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Los pespuntes de la nación
EL MIRADOR

Los pespuntes de la nación

Zapatero reaccionó con buenrollismo y Rajoy ahora con indiferencia gallega, dos modos de no tener coraje

TEODORO LEÓN GROSS En twitter: @teoleongross

Miércoles, 11 de septiembre 2013, 15:27

Artur Mas se ha comparado a sí mismo, en víspera de la Diada, con Martin Luther King. Parece que el molt honorable está en fase modesta, porque hace un año se autorretrataba como Moisés. Claro que entonces, más que separar las aguas hacia la Tierra Prometida, le dieron un baño en las urnas. Los delirios de grandeza suelen acabar así; por eso los dibujantes de tebeo siempre han pintado los psiquiátricos con un tipo creyéndose Napoleón. Artur Mas aún está a tiempo de postularse como Spartacus o Mandela; pero de momento se vanagloria de superar la marcha legendaria de Luther King. Claro que eso también lo han hecho Kim Jong-il o el nene Kim Jong-un en la Corea totalitaria. Parece que el president vuelve a confundir cantidad y calidad; masa y razón; liderazgo y oportunismo. Desde que Mas salió del armario independentista del nacionalismo -pensamiento de talla menor, como escribe Henri-Lévy, incluso mediocre como pasión, apostilla Borges- se ha colocado fuera de la realidad. Es su mercado natural.

Mas es un líder menor con el maletín del botón rojo de la bomba del nacionalismo. Mal asunto. Pero el problema no acaba ahí. Todo el clima político español se ha degradado en la última década. A estas alturas realmente tiene poco sentido polemizar sobre el punto alfa del proceso -si fue «Váyase Sr. González» o el 'Prestige', si el Pacto del Tinell o la negación rajoyista del presidente del 14M-, pero la herencia de esta década es bastante catastrófica, rehabilitando la lógica de las dos españas con una polarización trincherista que ha debilitado todas las costuras de la nación favoreciendo así los independentismos nacionalistas, sin duda el peor veneno de la cultura europea como escribió Zweig. Ante eso Zapatero reaccionó con buenrollismo y Rajoy ahora con indiferencia gallega, dos modos de no tener coraje. Aquí provoca pasiones un proyecto olímpico sin tener un proyecto nacional.

Hacer una cadena como símbolo para romper un país podría ser, más que oxímoron, una buena metáfora de España. Hoy la Diada promete imágenes de gran impacto incluso global. Pero hay marchas que van marcha atrás. La historia, como la pinta El Roto, es un arma cargada de pasado. Cataluña ha decidido buscar su sitio no en el futuro sino en los pliegues irreales de sus bucles melancólicos mediante la reinvención de la historia. Free Catalonia solo es un capítulo más. Claro que el nacionalismo españolista no es la víctima de ese proceso, sino el revés del envés, la otra cara de la misma trayectoria mediocre de la modernidad peninsular a lo largo del XIX y XX. El espíritu de la Transición empieza a parecer un paréntesis breve, una ilusión efervescente ya agotada; y a falta de fe en España, cunden el desencanto y los aventurerismos. Contra el pronóstico de Kapuscinski, el siglo XXI vuelve al integrismo y al nacionalismo.

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