Mitad y pitufo mixto
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El que pide un mitad y un pitufo mixto sabe que acabará su vida en ParcemasaHa vuelto el pitufo cautivo a las terrazas de los bares. El pitufo abriga, nos orienta y nos identifica, porque jamás quedó claro que el que pide un mollete sea de Antequera, pero el que pide un mitad y un pitufo mixto sabe que acabará su vida en Parcemasa.
Ayer se volvió a pronunciar en Málaga esta jerga del desayuno, este código que no descifran en otros lugares donde a su vez se reservan sus propias reglas a la hora de pedir. Aquí sin embargo hace tiempo que se rompieron las reglas y se perdió la verdadera medida del pitufo y en los bares, junto a un café a una temperatura suficiente como para quemar un bosque, sirven unos bocadillos de una longitud que se mide con las dos manos. Sé de un sitio frecuentado por funcionarios en su particular 'brunch' de media hora donde ofrecen un desayuno especial apodado 'El contundente'; se trata de un bocadillo enorme de un pan grueso que lleva dentro todo lo imaginable. El jamón, el queso, su mayonesa o el aguacate forman parte de la receta de este remix que, en determinadas circunstancias y en algunos continentes, daría para aguantar un día entero. Esta forma de empezar la mañana como la Martirio es en realidad un símbolo de ternura.
Ayer la familiaridad que impone el gesto de desayunar en la calle se convirtió en algo violento. Aquella imagen desesperada en la que aparecíamos nosotros saliendo disparados como de toriles hacia las terrazas se ha transformado en un aterrizaje lento, forzoso, un 'happening' iniciático donde han reinado la tranquilidad y la prudencia, y eso demuestra en primer lugar que la gente en general no está tan desquiciada como parece.
Por lo que a mí respecta, la normalidad no llegará hasta que pueda uno apoyarse en una barra, y se materializará en la primera batalla visual por conseguir el periódico. Esta columna, quizá como el periodismo entero, nace con la ilusión de acabar salpicada por goterones de aceite derrochados genuinamente en esta página, y no en la anterior, como a veces pasa. En los comederos todavía no hay periódicos, no hay la típica botella pegajosa y curtida ya en docenas de panes, no hay ni siquiera barra de bar en sí misma ni parroquianos de verdad, de los que rezan delante de un 'cardenal Mendoza' a las diez de la mañana. Hay millones de cosas que solamente pueden pasarte en los bares, fuente inagotable de inspiración y de conversaciones, y que en la normalidad de ahora mismo sería un ejercicio temerario, algo suficiente como para cambiarte de mesa tal y como he tenido que hacer esta mañana, por si acaso.
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