios veteranos para que no entren solos en las jaulas porque los animales aún no los conocen. Luego eligen en qué módulo prefieren trabajar. Sacan a los perros de paseo, les curan pequeñas heridas, juegan con ellos... Pero pedimos un compromiso mínimo de un día a la semana durante cuatro horas. Si ese día no vienen, saben que sus perros no van a salir a pasear. Es un compromiso importante. También tenemos trece trabajadores entre veterinarios, auxiliares, limpiadores y laceros, que son quienes recogen animales por requerimiento policial cuando la perrera está cerrada. Los miembros de la junta directiva, como los voluntarios, no cobramos, más bien nos cuesta la misma vida, porque se ven cosas terribles.
–¿Está de acuerdo con que haya perreras o centros zoosanitarios, donde sí se practican sacrificios?
–Mientras haya abandonos son necesarias. Es obligatorio que existan, pero hay que dejar claro que los responsables de esas muertes no son los funcionarios de las perreras, sino los dueños que abandonan a sus animales. Si las perreras matan es porque hay más abandonos que adopciones.
«Un animal es un compromiso para toda la vida, no un jersey que puedas devolver»
la adopción responsable
«En familia los animales se sienten seguros, y de repente se ven en jaulas... Algunos dejan de comer»
el abandono
«Tenemos perros ciegos, cojos, difíciles de adoptar. ¿Pero qué hacemos, los mandamos a la perrera para que se los carguen?»
animales con problemas
–¿Acogen animales que saben que probablemente no serán adoptados?
–Todos merecen una segunda oportunidad. Tenemos a Bisa, a la que hubo que cortarle una pata, o a Nera, que está ciega y por ahí está paseando. En cualquier otro sitio las hubieran sacrificado. ¿Qué hacemos, las mandamos a la perrera para que se las carguen? Merecen vivir.
–Sorprende que, habiendo superpoblación animal, la perrera de una ciudad como Málaga solo tenga capacidad para 150 animales.
–La ley andaluza obliga a los centros zoosanitarios a recoger a todos los animales que les entreguen o que estén en la calle. Se queda pequeña porque hay muchos abandonos. Recuerdo que hace dos años en la protectora de Rotterdam estaban muy agobiados porque había 15 perros. Les parecían muchos. ¡Y aquí tenemos cientos!
Concienciación
–¿Hay muchas diferencias por países en el trato a los animales?
–En el norte de Europa está muy controlada la esterilización, están muy concienciados con los perros de caza y no hay problemas de saturación, como ocurre en los países mediterráneos, donde las administraciones aún tienen que aplicar muchas medidas.
–¿Como cuáles?
–Primero, la castración debe ser tan obligatoria como el chip. Segundo, hay que establecer un registro para prohibir la adopción a quienes hayan abandonado animales. En la protectora ya lo tenemos. Los declaramos personas no gratas. Eso serviría para evitar los criaderos ilegales, por ejemplo, porque si alguien abandona tres camadas no puede llevarse un perro luego. Y, por último, hay que endurecer las medidas contra los cazadores que abandonan a sus perros cuando termina la temporada. También es necesario que los colegios y los institutos enseñen respeto animal, igual que se enseña seguridad vial.
«Hay que endurecer las medidas contra los cazadores que abandonan a sus perros cuando termina la temporada»
la temporada de caza
«Regalan entradas y ni así llenan la plaza. ¿Por qué tenemos que pagar a quienes viven y se lucran de maltratar animales?»
la tauromaquia
–Pero, al final, el gran problema es la falta de castración.
–Claro, pero también la falta de sensibilidad de ciertos colectivos, la poca dureza de las condenas por maltrato y la ausencia de una ley nacional de protección para que cada comunidad autónoma no haga lo que quiera.
–¿La caza agrava el abandono?
–Casi un 70 por ciento de los perros que tenemos son de caza, sobre todo podencos y bretones. En otros lugares como Archidona o Antequera hay galgos también. Y en muchas rehalas los perros están en unas condiciones terribles, atados, con las patas dobladas y los rabos y las orejas cortados. Llegan desquiciados. Nos cuesta mucho sacarlos adelante. Tenemos buena relación con el Seprona y el Gruprona, pero también se dedican al medio ambiente. Controlan vertidos, ruidos, urbanizaciones ilegales... Hacen falta agentes animalistas. Con que hubiera cinco efectivos sería bastante. Por suerte tenemos un fiscal de Medio Ambiente, Fernando Benítez, que está muy comprometido con el bienestar animal.
–Su intervención fue decisiva en el juicio del 'caso Parque Animal' de Torremolinos, cuya sentencia se considera histórica.
–Es una sentencia muy bien fundamentada que ha servido para mucho, porque de ahí salió la propuesta para endurecer las penas por maltrato animal. Las preguntas del fiscal fueron implacables. Lo que ocurrió en Torremolinos fue doblemente doloroso, porque se supone que era una asociación que protegía a los animales. Un centro nunca puede ser a la vez perrera y protectora.
–Pero aún hay mucha gente que confunde las labores de ambas.
–Sí, pero son diferentes. Las perreras son públicas y están obligadas a recoger a todos los animales que entran. Cuando sus instalaciones se llenan comienzan a practicar sacrificios. Y las protectoras son entidades privadas, aunque en algunos casos, como el nuestro, haya convenios con los ayuntamientos para recoger animales cuando la perrera está cerrada.
–¿Cuál es el funcionamiento interno de la protectora?
–Cuando recibimos un animal, lo desparasitamos y pasa a cuarentena. Si tiene chip, avisamos a su dueño. Luego hay diferentes módulos: para perros con comportamientos complicados, para lactantes, para perros mayores, para gatos enfermos, para gatos sanos, para animales recién operados, para cachorros...
–¿Cuáles son los gastos?
–Solo en pienso gastamos entre 4.000 y 5.000 euros al mes, y eso que tenemos acuerdos con grandes superficies que donan bolsas. Pero compramos piensos medicinales porque hay perros y gatos con problemas renales, diabéticos, con obesidad, alérgicos, con dermatitis... Necesitan una alimentación especial. También gastamos mucho en latas y salchichas, porque cada 45 días desparasitamos a todos los animales a base de pastillas escondidas entre la comida. También tenemos que pagar los sueldos de los 13 trabajadores. Y hay muchos gastos por analíticas, vacunas, fórmulas magistrales, aparatos de quirófano, anestesias, gasas o antibióticos. Los costes ascienden a unos 400.000 euros anuales.
–¿Aprueban las administraciones malagueñas en concienciación sobre el bienestar animal?
–Tengo que decir que el alcalde nos apoya siempre que le pedimos algo. Tenemos un convenio con el Ayuntamiento, que es la única administración que nos apoya monetariamente. La Diputación donó una mesa de quirófano hace dos o tres años, pero ya está. Y la Junta de Andalucía ni siquiera asume sus competencias en la recogida de aves.
–No sé si atreverme a preguntarle qué opina de los toros...
–Me parece increíble que siga existiendo y que se subvencione con nuestros impuestos. Nos hacen cómplices involuntarios de ese maltrato reglado. Hace poco los empresarios de La Malagueta dijeron en una entrevista que habría que estudiar por qué la gente no va a la plaza. Que no lo estudien, porque es evidente. Regalan entradas a porrillo y ni siquiera así llenan la plaza. Usan las ayudas europeas al ganado para costear la tauromaquía. Es un lobby poderosísimo de empresarios y ganaderos. ¿Por qué tenemos que pagar a quienes viven de maltratar animales?
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