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SUR DE EUROPA

Las siete columnas

Estos son, o así me lo parece, los siete 'pecados capitales' de la vida nacional en lo que va de siglo

PEDRO APARICIO

Sábado, 30 de julio 2011, 04:06

En la novela de este mismo título, Fernández Flórez demuestra que los siete pecados capitales son los pilares en que se apoya la sociedad. Su desaparición sería terrible -sostiene-, y hasta podría destruir el mundo. Convocadas ya las elecciones generales, y siendo este artículo el que precede al descanso de agosto, relataré en él los que considero pecados capitales -y también columnas- de la vida española en lo que va de siglo. Es decir, tras los veinte mejores años de nuestra historia.

El primero, levedad. Inconstancia en el largo plazo, entusiasmo con los esfuerzos futuros y pereza ante los presentes. Frivolidad, mediocridad y telebasura. Dar la razón a todo el que la reclame y, sobre todo, al que la exija. Principios mudables, verborrea intrascendente y ligereza insoportable.

El segundo, populismo. Todo mensaje -político, social, sentimental, comercial...- para ser eficaz, debe ser corto, simple y sin matices. Nunca el populismo encontró un ambiente tan propicio. Grosería. Fracaso educativo en todos los niveles. La astucia se valora más que la nobleza, la simpatía más que el conocimiento, el talante más que el talento.

El tercero, indecencia. El provecho personal ilícito, la mentira, el trabajo negligente, las recomendaciones... alcanzan niveles similares en la actividad pública y en la privada. Parece actual este terceto que Núñez de Arce dedicó 'A España': «Perseguirás la libertad en vano, / que cuando un pueblo la virtud olvida / lleva en sus propios vicios su tirano».

El cuarto, partidismo. Los librepensadores y los independientes no son bien vistos en la partitocracia más rígida de Occidente. Hasta los jueces de mayor rango se deben a uno u otro partido. La democracia es el medio y los partidos políticos el fin. Hay más feligreses que demócratas. Los partidos asumen un papel eclesiástico para sus militantes.

El quinto, localismo. Periodistas, políticos y demás opinadores, debaten sin cesar sobre territorios, naciones, estatutos, aforamientos, identidades, tradiciones, derechos históricos y otros aldeanismos. El agua, el flamenco, las lenguas, los ríos, los impuestos o el txakolí son ya propiedad de algún territorio.

El sexto, sectarismo. El ciudadano medio no busca la verdad en la información; sólo quiere que le den la razón en sus apriorismos. Tiene periódicos y radios donde elegir, pues el sectarismo mediático es negocio. Al menos en la política y en el fútbol, las dos pasiones nacionales.

Y el séptìmo, subvenciones. Tenemos un sector privado -en especial el productivo y el cultural- 'exigidor' de incentivos públicos y habituado a ellos, en un país con escaso dinero público. Esto no es reciente; antes bien, es el 'pecado original'. Al menos desde Cánovas y Sagasta.

Estos siete pecados infectan la vida nacional. La privada y la pública, las relaciones sociales y las políticas, los individuos y las instituciones. Más que la crisis económica me preocupa este pantano moral. Porque será muy difícil, aunque necesario, recuperar algunos valores colectivos de la democracia. Por lo menos estos siete: ética, esfuerzo, tolerancia, amabilidad, disciplina, civismo y sentido del deber.

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