Una aventura de 48.000 km
Atraídos por el desafío del último continente virgen del planeta, Tomás Hartman y Carlos Muñoz han atravesado 30 países. Dos malagueños han dado la vuelta a África en motocicleta durante diez meses, repartiendo medicamentos y ropa entre los necesitados
EUGENIO CABEZAS eugeniocabezas@gmail.com
Lunes, 24 de mayo 2010, 10:58
«Estáis locos». Es la frase que más escucharon Tomás Hartman y Carlos Muñoz cuando el pasado verano anunciaron que iban a dar la vuelta a África en motocicleta. «Nuestros amigos no se lo creían del todo, aunque hemos contado con todo su apoyo, al igual que con el de instituciones como el Ayuntamiento de Benalmádena y Cofarán», cuenta Muñoz, escasos días después de regresar de «la mayor aventura de nuestras vidas», remarca. «¿Peligros? Todos y ninguno, porque aquí estamos, sanos y salvos. Aunque hubo momentos muy difíciles, como en Costa de Marfil, donde estuvimos detenidos, o secuestrados como quieras llamarlo, durante 24 horas», rememora.
Ésta es sólo una de las innumerables anécdotas y aventuras que vivieron estos dos malagueños, afincados en Benalmádena, donde trabajan como empresarios turísticos con un barco de paseo en el puerto deportivo. El motivo y el origen de este gran desafío hay que buscarlo un par de años atrás, cuando Hartman y Muñoz ya hicieron una primera incursión en territorio africano, también en moto. «Bajamos hasta Mauritania, en total unos 10.000 kilómetros. Entonces nos dimos cuenta de la gran necesidad de ayuda que tiene todo este continente», explica Muñoz, quien añade que en su periplo han realizado dos entregas fundamentales de ayuda, en otros tantos sitios donde «viven y trabajan, dando lo mejor de sí, un grupo de personas maravillosas, las Monjas de la Asunción de Málaga, en Abomey (Benim), y el médico cordobés Ángel Tallón, en Yamasucro (Costa de Marfil)», relata el aventurero.
«Cuando les preguntamos que si querían que les lleváramos algún medicamento en particular, nos dijeron que les venía bien cualquier cosa, que bastaba con aspirinas. Allí la gente se está muriendo de verdad», confiesa Carlos Muñoz. Tras completar la entrega de los novecientos kilos de medicinas que llevaban en un vehículo 4x4 de apoyo, que también donaron a las monjas de Benim, y los novecientos kilos de ropa, a partir de Sudáfrica, los dos aventureros iniciaron el camino de vuelta a casa por la costa oriental de África.
Dormir en plena selva
«Los países, la fauna y la vegetación son totalmente espectaculares. Es el último gran continente virgen del planeta, y es como si sintieras una llamada para conocerlo y adentrarte en él. La gente ha sido muy amable en todos los países por los que hemos pasado -hasta un total de 30-. No tienen nada, pero lo poco que tienen te lo ofrecen. Sobre todo dormir bajo techo, porque aunque parezca mentira, los africanos le tienen mucho miedo a la noche y a la oscuridad. Dicen que hay muchas fieras», relata Muñoz.
Una vez en casa, los dos aventureros ya están planeando nuevos retos, entre los que barajan regresar a Costa de Marfil para arreglar y pintar un colegio, o un propuesta aún más arriesgada y ambiciosa, cruzar toda Europa, hasta Rusia, y de ahí pasar a Alaska, bajando posteriormente a Argentina, de donde es originario Muñoz. «No entendemos nuestra vida sin plantearnos nuevos retos y aventuras», dice.
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