La educación no sólo se arregla con dinero
El modelo educativo da síntomas de agotamiento frente a los vertiginosos cambios del mundo digital y a la incapacidad de las administraciones para, de una vez por todas, tomarse en serio la formación
Es poco tranquilizador que el presidente del Gobierno anunciara la inversión de 500 millones extra en educación en un acto electoral en Galicia, como si ... la política educativa también fuese una herramienta para ganar votos y elecciones. Quizá, pecando de ingenuo a estas alturas, uno cree que esto de la educación obligatoria es algo muy serio como para embarrarlo también en el pim pam pum político. Sobre todo porque horas después no estaba claro si esa cantidad sería mayor o menor y ni siquiera se tenía claro su destino, más aún cuando los expertos ponen incluso en duda la viabilidad de esta medida, que en resumen pretende rebajar ratios, dividir en grupos pequeños a los alumnos y formar al profesorado con el objetivo de paliar las deficiencias detectadas en el reciente informe PISA sobre el preocupante nivel de los alumnos en comprensión lectora y en matemáticas. En fin, que todo esto suena más a golpe de efecto y a sacar unos cuantos millones de la chistera pública más que a la verdadera determinación de mejorar y reorganizar la educación.
Publicidad
Como observador y padre no parece que un problema así se solucione sólo con dinero. Es más, diría que la raíz del problema está en los principios y valores y en las nuevas formas de vida que en la metodología. La educación de un niño no depende sólo de la escuela y, evidentemente, es primordial también el papel de la familia y del resto de la sociedad. Ocurre que la vida está evolucionando a una velocidad tan vertiginosa que el sistema es incapaz siquiera de seguir el ritmo desde lejos.
Estamos educando a las nuevas generaciones con criterios de otro tiempo, anticuados e incapaces de dar respuestas a las expectativas y necesidades de los alumnos y a su formas de relacionarse. Y no creo que el secreto sea volver atrás con la nostalgia habitual de que cualquier tiempo pasado fue peor. Es más, es un error y, además, una aspiración absurda. No lo sé, pero en estos tiempos no podemos pretender trabajar la comprensión lectora con adolescentes leyendo el Lazarillo de Tormes, por muy bueno que nos parezca el libro. No parece lo más adecuado pretender que el cerebro de los niños desconecte durante las horas del cole y se ponga en modo siglo XX. Pues no.
Y lo mismo pasa con esa demonización de las pantallas digitales, cuando el mundo adulto también está lleno de esas pantallas. Es verdad que hay que cultivar la lectura, la caligrafía, el espíritu crítico, la comprensión lectora, las matemáticas y, sobre todo, los valores imprescindibles en cualquier sociedad. Pero debería hacerse con herramientas y planteamientos actuales, del siglo XXI, y que no le sean ajenos a los alumnos.
Publicidad
Es muy acertada la medida de restringir el uso del teléfono móvil, pero sobre todo porque en su vida extra escolar también deben aprender a que el móvil no controle sus vidas. Siempre he pensado que uno de los muchos beneficios de que los niños hagan deporte, especialmente de equipo, es que durante ese tiempo no pueden tener un teléfono en sus manos.
Pero, por ejemplo, por qué no enseñamos a los niños cultura audiovisual, cuando su vida está rodeada de imágenes. Con ello quiero decir que la educación debe adaptarse a los tiempos, porque de lo contrario seguiríamos estudiando los reyes godos y nos seguirían tirando de las patillas como me hacía la profesora Carmen.
Publicidad
Y sí, lo que hay que hacer es ayudar al profesorado, que tiene la titánica misión de educar en un mundo que para muchos de ellos les es ajeno. Y como siempre se ha dicho en estas páginas, es preciso sacar la educación, como la sanidad, del barro político y repensar qué queremos enseñar y cómo. Y para ello hace falta efectivamente dinero, pero también la decisión de revolucionar el sistema educativo. Pero ya se sabe que cuando se habla de desarrollar cambios, de romper los órdenes establecidos, a muchos les entra el miedo y dan un paso atrás esperando que sean otros los que tomen las decisiones.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión