Una simple pelea por pasar entre unas sillas desató la avalancha del Cautivo
El temor por la seguridad hizo que la alarma se extendiera y que la gente huyera en todas las direcciones
Juan Cano
Miércoles, 12 de abril 2017, 00:53
Ni disparos, ni puñaladas, ni un kamikaze suelto a toda velocidad por la calle Carretería. Una pelea a banquetazos por pasar entre las sillas. Así de simple. Según la investigación, ese fue el origen de la reyerta en la calle Carretería que, amplificada por los gritos y el desconcierto, desató una avalancha durante la procesión del Cautivo. Aunque en un primer momento ni la propia policía sabía lo que había sucedido, los agentes consiguieron averiguar ayer el detonante de la estampida y pudieron avanzar en la identificación de los implicados en la riña.
Un testigo presencial ha señalado a SUR esta misma hipótesis. Al parecer, todo comenzó porque un hombre pretendía pasar entre las sillas colocadas por particulares en primera fila de la calle Carretería, una práctica expresamente prohibida por el bando de Semana Santa, y discutió con una mujer que estaba sentada en una de ellas, a la que habría empujado levemente al cruzar. Fue entonces cuando, según las fuentes consultadas, el marido de esta última se levantó de la banqueta que ocupaba, la plegó y, supuestamente, le propinó varios golpes con ella a la persona que discutía con su esposa.
SUR localizó a otro testigo de excepción. Daniel López se encontraba en un balcón de un primer piso de la calle Carretería, justo frente al lugar en el que se produjo el incidente que dio origen al tumulto: «Al principio era una pelea entre dos o tres personas, pero en cuestión de segundos empezó a sumarse más gente y eso hizo que se creara una situación de pánico que se extendió rápidamente». Según relata, los implicados en este altercado huyeron por la calle Ollerías al percatarse de la magnitud del problema de orden público que habían causado.
Eran exactamente las 2.10 horas de la madrugada. Las promesas que caminan entre el trono del Cautivo y la sección de la Virgen de la Trinidad acababan de pasar por ese punto, el número 77 de la calle, pero los ecos de la reyerta empezaron a extenderse por toda la procesión. Y no precisamente con la literalidad de lo ocurrido. Unos decían que se habían oído disparos; otros, que habían visto un fogonazo; y algunos aseguraban que un coche había entrado a toda velocidad en sentido contrario desde la plaza de la Merced.
La histeria colectiva se apoderó de las calles y la procesión se partió en dos. La gente salió corriendo «en todas las direcciones», cuenta un testigo. «A los músicos añade se les iban cayendo los instrumentos y había móviles tirados por el suelo que la gente no se paraba a recoger». Varios niños se perdieron, aunque fueron encontrados al poco tiempo por sus padres. La presencia del helicóptero de la Policía Nacional, que sobrevoló la zona del río más próxima a la calle para intentar tomar imágenes desde el aire de lo que estaba pasando, contribuyó sin pretenderlo a acrecentar la sensación de alarma.
La gente se resguardó donde podía. «Varias personas intentaron esconderse debajo del trono del Cautivo», afirma uno de los portadores. Familias enteras se refugiaron en los locales de los alrededores que encontraron abiertos. «Intentamos convencerlos de que salieran, pero no había forma», apunta uno de los policías locales que actuaron. «La única forma de lograrlo fue decirle a la banda de música antes hubo que recomponerla que volviera a tocar para que comprendieran que la procesión seguía y todo volvía a la normalidad».
El público, al escuchar los primeros acordes, arrancó a aplaudir. La procesión había estado interrumpida durante algo más de 20 minutos, produciéndose un corte entre el Cristo y la Virgen de 200 metros en los que, literalmente, «desaparecieron penitentes y nazarenos». Muchos de ellos ya no volverían a incorporarse al recorrido. De hecho, el número de asistentes al encierro se redujo en al menos un tercio respecto al año anterior, según la Policía Local.
Los únicos lesionados lo fueron por la avalancha: dos jóvenes que intentaron saltar una valla terminada en punta en la plaza del Teatro. La chica sufrió un corte y un esguince en la pierna derecha, mientras que su acompañante presentaba un corte bastante profundo en un muslo izquierdo. Los policías tuvieron que hacerle un torniquete para detener la hemorragia y lo trasladaron al Hospital Clínico. Una mujer de 60 años también fue asistida por un corte en un pómulo.
Los agentes de servicio tuvieron que atender por desmayos y crisis de ansiedad. La jefatura de la Policía Local en la avenida de la Rosaleda, que tenía las puertas abiertas ante el tránsito constante de vehículos policiales, se convirtió en el refugio de más de cien personas, la mayoría mujeres que venían de promesa detrás del Cristo y que decían haber escuchado que se estaban produciendo disparos.
El concejal de Seguridad, Mario Cortés, quiso hacer un llamamiento para evitar que se repitan situaciones como la de anoche. «No hay que sacar conclusiones apresuradas ni guiarse por los comentarios de la gente, sino seguir las indicaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado», recalcó.
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