Herrán acaba de abrir en El Palo su primer negocio lejos del cine. SUR

Miguel Herrán, el malagueño que triunfa en Instagram y en el cine: «Tengo claro quién soy»

El actor estrena la película 'La tregua' y un negocio en El Palo: una pizzería llamada Casa Bella Ciao

Sábado, 4 de octubre 2025, 00:15

La semana que viene estrena 'La tregua', una película basada en la historia real de los presos españoles que sobrevivieron en un gulag de la ... estepa rusa durante la Segunda Guerra Mundial. Estos días compagina su promoción con otro rodaje y además acaba de abrir su primer negocio lejos de los cámaras: una pizzería en El Palo llamada Casa Bella Ciao, un guiño a Río, el personaje de 'La casa de papel' que le valió la fama mundial (y casi once millones de seguidores en Instagram, cuatro millones más que, por ejemplo, Penélope Cruz).

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Pero Miguel Herrán (Fuengirola, 1996) habla con una calma más propia de un tipo experimentado que de un actor que todavía no ha cumplido los treinta. Hay mucha calle detrás. Lo supo ver Dani Guzmán, que hace una década lo fichó sin conocerlo, nada más verlo, para 'A cambio de nada', por la que ganó el Goya que transformó todo. «Has conseguido que un chaval sin ilusiones, sin ganas de estudiar, sin que le guste nada, descubra un mundo nuevo y quiera estudiar y trabajar y se agarre a esta vida nueva como si no hubiera otra. Me has dado una vida», le dedicó entonces. Hoy aquel chaval nacido en Málaga pero criado en Madrid, dice, estaría «orgulloso» del hombre en el que se ha convertido.

–Tocáis un tema que durante mucho tiempo fue tabú: el apoyo de España a Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.

–Creo que, más que un tabú, ha sido un tema que ha dado cierta vergüenza nacional y por eso se ha intentado tapar, esconder. Pero es bonito retratarlo en una película, poder contar este hecho histórico y darle también un punto de vista más humano y empático más allá del conflicto bélico y de la división de ambos bandos.

–Porque el mensaje de la película es conciliador.

–Sí, el mensaje es que, independientemente de las ideologías y de los bandos que se escojan, detrás de cada caricatura de lo que puede ser un militar o un socialista o un nacional hay personas. No dejan de ser seres humanos, individuos que tienen sus familias, tienen su vida, tienen sus principios.

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–¿Crees que se puede querer a alguien que está en las antípodas ideológicamente de uno mismo?

–Sí, por supuesto. Sin duda.

–Ángelo Néstore decía el otro día que se puede querer incluso a alguien a quien no comprendes, cuya lengua no hablas.

–Sin ninguna duda. En el rodaje en el que estoy ahora tengo un compañero que dice que se ha hecho vegetariano por amor. Y creo que sucede muchas veces. Si surge el amor no hay ideología ni división que frene eso.

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–Y como actor y personaje público, ¿cómo te afecta esa polarización? Porque cualquier cosa que digas es susceptible de acabar en un titular, descontextualizada, y generar que acabes etiquetado de un lado o de otro.

–Hay que tener en cuenta que vivimos en una sociedad donde todo el mundo tiene un altavoz para opinar en mayor o menor medida. Yo tengo muy claro quién soy, tengo muy clara mi ideología, tengo muy claros mis valores. Y si una persona que no me conoce me juzga por un titular o por un comentario o por un momento en concreto, creo que el error es de la persona que juzga, más que de la juzgada. Entonces no tengo problema. Entiendo que parte de mi profesión y de la exposición pública que conlleva provoca que todo el mundo crea que tiene derecho a opinar. Y sí, tienen todo el derecho a juzgar. Pero yo solamente le doy poder a mis seres queridos; si mi madre me juzga, lo hará desde el conocimiento extremo de mi persona. Eso sí me puede llegar a afectar, ¿pero que me juzgue una persona que no me conoce o que puede creer que me conoce en base a cosas que ha leído? Eso no me afecta para nada.

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–¿Lo has aprendido con los años o es innato?

–Lo he aprendido con los años y en mis propias carnes, porque yo he sido juzgado pero también he juzgado mucho. Y he llegado a la conclusión de que muchas veces venimos de la niebla o de tener un mal día o simplemente de no haber dormido. Ahora soy consciente de eso: puedo tener una impresión determinada de ti pero no sé de dónde vienes ni quién eres.

–Dejas la puerta entreabierta.

–Claro. Es como si entras en un equipo y alguien, por ejemplo, del departamento de Arte te da una mala contestación o no te mira y tú automáticamente piensas: vaya gilipollas.

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–Pero no lo crucificas.

–Eso es. Puedo decir «qué gilipollas» pero no lo demonizo. Seguramente haya cosas que no estoy viendo que le hacen comportarse de esta manera. A ver qué tal mañana o después de comer o a ver qué pasa si me acerco yo y le pregunto de otra manera.

–Porque además todos somos el gilipollas de alguien en algún momento dado.

–Sí, sí. Hasta la persona más fantástica y más maravillosa tiene momentos en los que te puede parecer un imbécil.

–No sé si ahora que se han cumplido diez años de 'A cambio de nada' has hecho balance.

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–Es algo de lo que intento ser consciente, porque al final esto es una carrera al fondo y si te olvidas de dónde vienes es difícil que seas capaz de decidir hacia dónde quieres ir. Hago mucho el ejercicio de pensar: «Joder, si me encontrara ahora mismo con mi yo de cuando empecé, ¿me sentiría orgulloso?».

–¿Y le caerías bien a aquel Miguel de hace diez años?

–Estoy completamente convencido de que sí. Habría muchas cosas que no entendería porque no las ha vivido todavía, pero creo que se sentiría orgulloso.

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–Hablando de tus raíces, acabas de abrir una pizzería en Málaga.

–Málaga es mi tierra de nacimiento, tengo mucha familia. Allí he pasado casi todas mis navidades y es una ciudad a la que le tengo muchísimo cariño. Y ahora es el sitio donde he decidido montar mi primer negocio, que está despegado de la industria audiovisual. Es un proyecto al que le tengo mucho cariño porque además la he montado con la productora de 'A cambio de nada', Miriam Ruiz Mateos. Se llama Casa Bella Ciao en honor a todo lo que me dio en su día 'La Casa de Papel'. Y me gustaba mucho el concepto de montar algo con la persona que me dio mi primer trabajo.

–¿Es una muestra de lealtad, entonces?

–Creo que la lealtad es uno de los valores que deberíamos tener preinstalados en la cabeza. Si no eres leal y no tienes palabra, para mí hay un punto de despersonalización.

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–¿Y qué sientes cuando vuelves a Málaga?

–Pues mucha tranquilidad, mucha paz. Es un sentimiento de familia, de ganas de ver a mis primos que viven allí, de ver a mi madre. Málaga es muy disfrutable a la hora de pasear, de tapear, de comer espetitos, de poder tomarte una cerveza tranquilamente en el paseo marítimo. Es una ciudad que me gusta mucho y a la que le tengo muchísimo cariño.

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