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No es nada nuevo. La relación entre el 'sugar daddy' y la 'sugar baby' –papá dulce, bebé dulce– existe desde hace años. Un hombre, generalmente en edad madura, agasaja con regalos, cenas, entradas para eventos e incluso regalos a una mujer, normalmente mucho más joven, universitaria, para que le haga compañía. Este vínculo se ofrece a través de portales de internet en los que chicas se ofrecen a ser las 'sugar babies' del mejor postor, lo que en algunos casos se convierte en una vía de ingresos, otras veces en una forma alternativa de llevar un tren de vida de altos vuelos.
El riesgo llega cuando esta relación cruza las fronteras legales y se convierte en una forma de embelesar a un menor de edad. La Policía Nacional de Málaga arrestó hace pocas semanas a un joven malagueño que había conseguido, a base de ofrecimientos, pagos y regalos, ganarse la confianza de una niña de doce años en Cataluña para que le enviase contenido erótico y, quien sabe, tal vez quedar en un futuro.
«Habían llegado al acuerdo de ser 'sugar daddy' y 'sugar baby'», explican a SUR desde el Grupo de Ciberdelincuencia de la Comisaría Provincial de la Policía Nacional de Málaga, que se encargó de efectuar la detención en colaboración con compañeros de la misma unidad de la Provincial de Barcelona, donde residía la víctima. Uno de los agentes a cargo de la investigación asegura que este método «no es habitual» en casos de corrupción de menores, ya que el 'sugar daddy' siempre ha estado asociado al mundo de las universitarias, «nunca a menores».
El investigador explica que este concepto «se ha exportado a través de las redes sociales», llegando así a los adolescentes e incluso a generaciones más jóvenes. De ahí que, llegado el momento, el ofrecimiento no les parezca extraño. La mediadora en prevención en abusos sexuales a menores de la asociación Redime, Eva Medina, analiza esta situación: «Lo que más confunde a las víctimas es que en la mayoría de los casos el abuso no se efectúa con violencia sino con seducción, llámese regalos, atención... y por eso los menores se sienten 'cómplices' y eso les impide denunciarlos». En el caso del detenido malagueño, fue la familia de la menor la que acudió a la policía cuando descubrió los mensajes.
El embaucamiento, explica el investigador, es «clave» en casos de este tipo. En resumidas cuentas, el tipo de delito perpetrado es el conocido como engaño pederasta ('grooming' en el argot internacional), una fórmula mediante la cual un adulto consigue satisfacer sus deseos sexuales mediante métodos no violentos, «agasajando». Lo que ha llamado la atención de los policías es el uso de la terminología 'sugar daddy', ya que la menor «no es consciente de estar haciendo nada malo».
Los policías del Grupo de Ciberdelincuencia recuerdan que es «fundamental» que los padres «acompañen a sus hijos en el aprendizaje de las redes sociales», y que «nunca es bueno» dejar a un menor acceder a internet en una habitación con la puerta cerrada. Recuerdan que no existe un perfil claro ni de la víctima ni del autor del delito, ya que han los archivos están llenos de casos heterogéneos en los que no se reconocen patrones de conducta claros.
En cuanto a posibles signos con los que detectar si un menor sufre 'grooming' o está siendo víctima de un pederasta que emplea el método del 'sugar daddy', el investigador que atiende a este diario es claro:«Depende de cada niño». Aun así, pueden producirse «cambios de conducta» relacionados con un posible sentimiento de culpabilidad.
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