Málaga, en el mapa de la droga
La Costa del Sol es un lugar estratégico en el tráfico de hachís procedente de ÁfricaLas buenas comunicaciones la sitúan en las rutas de la cocaína o el éxtasis, aunque la distribución se orienta al consumo
JUAN CANO
Domingo, 13 de junio 2010, 03:51
Es un negocio de dimensiones astronómicas. Desde que se recoge en el campo hasta que se vende en las calles, la droga multiplica exponencialmente ... su valor en cada paso del proceso y ocupa a miles de asalariados en una estructura empresarial planetaria. En el mundo del narcotráfico se hablan tantos idiomas como países intervienen en la cadena de producción, transporte y distribución de la mercancía.
España juega un papel destacado por su posición estratégica en el mapa de la droga. Su proximidad con el norte de África la convierte en puerta de entrada del hachís. Además, su situación geográfica y su afinidad cultural la sitúan como parada obligatoria de la cocaína procedente de Latinoamérica con destino a Europa.
Pero, ¿qué rol juega la Costa del Sol en esa cadena? Málaga es, junto a Cádiz y en menor medida Almería, el gran mercado de abastos del cannabis. «En la provincia se cierran el 99% de los negocios relacionados con el hachís», comenta un agente con numerosas investigaciones de droga a sus espaldas.
Para este policía, la explicación de que los tratos se lleven a cabo en Málaga radica en varios aspectos. «La Costa del Sol es punto de acceso, lugar de almacenaje y centro de distribución», apostilla el investigador. «Por eso -prosigue- las principales bandas que trafican con hachís tiene ramificaciones aquí».
El primer eslabón del negocio está en manos de narcos marroquíes. No en vano, este país del Magreb es el principal productor mundial de hachís, dispone de casi 80.000 hectáreas para el cultivo que pueden producir 70.000 toneladas de cáñamo para ser distribuidas en Europa.
Los traficantes rifeños se sienten cómodos en la Costa del Sol por la proximidad con su región, al igual que los grupos extranjeros que les compran la droga, que pasan fácilmente inadvertidos. El litoral malagueño, en su extremo occidental, está a 33 millas náuticas, esto es, a 59,4 kilómetros del punto más septentrional del continente africano, el pequeño cabo de Punta Almina, en Ceuta. Por poner un ejemplo, Estepona está más cerca de Marruecos que de Ronda.
La implantación del Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) en Málaga marcó un antes y un después en el tráfico de hachís. Desde diciembre de 2003, fecha en la que se puso en marcha, el Gobierno blindó el litoral de la provincia mediante una red de radares e infrarrojos.
Al año siguiente, el SIVE se extendió al resto de la costa andaluza, lo que desplazó el tráfico de hachís y obligó a los narcos a aguzar el ingenio. Varias organizaciones otearon nuevos horizontes y empezaron a dar portes a lugares más lejanos y a priori menos vigilados, como Valencia, Cataluña o Mallorca.
Vuelta a los orígenes
Aunque hay bandas que siguen usando esas rutas, últimamente los traficantes han vuelto a sus orígenes: el litoral costasoleño y el gaditano. Así lo confirman agentes de los grupos policiales implicados en la lucha contra el narcotráfico, que coinciden en haber observado este año un aumento en la actividad de los narcos en las costas malagueñas.
Lo que también han detectado es un cambio en su modus operandi. Los traficantes solían usar grandes lanchas con potentes motores para transportar el cargamento en el menor tiempo posible; cruzaban el Mediterráneo, descargaban la mercancía y regresaban al puerto base. Ahora, el viaje es sólo de ida. En lugar de las semirrígidas, emplean gomas pequeñas con un motor de 60 caballos y, como mucho, un auxiliar de 40 CV, que dejan abandonadas al terminar el alijo. En los últimos meses, la policía ha encontrado numerosas zodiac de estas características en las playas de Málaga. Casi siempre aparecen rajadas.
La principal clientela de los narcos magrebíes la constituyen organizaciones británicas, francesas e italianas, que compran la droga en el sur de España y la almacenan en naves industriales o chalés. Luego, usan su infraestructura para distribuirla en los mercados que controlan, generalmente en sus países de origen y en los del entorno.
En el caso de la cocaína, el papel de la Costa del Sol se circunscribe a la distribución orientada al consumo. Por vía aérea, la principal puerta de entrada en España, que suele salir de los países del Caribe y Sudamérica, es el aeropuerto de Barajas. Los envíos son pequeños y, para ello, las organizaciones suelen emplear correos humanos que utilizan su cuerpo para transportar la droga.
Por mar, los alijos suelen ser mucho mayores. Según un responsable de la Udyco de la Policía Nacional, los cargamentos de coca entran ocultos en grandes contenedores en los puertos con mayor movimiento comercial, o en veleros que cruzan el Atlántico en unas semanas rumbo a Galicia o la costa portuguesa.
En los contenedores de mercancías, se introducen miles de kilos de droga que suelen camuflarse entre alimentos -se ha llegado a encontrar disuelta en lotes de pulpo congelado procedente de Argentina o en pulpa de fruta tropical-, mientras que en los veleros manejan cargamentos no mayores de doscientos kilos.
Aunque hay muchas rutas marítimas, la policía ha detectado de un tiempo a esta parte que los cárteles de la cocaína empiezan a hacer escalas en el archipiélago de Cabo Verde, frente a las costas de Senegal, así como en Guinea o Guinea-Bissau. «El almacenaje en África es un fenómeno relativamente nuevo», comenta un agente de la Udyco.
Así, la cocaína que entra por el continente africano puede llegar a Europa por el mismo camino que el hachís. De hecho, hay transportistas magrebíes que lo mismo dan portes con cannabis, con coca o con inmigrantes, como una mercancía más. O con todos juntos en el mismo lote.
La buena red de comunicaciones de la Costa del Sol -sobre todo vía aérea y ferroviaria- sitúa a Málaga en la ruta de la cocaína, aunque en una distribución a menor escala destinada a satisfacer la demanda. Por eso los alijos que se interceptan son más pequeños. Utilizan dobles fondos de los coches o correos humanos que se desplazan en el transporte público.
Redes turcas
Lo mismo ocurre con la heroína o las drogas de diseño. Afganistán es el principal productor mundial del opio que se exporta en forma de heroína. Las redes turcas controlan el tráfico de esta droga, que sale al resto de Europa a través de los países del Este.
Los clientes en España de las organizaciones turcas suelen ser clanes autóctonos, que distribuyen esta sustancia al menudeo en zonas marginales de las ciudades. En la actualidad, la forma de consumo más demandada es el revuelto, que es una mezcla de cocaína y heroína.
En el caso de las anfetaminas o el éxtasis, los centros de producción están en laboratorios clandestinos en Holanda y Bélgica. «La producción es muy barata», comenta un mando de la Udyco malagueña. «Cada pastilla cuesta diez céntimos, y en el mercado alcanza un precio de tres a seis euros». El transporte es sencillo. Se hace por carretera, en dobles fondos de vehículos, y en portes de veinte o treinta mil unidades.
El año pasado, las Fuerzas de Seguridad interceptaron en Málaga casi sesenta toneladas de sustancias derivadas del cannabis, 34.000 gramos de cocaína, 839 gramos de heroína y 58.000 unidades de éxtasis. Es la punta del iceberg. Porque la policía sabe que sólo se intercepta una mínima parte de lo que entra.
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