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Eslava Galán, ayer por la mañana en el Teatro Romano. :: EDUARDO NIETO
Juan Eslava Galán: «No hemos inventado nada. ¡Los romanos ya hacían botellón!»
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Juan Eslava Galán: «No hemos inventado nada. ¡Los romanos ya hacían botellón!»

EscritorEl escritor jienense se sumerge en la civilización latina con 'Ciudades de la Bética', un relato que hermana rigor histórico y sentido del humor

ANA PÉREZ-BRYAN aperezbryan@diariosur.es

Miércoles, 21 de noviembre 2012, 10:51

Podría haber sido uno de los miembros de aquellos consejos de sabios de la antigua Roma. Por no faltarle, a Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) le acompaña hasta el escenario. Lúcido y sensato, el autor recibe a SUR en el mismísimo Teatro Romano. El lugar perfecto para hablar de asuntos trascendentales como la civilización y la democracia, o de otros más pedestres como las costumbres cotidianas de sus habitantes. En Roma o en la España de hoy. «No hay tantas diferencias», observa el autor, que novela pasado y presente con los vestigios romanos andaluces como telón de fondo. 'Ciudades de la Bética' (Fundación Lara) es el feliz resultado.

-El recorrido de los dos protagonistas por las principales ciudades de la Bética también habrá supuesto un viaje personal. ¿Qué le ha aportado la experiencia?

-Hace mucho tiempo que me interesa la arqueología de la Bética; así que no he tenido que informarme especialmente para el libro, solo ponerme al día porque había sitios en los que hacía ya diez años que no había estado. Afortunadamente en muchos de estos lugares se sigue excavando. La idea que nos da la existencia de estos restos es que nuestras verdaderas raíces son las romanas, y no las musulmanas. Si las raíces musulmanas fueran tan importantes estaríamos hablando árabe, y no latín evolucionado, que es lo que estamos hablando en estos momentos.

-Mejor la herencia romana...

-Absolutamente, de lo contrario estaríamos al nivel de Marruecos o Argelia. Estamos mucho mejor así, sobre todo las chicas. A pesar de nuestros problemas, en Occidente al menos evolucionamos.

-Pero tampoco hemos cambiado tanto con respecto a los romanos...

-Efectivamente. Además de toda la solemnidad con la que se puede hablar de Roma, en el libro también he procurado explicar otras cosas, como el juego de los gladiadores, que es al fin y al cabo lo mismo que vemos en televisión, donde nos encanta el morbo de ver morir a la gente. Hablo también de las pintadas obscenas en retretes y alcantarillas de la época, que son exactamente iguales a las que encontramos ahora. Técnicamente sí hemos avanzado, ya tenemos jabón y no tenemos que lavar la ropa con orines como los romanos, aunque luego la enjuagaban bien (risas).

-Tengo una curiosidad, ¿el garum era tan desagradable como describen a pesar de ser uno de los condimentos básicos de la época?

-Sí , era repugnante. Era pescado podrido al sol. Toda la costa andaluza está repleta de factorías de garum, que era el ketchup de la época . Nosotros lo exportábamos a otros lugares, y también el aceite. Se sabe porque eran envases no retornables y llegaban desde la Bética a lugares lejanos como el norte de Inglaterra o la zona de Oriente.

-¿Y qué hace Sánchez Gordillo en su novela? Leo que cuando la estaba escribiendo ocurrió lo del supermercado y no pudo resistirse...

-Sí (risas). Cuando están los dos protagonistas comiendo en un bar de carretera porque iban a visitar unas ruinas sale en la televisión Sánchez Gordillo asaltando un supermercado. El español le explica a su compañero escocés que es un diputado que se lleva comida... y éste se pregunta que por qué, si todos los que le acompañan son gordos. Y el otro le responde: «Es que son sindicalistas y llevan una vida bastante buena».

-¿Cómo están conservados nuestros restos romanos?

-Han sufrido muchos saqueos. Por ejemplo en este teatro falta mucho mármol. Ocurre en zonas donde hubo musulmanes, cuya tendencia era coger los materiales de las obras romanas en lugar de ir a las canteras. Por eso nuestra obligación es conservar lo que hay. Además tenemos una generación espléndida de arqueólogos jóvenes que están muy puestos en la materia.

-Pero que cuentan con presupuesto cero para excavar e investigar

-Ya tenemos la escuela, pero sí es cierto que no hay dinero. El poco que hay lo tienen que emplear en hacer las labores de salvamento y conservación de los restos que aparecen por ejemplo cuando se hace la obra de una casa. Nos estamos perdiendo muchas cosas y no nos damos cuenta de que la conservación de lo antiguo también da dinero, no solo la playa.

-La caída del Imperio Romano... parecía que nunca iba a suceder. ¿Qué pasará con nosotros?

-Estamos siguiendo el mismo proceso. Parecía que los romanos iban a ser invencibles, pero al final todo quedó en ruinas. Yo señalo algunos paralelos. El historiador Amiano Marcelino cuenta cosas como que la juventud de entonces se reunía en las plazas y molestaban a los vecinos con el ruido; que no les dejaban dormir...

-No me diga que también había botellón...

-Claro. No hemos inventado nada nuevo. ¡Los romanos ya lo hacían!

-No encuentro su perfil en Twitter, ¿no le tientan las redes sociales?

-No es que no me gusten, es que soy tan torpe... Yo alcanzo a utilizar el ordenador como una máquina de escribir y tengo una página web que no actualizo mucho. Me parece fundamental el progreso, no es que lo desprecie, pero yo estoy más cómo en papel. Tengo los dedos muy gordos para las teclas de los móviles (risas).

-¿Cómo valora la situación actual desde su faceta de divulgador histórico? ¿Le preocupa?

-La sigo con mucho interés. Ha llegado el momento de cambiar muchísimas cosas. La gente cree que vivimos en una democracia y no es cierto. Como somos unos pardillos pensamos que cuando salimos de la época de Franco nos instalamos en la democracia, y eso no es así. Vivimos en una partitocracia, y si afinamos un poquito diría que estamos en una cleptocracia, es decir, en un gobierno de ladrones. Y me refiero a todos. Habría que hacer una Ley Electoral decente que permitiera que esto funcionara, y los grandes partidos no lo hacen porque no les interesa. Como no haya un movimiento social devastador esta gente nunca nos va a hacer caso.

-¿Qué podríamos aprender de los romanos en este sentido?

-Ellos tenían una ley que evitaba que un medio analfabeto llegara a presidente del Gobierno lleno de ideas geniales, como nos ha ocurrido a nosotros.

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