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Ya lo ha aclarado Patxi López: «¿Y si se trata de un montaje mediático-policial...?» Nada es como parece en este Gobierno ni en sus ... entornos. A Leire Díez le han abierto un expediente informativo, o sea, una especie de pantallita sin consecuencias ni desdoro, vaya a ser que tenga más audios. No hay que enfadarla. A ella tampoco. Lo cierto es que Sánchez, a raíz de la publicación por 'El Confidencial' de esta grabación, salió de viaje. Estuvo con Von der Leyen y no hubo declaraciones. Dicen las malas lenguas que el pasado viernes, ya de vuelta, se retozó silente y sin agenda. Hay prudencias que se revelan culpables.
Entre toda la hojarasca, se trata de encajar las piezas de este nuevo affaire, y Cerdán aparece voceadamente como el supuesto jefe de la Leire. Si Santos Cerdán es realmente «el jefe del departamento de operaciones especiales», está claro que es muy chapucero: no hay día sin barro nuevo. Sin el más mínimo ánimo de disecar ni exponer las claves de la conversación de nuestros protagonistas, cabe señalar las declaraciones posteriores de uno de sus más extraños actores: un tal Pérez Dolcet. Este empresario, quizá obligadamente reconvenido tras aparecer otra declaración en la que apuntaba directo a Sánchez, ha relatado una borrosa historia en la que nada se entiende. Humo negro.
Hay una gran convulsión que no puede negarse. Mejor o peor, estamos ante una crisis de notable volumen. Arremeter contra la UCO, contra jueces y fiscales adscritos a causas vinculadas al PSOE-Gobierno, amenazas veladas, insinuaciones de vídeos sexuales, figuras retóricas aludiendo a que «fulano está muerto» o «hay que matarlo», etc., es la gran voladura. La no desautorización expresa de la fontanera Díez, la ausencia de medidas cautelares, ni expediente disciplinario, y las machaconas pruebas gráficas de esta señora con todos y cada uno de los notables, extreman las peores sospechas.
Para acumular tanto fango hay que tener muchas tierras, explicaba hace unos días un prestigioso filósofo. Ya nadie cree a Sánchez, porque este Gobierno y este presidente son un escándalo. Y resulta que en España nos gusta la democracia, nos gusta la Constitución y no los oscuros horizontes carismáticos de quien ni siquiera ganó las elecciones.
Hasta ahora, en el exterior se disimulaba, y nadie lo sabía. Ahora, tras las trampas año a año, los tirones judiciales de orejas, inopinados indultos, contestadas amnistías, las cifras presupuestarias de defensa y los malos modos por reconocer como oficiales las lenguas cooficiales, el saldo anda fastidiado. Fuera ya lo saben, y la imagen internacional y el peso específico de nuestro país se resienten uno y otro día. Negarlo ya no es una opción.
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