Un arzobispo en el banquillo
La gestión de Javier Martínez ha estado jalonada de momentos de tensión por su autoritarismo y su integrismo doctrinal
PEDRO ONTOSO
Domingo, 23 de noviembre 2014, 01:52
En 1978, Javier Martínez era un joven y aplicado estudiante de 31 años en Jerusalén, en la Escuela Bíblica Francesa, donde reforzó sus conocimientos sobre ... las Sagradas Escrituras y el sustrato arameo de los Evangelios. Su pasión por la antigüedad la ha mantenido hasta hoy, con la traducción de las obras de San Efrén, un Padre de la Iglesia del siglo IV al que dedica muchas horas. Es como volver a la esencia y a la tradición, a la pureza del Cristianismo, que en la Ciudad Vieja se percibe en cuanto entras por la Puerta de Damasco. Al arzobispo de Granada, hoy en el punto de mira del Vaticano por el escándalo de la pederastia en su diócesis, siempre le ha gustado más mirar hacia atrás que hacia adelante, profundizar en sus estudios orientales que en pastorear una comunidad. Lo del «olor a oveja» que predica Francisco nunca ha ido con él.
En Jerusalén se hizo notar. Formaba parte de lo que luego se conocería como 'el grupo de Rouco', los protegidos por el cardenal gallego -entonces obispo de Santiago-, que más tarde encajarían en sus planes como jefe de la Iglesia española. Por L'Ecole Biblique y Archeologique Francaise, la institución académica más antigua de Tierra Santa, pasaron Javier Martínez, Braulio Rodríguez, César Franco y José María García Pérez. Los tres primeros han llegado a obispos. Martínez está ahora al frente de Granada tras haber pasado por Madrid y Córdoba. Rodríguez es el actual primado de España como arzobispo de Toledo. Franco, la gran esperanza de Rouco para su relevo en Madrid, ha sido desalojado de la archidiócesis por monseñor Osoro con puente de plata para hacerse cargo de Segovia. García Pérez es profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología San Dámaso, el feudo intelectual del purpurado lucense.
«Nos evitaban a los demás»
Los del 'grupo de Rouco', según quienes les frecuentaron en la Ciudad Santa, formaban un círculo cerrado y apenas mantenían relación con los residentes de la Casa de Santiago, de la Conferencia Episcopal, que investigaban en el Instituto Español Bíblico Arqueológico, gestionado por la Pontificia de Salamanca. «No venían a la Casa de Santiago ni siquiera a tomar un café, la evitaban», recuerda un antiguo alumno. «Mantenían una actitud recelosa, distante, de desconfianza. Era como si tuvieran que mantener la pureza», interpreta la misma fuente, que sí compartía otros ambientes de biblistas de mentalidad abierta.
El mentor intelectual de todos ellos era Mariano Herranz Marco, un maestro de biblistas -dio origen a la llamada Escuela de Madrid- que contaba con numerosos discípulos. En medios progresistas se considera que «estaban muy teledirigidos» y que detrás «había una mentalidad fundamentalista». El actual arzobispo de Granada, sumamente conservador, «era el más duro, y el que tenía más ascendente sobre el grupo, que llegaron en sucesivos cursos».
Pero si la etapa en Jerusalén marcó el carácter de monseñor Martínez, su estancia posterior en Estados Unidos también fue decisiva. En el verano de 1979 se trasladó a la Universidad Católica de América, en Washington, a estudiar filología semítica. Allí permaneció casi seis años y se especializó en lengua y literatura siríaca. Fue profesor adjunto en la cátedra de siríaco y obtuvo el doctorado con una tesis sobre la apocalítica cristiana en Oriente en el periodo del surgimiento del islam. Pero, sobre todo, entró en contacto con autores norteamericanos de la corriente Ortodoxia Radical, neoconservadores que atacan la modernidad y que responden a un proyecto muy ideológico. Algunos de sus exponentes son Williams Cavanaugh, John Milbank o Stephen Long. El arzobispo, que ha jugado unas bazas intelectuales del cristianismo integrista, se movió para conseguir los derechos de traducción de sus obras.
Regresó a España en 1985 para sernombrado obispo auxiliar de Madrid a las órdenes de Suquía, con tan solo 37 años. Para entonces ya era un seguidor convencido de Comunión y Liberación -los cielinos- ,un movimiento de carácter conservador y que propugna un catolicismo político, con el que entró en contacto durante su estancia en Francfort en la Alemania de los setenta.
Polémicas sonadas
Tras la 'mili' como auxiliar en Madrid consiguió los galones de obispo titular en Córdoba, donde mantuvo un enfrentamiento sonado con el canónigo Miguel Castillejo, presidente de Cajasur, que gestionaba la entidad financiera con mano de hierro. Martínez perdió el pulso y poco después volvió a ser ascendido a arzobispo y enviado a Granada, donde tampoco pasó desapercibido.
Por su carácter autoritario pronto saltaron chispas. En 2007 se convirtió en el primer arzobispo en sentarse en el banquillo de los acusados por acoso moral a un cura. Un canónigo archivero, conservador de patrimonio de la catedral de Granada, lo denunció por coacciones y calumnias después de que el prelado lo acusara de una apropiación indebida relacionada con su trabajo y de quedarse con los derechos de propiedad intelectual de un libro sobre la catedral auspiciado por Cajasur, una herida por la que todavía supuraba. Fue condenado a una multa por un Juzgado de lo Penal, si bien finalmente fue absuelto por la Audiencia. Un año antes, 132 curas de la diócesis presentaron ante el nuncio -embajador- del Vaticano un escrito en el que denunciaban «los gastos excesivos» para la construcción de un centro de magisterio.
El arzobispo, guiado por su integrismo doctrinal, siempre pretendió controlar todo lo relacionado con la enseñanza, sobre todo la de los futuros sacerdotes. Al poco de su toma de posesión en la ciudad de La Alhambra sacó a los seminaristas de la Facultad de Teología, un centro «al que ha hecho la vida imposible», según la constatación de un profesor cercano a esta institución. Martínez creó un centro de filosofía de nuevo cuño, que bautizó con el nombre de Edith Stein, una joven judía que se convirtió al catolicismo y que murió en las cámaras de gas de Auschwitz. Fundó una editorial -Nuevo Inicio-, que publicó el polémico libro 'Cásate y se sumisa', de Constanza Miriano, que generó numerosas críticas.
Martínez ha firmado homilías polémicas. En 2009 comparó a Zapatero con Hitler y Stalin por promover una ley sobre el aborto, «un genocidio que obliga a los médicos a actuar en campos de concentración». Pero más que sus palabras, lo que ha provocado tensiones ha sido su gestión al carecer de experiencia para dirigir a los fieles. «Pastoralmente ha sido una catástrofe», resume un eclesiólogo. Ahora le ha estallado el caso de los supuestos abusos sexuales cometidos por varios sacerdotes. Tenía el pecado en su propia casa. En la Alhambra, el sol otoñal ilumina un azulejo con una leyenda expresiva: 'No hay nada más triste que ser ciego en Granada'.
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