Borrar
Antonio Zafra recrea una conversación por teléfono durante su actuación. Blanca Duque Serrano

Escuchar a los sordos, una reflexión necesaria

Teatro para la integración. El monólogo 'Oye, escucha', de Antonio Zafra, inunda de crítica social y concienciación la sala del Contenedor Cultural

BLANCA DUQUE SERRANO

Martes, 13 de abril 2021, 00:03

La irrupción en el escenario fue silenciosa. Comenzó la obra hablando en lengua de signos ante un público que quedaba mudo por la incomprensión. Las primeras palabras de Antonio Zafra son: «¿Os habéis enterado?». Entre risas se comenta que podría haber insultado a todos los asistentes y nadie se daría cuenta.

El actor malagueño presentó el pasado miércoles 7 de abril su monólogo 'Oye, Escucha' en el Contenedor Cultural de la Universidad de Málaga. Recibió el Premio Ateneo Mejor Obra Original y Mejor Intérprete. La crítica social, la visibilidad y la concienciación mezclados con el humor hacían una combinación perfecta para tratar un tema tan delicado. Deja muy claro sobre el escenario que elegiría antes una comedia que un drama.

Como si de los viajes por el mundo de Leo Harlem o las anécdotas de los días en la playa de Málaga en familia de Dani Rovira se tratase, Antonio Zafra expone un relato basado en sus vivencias más cotidianas. Solo con la ayuda de una silla, un perchero y una mesa de oficina consigue llevar al público a un sinfín de escenarios distintos: al dentista, al médico, a darse de baja en una compañía con su cuñado e incluso a su bloque de vecinos el día que vinieron los bomberos y él ni se enteró.

«La lengua de signos es una herramienta necesaria para el desarrollo humano»

«Es una discapacidad invisible. Todavía no hay una cultura de cómo tratar a una persona sorda»

Hacia una nueva cultura

El reto es cuanto menos sencillo: hacer reír a un público sobre un tema tan serio sin entrar en ofensas. En su relato cuenta cómo en la propia consulta de un establecimiento sanitario explicó que era una persona con discapacidad auditiva y aún así lo mandaron a la sala de espera donde el único modo que tenían de advertirle que entrase era por megafonía. Las carcajadas resuenan en la sala cuando él recrea la voz de los sanitarios desesperados y reiterando su nombre mientras que él, con toda tranquilidad, seguía a la espera en su silla. «Es una discapacidad invisible. Tú ves a una persona ciega y sabes cómo actuar, o a una en silla de ruedas. Pero todavía no hay una cultura de cómo tratar a una persona sorda y eso es lo que hay que conseguir».

El silencio se apodera del público cuando aparece la oportunidad de escuchar a los sordos. Durante la obra se van explicando los distintos niveles de pérdida de audición. Los asistentes pueden escuchar un tinnitus -ruido o pitido que se produce cuando una persona pierde audición- e imaginar la ansiedad que genera vivir con ese sonido, y también pueden oír cómo distorsiona el sonido un implante coclear. Hasta las carcajadas de la gente le suenan diferente. Tras la pregunta de qué se siente al escucharlas, los párpados se le juntan con fuerza sin llegar a tocarse. «No es un ruido natural, pero yo entiendo que es una risa y que la gente se está riendo. La risa es la misma bendición, estando implantado, que estando sordo, que siendo oyente, para un actor en escena sobre todo», comenta Zafra mientras su mirada muestra una sonrisa que la mascarilla no deja pasar.

Enseñar el lenguaje de signos

Con una puesta en escena donde reina la oscuridad, un foco de luz blanca apunta a la intérprete de lengua de signos que acompaña todo el rato el espectáculo. Sin referentes en el ámbito de las artes, esta obra nace de «una forma artesana, moviendo a la gente que tenía alrededor». Antonio Zafra se apoya en recursos audiovisuales que va mostrando de expertos y colegas que padecen la misma discapacidad, y todos tienen una idea en común: existe la privación de idiomas. Para demostrar este obstáculo en sus vidas Zafra recrea la típica cena de navidad en la que el abuelo con presbiacusia -pérdida de audición usualmente causada por la edad- es incapaz de seguir la conversación de todos. «La lengua de signos es una herramienta necesaria para el desarrollo humano», sentencia el actor.

«La niña no llora» es la frase que el actor leía en una carta de su hermana, también con pérdida absoluta de audición. Su relato era un regalo que construía el tramo más emotivo de la actuación. La hija de su hermana se crió con una madre sorda y eso le hizo crecer teniendo en cuenta un método de actuación con el que no se familiariza a los alumnos en la educación primaria. Como anécdota, contaba que en una visita su suegra se prestaba a ayudarle con la niña y avisarla cuando llorase. «La niña no llora», le contestaba. Y tras su estancia se dio cuenta que era cierto, el bebé pedía de comer o expresaba sus necesidades de un modo visual.

Las cabezas estaban ancladas con la mirada en el escenario por el dinamismo de la obra. El humor malagueño cuenta con un actor que tiene una trayectoria marcada por su pasión a este arte. Polifacético ante todo, ha trabajado en cine, teatro y televisión, sin dejar pasar de largo la oportunidad de ser director de escena, dramaturgo, títere, marionetista, payaso y monologuista entre otros puestos. Entre sus papeles más populares se encuentra su participación en cine con 'El camino de los Ingleses', dirigido por Antonio Banderas; sus personajes de las series de televisión 'Arrayán' y 'S.O.S. Estudiantes'. Tiempo después de esta estepa de su vida perdió la audición. Como él no nació con ese problema se autodefine como una persona que está entre los dos mundos.

A pesar de tener la entrevista con mascarillas, que no permiten ver el movimiento de los labios, Antonio Zafra va contestando una a una las preguntas que se le realizan en la entrevista que concede a Crónica Universitaria. Recalca que su objetivo es crear un puente entre el mundo oyente y el mundo sordo. Repite que lo que busca es que todos se enteren del mensaje de la función. Tiene momentos en los que pide la participación de todos, como cuando les hace comunicarse solo por gestos. Incluso habla con lenguaje de signos y descubre que una sola persona de los 17 de la sala ha entendido lo que explicaba.

«Yo ya entiendo por fin a mi madre que es sorda», le dice alguna persona cuando ha visto 'Oye, Escucha'. De hecho, «que exista la obra ya es un pasito más en la sociedad», según cuenta el malagueño. Se podrá disfrutar de ella durante el mes de mayo en la sala Joaquin Eléjar del Colectivo Cultural Maynake.

Chiquito de la Calzada se deja caer por el escenario. Antonio Zafra imita al reconocido humorista malagueño y cuenta un chiste oscilando entre la bimodalidad de la gesticulación y el habla. Todo son risas y hay muchos matices que sin voz se sobreentienden. La actuación termina, la risas se acaban, los aplausos retumban por la sala de los asistentes que salen más concienciados. Una mujer de la segunda fila alza sus manos y en lugar de chocarlas las agita en el aire regalando un generoso aplauso en lenguaje de signos.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Escuchar a los sordos, una reflexión necesaria

Escuchar a los sordos, una reflexión necesaria