El viaje a Fuengirola de un sicario adolescente que se fugó en bicicleta

La Policía Nacional logra reconstruir todos los pasos de un asesinato en el que, según los indicios recabados, se equivocaron de objetivo y terminaron matando a un joven de 25 años

Juan Cano

Málaga

Domingo, 28 de septiembre 2025, 00:28

A los menores infractores se les interna en centros de reforma, donde un equipo de psicólogos y educadores bucean en la conducta y en el ... entorno familiar para tratar de enderezar el árbol torcido. Algunos lo consiguen y llegan a la vida adulta dejando atrás un pasado de esos que llaman problemático. Otros, como S., no.

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El viaje que le hundió aún más en el submundo de la delincuencia comenzó, precisamente, el día en que decidió fugarse de un centro de menores de Bélgica. Con 17 años y saboreando nuevamente la libertad, recibió un encargo que presuntamente le haría escalar varios peldaños en la pirámide de los hampones.

Para la Udyco-Costa del Sol, que ha sido capaz de reconstruir cada paso del macabro plan en una complejísima investigación internacional, aún le queda por saber cómo y dónde recibió el encargo. Y qué le prometieron a cambio. Por experiencia, los agentes saben que ese tipo de trabajos se ofertan en canales cerrados de Telegram.

El 7 de diciembre de 2024, S. se subió a un avión que le cambiaría la vida para siempre. Despegó a media tarde del aeropuerto de Eindhoven, en el sur de los Países Bajos, y aterrizó en el de Málaga un par de horas antes del crimen. Según la investigación policial, en el aeródromo de la Costa del Sol lo recogió un joven holandés, al que llamaremos C., que a su vez había recibido el encargo del organizador, y que hizo de cicerone sobre el terreno.

Nada más llegar a Málaga, se dirigieron a Fuengirola para reconocer el terreno. El lugar donde se encontraba el objetivo, un club de cannabis situado a pocos metros del paseo marítimo. Después se pasaron por un hotel donde le esperaba el arma, un fusil de asalto nuevo y limpio -no se había usado antes- como el que utiliza el ejército estadounidense.

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Aunque no se ha podido comprobar, la sospecha de la policía es que ha sido adquirido en el mercado negro procedente de algún conflicto bélico, probablemente de la guerra de Ucrania. A la pregunta de cómo llegó hasta el hotel también han encontrado respuesta. Lo habrían introducido en España tres chicas jóvenes y bien parecidas que viajaron en coche desde París para no levantar sospechas. Además de transportar el arma, ellas se habrían encargado de sufragar toda la logística.

La ejecución del crimen reveló que no estaban solos en el plan. Los investigadores sospechan que la autoría material del crimen, es decir, la identidad del chico embozado que se presentó la noche del 7 de diciembre en la puerta del club de cannabis empuñando el fusil, correspondería al menor de edad.

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El adolescente habría aprovechado la salida de un supuesto cliente para intentar acceder al establecimiento. Según la reconstrucción policial, la víctima se percató de que iba encapuchado y con un fusil en la mano y se apresuró a cerrar la puerta. El agresor la emprendió a patadas e incluso realizó algunos disparos, pero no consiguió entrar.

La víctima volvió al interior del establecimiento, donde se vivieron momentos de pánico. Las personas que se encontraban dentro empezaron a gritar y a buscar una salida. Se dirigieron a la parte posterior buscando una escapatoria. Incluso tuvieron que rasgar unos toldos para salir a la calle Asturias. Pero era una ratonera.

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El sicario tuvo la misma idea, además de la sangre fría para no huir -pese a los primeros disparos que realizó- y seguir adelante con el plan. Según las fuentes consultadas, rodeó el local buscando a su objetivo. A la vuelta de la esquina abatió a tiros al joven holandés, que simplemente fue el primero que salió a la calle.

Los investigadores pudieron reconstruir el asesinato gracias a las cámaras de seguridad. Más allá de la violencia, la escena no pasó inadvertida para los policías. El supuesto cliente, que abre la puerta en el momento preciso, no parece inmutarse cuando se cruza con un encapuchado armado con un fusil. Para la policía, él era el gancho. En adelante, G.

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Tras la ejecución, el autor de los disparos arrojó el arma debajo de un coche y se dio a la fuga en bicicleta. Los agentes pudieron comprobar que luego la abandonó, continuó con la huida otro rato a pie, posteriormente cogió un taxi, siguió otro rato a pie y acabó entrando en un bar, donde esperó hasta la mañana siguiente.

Sus compinches fueron a buscarlo al otro día y, según han averiguado los agentes, los tres implicados -el menor (S), el cómplice (C) y el gancho (G)- se dirigieron a una tienda a comprar unas botellas de whisky y se fueron de fiesta a un hotel de la Costa.

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Apenas 48 horas después del crimen, el adolescente se marchó de España junto a C. Viajaron en autobús desde Málaga hasta París y desde allí se desplazaron a Holanda.

Al parecer, G. ya había empezado a hacer gestiones para abandonar el país, pero la policía tardó menos de cuatro días en identificarlo y el Grupo de Operaciones Especiales (GOES) lo detuvo en Torremolinos sin dejarle margen alguno de reacción.

Segunda fase de la investigación

Para entonces, los agentes ya sabían que C. había sido el coordinador del atentado en España, pero que, a su vez, recibía órdenes de otro individuo, también joven y de nacionalidad holandesa, que sería el verdadero organizador (O) de los ajustes de cuentas investigados.

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Cuando identificaron a C., ya se encontraba en Países Bajos, por lo que la policía española pidió la cooperación internacional para avanzar en las pesquisas. Las autoridades neerlandesas, que seguían sus propias investigaciones en torno a los sospechosos, también se volcaron en el caso.

Tres semanas después, ya en Navidad, se produjo otro asesinato en la ciudad de Ámsterdam, la capital de los Países Bajos. Resultó que la policía holandesa relacionó a C. con ese crimen e incluso interceptó una conversación que resultó muy reveladora no sólo para probarlo, sino también para demostrar que en el asesinato de Fuengirola se equivocaron de objetivo. «No cometas el mismo error que en España», le dijo el organizador a C.

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Las autoridades neerlandesas se volcaron en averiguar la guarida de C. El asalto se produjo de madrugada. Mientras los policías holandeses preparaban el operativo para detenerlo por los dos crímenes -Ámsterdam y Fuengirola-, C. salió de la vivienda y supuestamente comenzó a disparar contra los agentes.

Uno de los funcionarios recibió tres tiros en el pecho, aunque afortunadamente impactaron contra el chaleco antibalas. C. corrió peor suerte y fue abatido por los policías de asalto, homólogos del Grupo de Operaciones Especiales (GEO) español.

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Cuando el delincuente cayó al suelo, su hermano, que estaba con él en la vivienda, cogió el arma y continuó realizando disparos. Una bala perdida acabó hiriendo de gravedad a una mujer que se encontraba en la zona y que era ajena a los hechos. Finalmente, el joven pudo ser detenido.

Las dos investigaciones, la holandesa y la española, permitieron llegar hasta O., al que arrestaron y encarcelaron en Países Bajos. Las pesquisas condujeron a las mujeres que pagaban los viajes y los hoteles y que realizaron el desplazamiento por carretera con el arma. Al parecer, recibían órdenes directamente de O. También fueron detenidas.

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