Ya somos libres

No podía ser de otra manera, porque mayo nunca decepciona en medio de una primavera que siempre acostumbra a cubrir de flores los sentidos y a recrear la vista en ese horizonte que nos marcamos todos para fijarnos las metas que queremos alcanzar. Se despereza un mes que alienta la esperanza hacia un mundo distinto, pero mejor sin duda, y duerme para siempre un abril perdido en el limbo de la inconsciencia aunque permanecerá indeleble en nuestra memoria. No debemos olvidar el pasado para poder deleitarnos en el presente. Nos han arrebatado tantas emociones últimamente que ahora sentiremos sensaciones inéditas. El sol se apresta a calentar sobremanera los músculos que deben despertar a un cuerpo sumido en la sedación mental. Llega cierto sosiego tras tanta intranquilidad. El calor alimenta el alma abatida por la tragedia. Hoy comienza nuestra nueva vida. Ya somos libres. Por fin. Cincuenta días después tomamos la calle con aparente normalidad. Después de que los niños disfrutaran esta semana de la rutina traicionada por un virus mortal ahora nos toca a los demás comprobar que nos deparará este inmediato futuro. Da igual que limiten los horarios o los tramos, que jibaricen la jornada como si fuera una práctica militar cuan desfile en conmemoraciones varias. En fila de a uno como una procesión hacia la gloria. Recobramos la normalidad perdida en un encierro de consecuencias imprevistas, aunque tiempo habrá para saberlo. Salimos a hacer deporte, a pasear, a respirar... Toca saborear la buena nueva, lo que no está reñido con la prudencia para que no vuelva a sonar la alarma en ese estado vegetativo que ha adormecido las neuronas tiempo atrás. Son momentos de agitación ante los preparativos como si de la noche de Reyes se tratara. Hemos empezado a pedir cita para adecentar nuestro aspecto y la confirmación de la misma nos ha devuelto la sonrisa desdibujada por la desdicha. Emprendamos el camino y soslayemos los obstáculos. Echemos a andar. Vivamos, en definitiva.