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PILAR R. QUIRÓS
Lunes, 2 de marzo 2009, 03:23
Se reunieron para tratar del cambio climático, para abordar estrategias que puedan luchar contra el que para muchos es el mayor desastre ambiental al que se tendrá que enfrentar el planeta. El proyecto, 'Embajadores y embajadoras contra el cambio climático' auspiciado por la Unión Europea brindaba a los estudiantes de Química de la Universidad Laboral de Málaga, dirigidos por el profesor Armando Matoso, una fantástica oportunidad para mejorar sus conocimientos. Todo sería académico, curricular y serio. Pero el encuentro de los dos grupos se convirtió en un fantástico gran hermano educativo en el que ambos descubrieron las virtudes y los defectos de la nacionalidad que no era la suya, y a través de los ojos del otro se vieron tal y como eran.
Grosso modo, los alemanes definieron a los españoles como impuntuales, que comen pocas verduras, no usan bien las máquinas, hacen muchas fotos, se interesan mucho por todo, ruidosos, frioleros y lentos. Pero sobre todo, se admiraron de que dan muchos besos, son como una familia y muy cariñosos. El grupo de Química de la Universidad Laboral formado por once alumnos de 19 a 24 años definieron a las 13 chicas alemanas como buenas andadoras, bebedoras de cerveza, fumadoras, que usan bien las máquinas, comen temprano, llevan el pelo corto, muy silenciosas, distantes, pero sobre todo, ecológicas, que era uno de los propósitos que se ponía sobre la mesa en este encuentro.
Esta experiencia 'sui generis' se inició tras el ofrecimiento de la institución alemana de Formación Profesional de Electricidad y Electrónica. Este equipo germano lo tenía claro: tenían que contactar con un grupo español para estudiar en profundidad el futuro de las plantas solares, y conocer 'in situ' la de Almería, una de las más grandes de Europa.
Al otro lado del teléfono, la empresa Inmosolar, cuyo técnico Manuel Fernández, responsable de la asociación juvenil Abalina, del colegio Emilio Prados, hizo que esta fusión hispano-alemana fuese posible. La primera semana, las jóvenes mujeres alemanas vinieron a España. Visitaron la planta solar de Almería, que les pareció «muy interesante», la finca de estudios agrícolas La Mayora y Los Montes de Málaga, donde reflexionaron sobre la emisiones de gases contaminantes, el efecto invernadero, las energías renovables y el agua, entre otros asuntos.
Más tarde, los jóvenes de la Universidad Laboral las visitaron en Berlín. Paul Sánchez, de 21 años, no duda: «Los alemanes están más concienciados con el reciclaje y con el medio ambiente en general. Sólo hay que ver sus calles mucho más limpias», reseña. Por su parte, a los germanos les chocó que en Málaga, donde las horas de sol doblan con mucho a las que se disfrutan en las ciudades alemanas, hubiese muy poca inversión en placas solares. «Para ellos era simplemente inexplicable», indica Yeray Roda, de 21 años.
Por eso, las aportaciones ambientales del grupo alemán fueron decisivas en el encuentro: usan más el transporte público y las bicicletas para moverse por la ciudad, se pegan grandes caminatas, disminuyen la contaminación lumínica en sus ciudades y usan, de forma generalizada, bombillas de bajo consumo, utilizan difusores en sus grifos para ahorrar agua pero, sin embargo, la gran contaminación de los coches en Berlín provoca episodios de lluvia ácida al igual que en otras grandes capitales europeas, algo inusual en España.
Aunque los jóvenes de la Universidad Laboral se mostraron ecológicos de pensamiento, lo cierto es que su aplicación a la vida diaria era mucho menor. No hay que irse muy lejos para comprobar que el reciclaje, del que llevamos hablando una década todavía es una asignatura pendiente en muchas casas porque se resisten a tener tres cubos de basura, o que las bombillas de bajo consumo todavía no han calado en la vida diaria de muchas familias, entre otras muchas cuestiones. Sin embargo, los jóvenes españoles de la Universidad Laboral dieron a los alemanes una lección de afectividad y cariño. Que fue justo lo que los germanos más agradecieron.
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