La Copa de Badalona ya luce en el altar del Unicaja

Todo comenzó mucho antes en los exteriores del Palacio de los Deportes. El trofeo de la Copa del Rey presidía la entrada al Carpena y los aficionados estaban deseosos de poder acercarse a ese símbolo del éxito. Lo tocaban, lo acariciaban e incluso alguno le dio un beso. Las caras de felicidad de los cajistas desprendían felicidad. La cola era enorme, pero familias enteras posaban orgullosas por lo conseguido por su equipo.

El gran día de la afición del Unicaja continuó dentro del pabellón, que al contrario que en otras ocasiones se llenó con mucha antelación. La explicación estaba en la proyección del documental sobre el título que fue ofrecido en el videomarcador del pabellón. La afición siguió atenta todo el montaje durante quince minutos interrumpido por varias ovaciones, como la que se llevó Darío Brizuela cuando explicaba la complicada situación que vivió aquellos días con su bebé ingresado en la UCI. Como es lógico, los instantes finales fueron de gran emoción, con el equipo levantando la Copa y el Carpena rompiendo en aplausos.

Pero había más. Tras las presentaciones de los equipos llegó ese momento simbólico de elevar la Copa al particular altar del Unicaja donde ya lucían los títulos de la Korac de 2001, la Copa del Rey de 2005, la Liga de 2006 y la Eurocup de 2017. Allí, desde este sábado tiene ya su sitio el quinto título de la historia del Unicaja, la Copa del Rey de 2023 ganada al Lenovo Tenerife en Badalona después de haber derrotado al Barcelona y al Real Madrid, casi nada.

Las gradas se llenaron de móviles grabando para la posteridad ese momento tan especial en el que el infantil Gonzalo Nuño activó el mecanismo y la bandera empezó a desplegarse en medio de una gran ovación. El Carpena se venía abajo.