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MIGUEL ÁNGEL ALFONSO
Viernes, 7 de febrero 2014, 12:36
Somostre Bajo es un pueblecito ficticio que podría representar a cualquier municipio del país. Podría. si no fuera porque está plagado de habitantes tan excepcionales como el cocinero racial Zacarías Melindrón o Leocadio Botillo, el charcutero académico. Todas las situaciones y los personajes que desfilan por 'Se hace saber', el programa de 'sketches' que emite los viernes TVE a partir de las 00.15 horas, han surgido de la imaginación de Goyo Jiménez (Melilla, 1970). Es un cómico de vocación que lleva sobre los escenarios desde los 16 años. «Estudié Derecho, pero seguro que habría sido un mal abogado, aunque a la hora de hablar en un tribunal me habría ido bien».
- ¿Qué sabor le está dejando Somostre Bajo?
- Ya sabes, Dios los cría y ellos se juntan. Es el primer programa de televisión en el que me lo he pasado realmente bien haciéndolo.
- ¿Resultó fácil preparar 'sketches' para tantos cómicos?
- Fue un poco complicado porque siempre íbamos muy ajustados con los plazos de escritura y de grabación que nos marcaban desde la cadena.
- ¿De dónde salen personajes como Zacarías Melindrón?
- Con el cocinero Zacarías Melindrón quería reírme un poco de tanta presencia de la cocina en televisión. La cocina ha pasado de ser un hobby a ser un arte, y quería saber cuál era el resultado de mezclar este arte culinario con el tipo más gañán del mundo. Y ahí está la respuesta.
-¿A quién le vendría bien una visita de los 'Lectura guarriors', esos pandilleros que atormentan a todo el que ven leyendo libros?
- A más de uno, la gente piensa que por coger un libro ya está leyendo. Creo que los 'Lectura guarriors' hacen mucha falta. Por supuesto no digo que todo el mundo tenga que leer a Joyce o a escritores profundos pero hay cada porquería literaria que da grima.
- El humor de 'Se hacer saber' es de ese que llaman blanco.
- Era un encargo de TVE, que es una tele muy familiar. Mi intención era hacer un programa que estuviera por encima de las vicisitudes temporales y de gustos, un programa de humor puro en la línea de los Monthy Phyton, que lo pudieras ver dentro de veinte años y te siguieras riendo.
«No lo hagan por dinero»
- Su último espectáculo se llama 'Al fin solo'. ¿Está mejor así?
- Depende del momento. En el caso de los espectáculos que escribo tienen mucho de 'yo me lo guiso, yo me lo como', así que prefiero interpretarlos solo porque están hechos para contar una historia que debe ser contada como la cuento yo.
- Aunque también tiene sus cómicos fetiche.
- Claro, cuando escribo un personaje a veces lo hago pensando que es perfecto para Leo Harlem, Agustín Jiménez o El Monaguillo. Es una de las cosas más bonitas de mi trabajo, cogerle el tono a otros humoristas.
- ¿Qué le motiva para seguir al pie del cañón?
- Cada día que voy a grabar intento tener la misma ilusión, y no te creas que eso es fácil con la que está cayendo. Si le tuviera que dar un consejo a un cómico principiante le diría que no haga esto por dinero, sino para pasarlo bien y para hacer feliz al público.
- ¿Se ha vuelto más difícil eso de hacer reír?
- Mucho más porque medio país está encabronado con el otro medio y hay una confusión enorme. Nadie tiene ni idea de por qué ni cómo se ha llegado a esto, es muy complicado hacer reír ahora, porque para mí la risa buena es reírse de uno mismo.
- Estudió Derecho... ¿qué clase de abogado sería ahora?
- Uno muy malo seguro. Yo quería ser abogado penal y trabajé un año en la cárcel como monitor cultural y se me quitaron las ganas. Soy demasiado distraído y nada metódico, aunque supongo que a la hora de hablar en un tribunal, me habría ido bien.
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