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La compañía sienta al público a su alrededor sobre el escenario del Teatro Cervantes.
Tristeza y ‘Felicidad’, como la vida misma

Tristeza y ‘Felicidad’, como la vida misma

Tenemos Gato estrena una obra de gran realismo en el texto y la puesta en escena donde las relaciones de pareja sirven para abordar problemas y miedos cotidianos

Regina Sotorrío

Martes, 17 de enero 2017, 00:38

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Pregunta: «¿Qué tal? ¿Todo bien?». Respuesta: «Sí, todo bien». Un diálogo cotidiano, conciso y directo. Seguro que usted vivió un escena parecida ayer y hoy la volverá a repetir. Y es probable que, en un porcentaje muy alto de las ocasiones, ni preguntara con interés ni respondiera la verdad. Felicidad, la obra que ayer estrenaba Tenemos Gato en el Cervantes dentro del Festival de Teatro de Málaga, pone en escena lo que hay detrás de ese (en apariencia) inofensivo bien, todas las preocupaciones, inseguridades y miedos que no se dicen, aunque quien interpele sea la pareja o el hermano.

Felicidad es el título de la obra, y eso es precisamente lo que no hay en las relaciones de las dos parejas que se suben al escenario. O quizás sí. Porque, ¿qué es la felicidad?, ¿cómo se conquista?, ¿se puede ser feliz sin saberlo? Ninguno de ellos, en la franja que va de los 30 a los 40, tiene la vida que había imaginado, soñado, planeado... Ella quiere hacer el amor y él ahora no puede, pero la niña se acaba de quedar dormida y ese instante se convierte en un ahora o nunca. Otro él quiere que le escuchen, aunque no se atreva a hablar claro de lo que le pasa; mientras otra ella quiere ser madre, pero quizás no sea el momento.

Situaciones reconocibles

Situaciones, como la frase del principio, cotidianas, en las que más de uno en su silla se reconocía y reaccionaba con una risa a medias o una sonrisa torcida. Porque Felicidad es un lobo con piel de cordero, un drama que Tenemos Gato (que ya abordó con realismo la vida en pareja en su película Seis y medio) viste de comedia, porque con humor las verdades entran mejor.

El tono realista del argumento se traslada a la puesta en escena. El público rodea a los actores sobre el escenario del Teatro Cervantes, alrededor de 130 personas sentadas en gradas instaladas sobre las tablas con el auditorio vacío en el lateral o a las espaldas, , según el caso (se hubiera agradecido tener esas vistas de frente al espectador, aunque probablemente complicara la producción técnica). De esta forma, la acción sucede a escasos metros y las voces suenan más naturales. Como en la calle. Y todo lo que se ve es lo que hay: unas cuantas sillas son casi los únicos elementos de atrezzo sobre una alfombra que sirve ingeniosamente para delimitar los espacios.

Cristina Rojas y Homero Rodríguez firman el texto que interpretan ellos mismos (la pareja 1) junto a Raquel Mirón y Enrique Asenjo (la pareja 2). Y los cuatro destacan en sus interpretaciones, a la que han puesto parte de ellos mismos. Sin ir más lejos, Rojas que debuta aquí en la dirección teatral se adjudica un papel que conoce bien como madre de una pequeña que pelea por la conciliación. Porque la obra se centra en la relación de dos parejas, pero por el camino habla de la incomunicación en general, de la maternidad, del paro, de las expectativas incumplidas, de las ilusiones... De tristeza y Felicidad, como la vida misma.

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