Corba, el inventor de palabras
PEDRO APARICIO
Sábado, 18 de julio 2009, 04:19
MI amigo Juan Corba, con quien compartí muchas emociones durante mis años municipales, era un orfebre intuitivo e involuntario del idioma. Hablaba de oído, ... y pronunciaba algunas palabras por aproximación. En aquellos años anoté minuciosamente sus palabros, que no eran simples expresiones mal dichas, ni resbalones de locución, ni mucho menos esas ordinarieces que algunos pretenden colar como andalucismos..., sino neologismos luminosos y cargados de sentido. Corba no era hombre de gramáticas, y Dios no le había regalado estudios ni lecturas. Pero sí humildad, inteligencia y una fuerte vocación de dignidad. Basándose en tales virtudes, captaba términos que oía por primera vez y que nunca había visto escritos, y cuando se creía capaz de repetirlos se lanzaba a pronunciarlos en público, en general con buenos resultados. A veces, sin embargo, la palabra daba en el poste o salía claramente desviada; entonces yo anotaba el palabro recién nacido, tras comprobar que mejoraba el sentido común -ya que no el latino- de la palabra correcta.
Cuando tuve suficiente confianza con Corba, me decidí a corregirle. Primero lo hice con timidez, luego abiertamente y, por fin, entre risas. Las risas de ambos. La suya quería decir: ¡qué torpe soy, he vuelto a equivocarme!, y la mía: ¡qué listo eres, has vuelto a mejorar una palabra! Tengo más de cien expresiones en mi colección, pero el espacio de este artículo sólo da para unas cuantas. Helas aquí, entrecomilladas, como homenaje a mi amigo.
A alguien que nos contó una frustrada aventura galante, Corba le diagnosticó un problema de 'eyaculación feroz' mejorando, sin saberlo, el nombre correcto del síntoma. De cierto empresario muy hortera que se las daba de prócer, comentó que era un tipo 'de baja incurnia', expresión perfectamente opuesta a la alta alcurnia. De un famoso con fama de gay, mi amigo opinó que era más bien 'estéreosexual'. Cuando le corregí con el término héterosexual, me replicó que no; que lo que quería decir era que le gustaban ellos y ellas. (¡Todo un hallazgo lo de estéreo!). Un familiar suyo tenía implantado 'un paipay en el corazón'; bien mirado, los by-pass coronarios abanican el miocardio, y el anglicismo queda así corregido. En la Gerencia de Urbanismo se había presentado cierto 'antiproyecto'; pronto comprobé que era justa esa denominación. Determinado político quería 'pasar a la prosperidad' (seguro, pues la posteridad le importaba un bledo). Otro estaba 'nadando en la ambulancia' lo que, en efecto, es un riesgo de ser rico. Para expresar que alguien era de humor cambiante, mi amigo le comparaba con Dostoyevski. Un día, al oírle decir 'Ese es como Dostoyevski', le pregunté por qué usaba al gran novelista como parámetro comparativo. Me contestó: «¡Hombre, por lo de Dostoyevski y Míster Ay!». Entonces comprendí que Dostoyevski era el Dr. Jekyll. ¡Hablar de oído!
Sigo usando en broma éstas y otras expresiones de mi amigo. El 'mármol de Carranza' es una versión española del de Carrara y, para los amantes de la zarzuela, La Bohème fue escrita por 'Chapini'. La 'Venus de Mirlo' tiene un pájaro posado en el hombro, una 'cópula política' es reunión más amena que una cúpula y 'vivir como un pacharán' es mejor que hacerlo como un pachá. Las 'soluciones faraónicas' son más frecuentes que las salomónicas. Y en cuestión de nombres propios, tampoco soy muy 'estríctico': Alsina Graells debería llamarse 'Alsina Granollers', Pavarotti 'Cantarotti' y Bustinduy 'la Mistingay' que son, todos, nombres más pegadizos.
Telefoneo a Corba, que me da permiso para publicar este artículo. Volvemos a reír, y quedamos citados para cenar. Pediremos de postre un 'buffet', que es más completo que un soufflé, y me explicará si la aspirina 'fluorescente' es tan eficaz como la efervescente. Aunque ni lo sé, 'ni falta que me importa'.
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