Sagas del corazón
Hay algo de cinematográfico en las biografías de las grandes sagas. Los Kennedy, con sus éxitos y su mayúscula tragedia, han sido llevados al cine en infinidad de ocasiones. Pero también las dinastías españolas darían para más de una película
YOLANDA VEIGA
Domingo, 12 de diciembre 2010, 11:47
Hay algo de cinematográfico en las biografías de las grandes sagas. Los Kennedy, con sus éxitos y su mayúscula tragedia, han sido llevados al ... cine en infinidad de ocasiones. Pero también las dinastías españolas darían para más de una película. El canal de televisión Bio, dedicado a las 'celebrities', ha reunido en el libro 'Grandes dinastías' los episodios más desconocidos y las anécdotas más jugosas de las fortunas con mayor solera. Secretos confesables, contados por ellos mismos o por los periodistas que han ido relatando su vida y milagros.
Si en lugar de grabar su primera maqueta como 'Enrique Martínez' lo hubiera hecho con el apellido Iglesias, las cosas no le hubieran ido mejor. Cuatro años después lo nominaban junto a su padre como mejor artista latino. Decían que si ganaba él, Julio abandonaría la gala. Ganó el padre, pero le había salido un competidor... en su propia casa.
Cada 30 segundos se escucha una canción de Julio Iglesias en el mundo. A sus 67 años lleva 300 millones de discos vendidos y 5.000 conciertos. Y eso que empezó en la música de casualidad, por un accidente de coche que frustró su carrera futbolística y le dejó semiparalítico dos años cuando acaba de cumplir los 20. El enfermero que le cuidaba le dio una guitarra para ejercitar los músculos. Empezó a tocar en pubs de Londres y conoció a Gwendolyne. Su historia de amor no duró, pero compuso una canción eterna. Luego encandiló a Isabel Preysler. Julio era una estrella y un donjuán. Había enterrado para siempre al adolescente que creció a la sombra de su hermano Carlos, «que era más guapo».
Julio no tuvo competencia hasta que creció Enrique, que llamó a la puerta del mánager de su padre en busca de consejo y salió de allí con una maqueta. Cuando Julio se enteró despidió al mánager, pero el primer disco de Enrique ya sonaba en las radiofórmulas. Se lo dedicó a 'La Seño', su nana, la que le crió a él y a sus dos hermanos, Julio y Chabeli, unos críos que «tenían chófer y lujos, y sólo querían afecto».
Enrique no le guarda rencor a su padre por las ausencias ni le molestan las comparaciones, pero sí que le cuelguen la etiqueta de mujeriego. De crío escuchaba la historia de que su padre volvía a la habitación del hotel y buscaba a las mujeres desnudas bajo la cama y en el armario. «Yo me he criado viendo eso y soy lo opuesto».
Sevilla, 1966. Tres 'flamencas' se pasean por la Feria de Abril: la duquesa de Alba, Jacqueline Kennedy y Grace de Mónaco, estas últimas enemigas irreconciliables. A Cayetana le toca intermediar entre ambas. Días después, el embajador de EE UU, que acompañaba a la viuda del presidente, asegura que ya «no hay rivalidad entre ellas».
Cayetana es desde niña extrovertida y castiza. A la XVIII duquesa de Alba le adornan 44 títulos y un pesado legado, ser la cabeza visible de una dinastía con cinco siglos de historia. Pero 'Tana', como le llamaba su padre, ha vivido sujeta lo justo a los convencionalismos. Huérfana de madre a los 8 años, Cayetana Fitz-James Stuart se educó bajo la recta batuta de su progenitor: «Él era lo que yo más quería». Se instalaron en Londres tras el estallido de la Guerra Civil y no tardó en hacerse notar. Con 14 años fue portada de la revista 'Modern Girl' y trabó amistad con Lizzie, futura reina Isabel II, con la que tomaba el té. A aquella adolescente inquieta la moldeó frau Dhorpi, su institutriz alemana, a quien quiso como una madre (murió con 92 años en el Palacio de Liria).
Ha sido Cayetana todo lo libre que se lo han permitido. Se enamoró del torero Pepe Luis Vázquez, pero su padre interrumpió la relación y la llevó al altar Luis Martínez de Irujo. Celebraron la boda más cara del mundo, 20 millones de pesetas en 1947 -cuatro millones de euros de hoy-. Su segundo matrimonio, con Jesús Aguirre y Órtiz de Zárate, un ex cura progresista, escandalizó a la sociedad de la época. Más cuando ella contó que hacían el amor «todos los días». Nunca se ha preocupado de lo que digan otros. Incluso le «divierte» esa persecución de la prensa, que no le da tregua desde que sale con Alfonso Díez. Pero a sus cinco hijos les «horrorizan» los focos. Eugenia Martínez de Irujo y Cayetano son «los ojitos derechos» de la duquesa.
Los dos cuadros que hoy Borja Thyssen reclama a su madre son una punta del hilo. En el otro extremo, las siete esculturas de mármol de Rodin con las que el abuelo del barón, August Thyssen, inició la colección a finales del siglo XIX. Él fue el creador del imperio familiar, basado originariamente en la industria siderúrgica alemana. Allí prosperaron y escribieron las páginas más controvertidas de su historia, con dos familiares que abrazaron la causa nazi. No hay referencias similares sobre el padre del barón, que entonces era simplemente Heinrich. Se casó con la hija del barón Bornemisza y éste, al no tener un hijo varón a quien legar el título nobiliario, adoptó a Heinrich, que pasó así a estar casado con su hermanastra. Tuvieron 4 hijos, el último, Hans Heinrich, 'Heini', futuro marido de Carmen Cervera. Heredó el título de barón y el gusto por el arte de su abuelo. Se casó cinco veces, aunque dicen que las cuatro primeras esposas le fueron infieles. En 1981 conoció a 'Tita' Cervera en un encuentro que arregló la madre de ella. Él se casaba por quinta vez y ella por tercera. Antes había pasado por el altar con el actor Lex Barker, 'Tarzán', y con Espartaco Santoni. De una fugaz relación con el publicista Manolo Segura nació su hijo Borja, al que el barón reconoció como propio. Con 'Heini', Tita se introdujo en el mundo del coleccionismo -gastaban 100 millones de dólares en adquisiciones al año-, porque ella venía de otro bien distinto. Su madre quería que fuera bailarina o que estudiara. Pero con 18 años fue elegida Miss España, fue actriz en la época del destape y portada de 'Interviú'.
La familia empezó a quebrarse con el pleito de los hijos del barón a la pareja en los años 90 -fue el juicio más caro de la historia, 100 millones de dólares-. Finalmente llegaron a un acuerdo. Y ahora Borja se aferra a aquel pacto para reclamar el Goya y el Gianquinto que, dice, le legó el barón entonces.
En cuanto aprendió a andar, su padre le puso la muleta en la mano. Francisco Rivera Ordóñez pasó la infancia «jugando a los toros». De estudios, más bien poco. Cuando 'Avispado' le quitó la vida en Pozoblanco a Paquirri, él tenía 10 años. «Muy serio, le dijo a su madre que había decidido que iba a ser torero». Carmina le mandó a la escuela militar a ver si se le olvidaba, pero no pudo con la sangre.
La leyenda de la saga comienza con el bisabuelo, 'El niño de la Palma', apodado así por el nombre de la zapatería que sus padres tenían en Ronda. Su amigo Ernest Hemingway le siguió por las plazas y luego a su hijo Antonio, número uno del toreo junto a Dominguín. Los diestros fueron cuñados y enemigos en el ruedo, rivalidad que el escritor norteamericano azuzó a través de sus artículos en 'Life' en los años 50. Antonio Ordóñez colgó el capote después de 3.000 corridas y la historia de la saga la retomó su nieto Francisco, hijo de Carmina Ordóñez y 'Paquirri'. Con 11 años asistió a la primera Corrida Goyesca. «Era un 'mico'. Apuntaba el orden de la lidia y se lo daba a mi abuelo. Para mí era una responsabilidad tremenda». A los 21 tomó la alternativa y a los 28 años lo hizo su hermano Cayetano. Dicen que entre hermanos toreros «siempre hay rivalidad», pero por encima está la familia.
Además de en la plaza, los hermanos compiten en las revistas del cuore. La boda de Francisco con Eugenia Martínez de Irujo, hija de la duquesa de Alba, ocupó todas las portadas. «Carmina me llamó una vez y me dijo: 'Yo no sé cuánto tiempo viviré, pero me gustaría que tú nunca dejaras a mis niños'», contó la duquesa.
Se podría reconstruir la biografía de Carmen Martínez Bordiú, 'la nietísima', a través de los recortes de las revistas. Desde niña se ha visto retratada en los papeles. Y de mayor, ha sido ella la que ha ido a llamar a sus puertas. «Vender exclusivas es su principal vía para ganar dinero. Pero ella nunca lo ha ocultado. Le gusta y le divierte posar y sacar todo lo que pueda». Dicen que por la exclusiva de su tercera boda con José Campos, cobró casi un millón de euros. La primera también fue sonada. Dio el 'sí quiero' a Alfonso de Borbón y Dampierre ante mil invitados, entre ellos Rainiero y Grace de Mónaco. La nieta de Franco se codeaba con la aristocracia y los artistas -Dalí la pintó a caballo embarazada de ocho meses-. No duró mucho el matrimonio. «Perdí la cabeza por Jean-Marie Rossi. Fue muy bonito vivir esa gran pasión», recuerda. Y por amor dejó a sus hijos en España y se fue a París. Luego llegarían tres tragedias, el fallecimiento de su hijo mayor en accidente de coche, el accidente mortal de una de las hijas de Rossi en el mar y la muerte de su ex marido en un accidente de esquí de Colorado. «Caí en un estado de shock. Al principio no aceptas lo que ha pasado. Pareces un espectador de una película que no va contigo (...) Luego asumes la pérdida pero sabes que algo de ti se ha ido».
La vida, sin embargo, ha sido generosa en amores. «He sido siempre una bomba de relojería y buscaba en los hombres la protección paterna». Fue así hasta conocer a José Campos, 13 años menor que ella. A las habladurías, ni caso. «Tal como ha hecho la duquesa de Alba, Carmen se pone el mundo por montera, vive a su aire, importándole un pito lo que puedan pensar de ella, incluida su familia». Nunca sus hijos le echaron en cara ese carácter libre. «No lo hubiera permitido. A veces no me han comprendido pero son respetuosos. Siempre les he dicho que lo único que cuenta es el corazón». Carpe diem: «Vivo intensamente y cuando el destino quiera que me vaya, me iré. No pasa nada. La vida es maravillosa».
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