Vejez, divino tesoro
JULIÁN MOLINA
Miércoles, 25 de septiembre 2013, 04:20
La edad es fatal para la cadera. El Rey, sin ir más lejos, ha pasado de tener esa cintura providencial que tantos y tan buenos ... regates dio en la Transición a moverse ahora peor que Koeman. Una dolencia crónica y enojosa que está haciendo que las cosas en palacio vayan cada vez más despacio. Y al buen hombre encima parece que le reprochan que no se quiera operar en la pública, en Madrid. Que se ve que han olvidado aquello que dijo su Viceconsejera de Sanidad «¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema?» Sin duda no le falta razón a Don Juan Carlos, yo tampoco iría, no parece precisamente que lo vayan a tratar a cuerpo de rey. Pero lo absurdo del asunto es que toda la historia esta de que se opere en la pública es para dar imagen de normalidad, para que la gente piense que es justo lo mismo que uno cualquiera de nosotros. Miren, no lleva ni corona, ni corcel, ni nada. No piensen que es muy distinto ser Rey de España a tener una pescadería en Huelin. Y es que en este país no cabe ni un asesor más, ni uno.
Pero no es el único septuagenario al que le falla la cintura, al alcalde últimamente tampoco le sale ya ni un regate. Le han colado un parque gratis por nosecuantos millones, varios museos de nosequé, un cine viejo y cochambroso, un cubo vacío y todo un pelotón de chiringuitos antitanque. Y se le han subido a las barbas toda la Gerencia de Urbanismo, Limasa, varios delfines y hasta una princesa. Pero es que incluso a todo un Papa le pesa ya la setentena, y le cuesta encontrar el camino. El Santo Padre no es ya que haya dicho que no es de derechas, es que su discurso recuerda cada vez más a la palabra de Santiago, pero Carrillo. «El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad». Que se ha quedado el hombre a un mal paso de aquello de «la religión es el opio del pueblo».
Y es que salvo la crisis todo se acaba. La cintura, las fuerzas, el instinto y hasta la suerte. Y llegados a ese punto casi parece mejor idea confiar el futuro a alguien que al menos tenga que sufrir los resultados contigo.
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