Mientras dure el espectáculo
LA TRIBUNA ·
Parafraseo a mi paisano que dirigió una película que no está mal del todo. Recuerda la famosa anécdota del ¡Viva la muerte! que no sé ... a qué cuento venía, el venceréis pero no convenceréis, la trifulca y, claro, la destitución fulminante. Me gustan más, aunque evidentemente no los conocí, los auténticos personajes que los actores que los representan y aunque me arriesgue a cometer un delito, el jefe del Estado al que lo encarna. Seguramente se inscribe su actuación en el desprestigio que se cierne sobre el hombre pero lo cierto es que en la película parece tonto. Sí, tonto con balcones a la calle. Se puede decir mucho de sus condiciones pero tonto, creo que no. El nombre del largometraje se toma de la provisionalidad del nombramiento del general. Mientras dure la guerra. Por suerte, la guerra terminó pronto, no tan pronto como se lo prometían los electores pero nadie pensó que la jefatura pudiese durar todo lo que quiso la naturaleza.
Bueno, no es crítica de cine lo que quería hacer sino meterme en otro charco. Con motivo de la pavorosa erupción del volcán de La Palma, los reyes visitaron la zona y procuraron llevar consuelo a las víctimas. Esa es una de las misiones más trascendentales de la realeza, una de las múltiples, podría decir innumerables, ventajas de contar con un régimen monárquico. Su mera presencia precipita el ambiente incluso en aquellas tierras cuyos dirigentes pretenden que sea otra cosa. Cuando estás agobiado, sin esperanzas, cansado de la vida, como diría el tango, el estrechar una mano que lleva el ADN de Isabel La Católica, por ejemplo, es un pequeño alivio. Y si el dueño de la mano te susurra que hay vida después de la tragedia y que se te ayudará a salir del hoyo en el que te encuentras, tanto mejor. No es lo mismo que venga un señor trajeado por mucho que ocupe la presidencia. Generalmente te ha mentido tanto que desconfías. Y, además, te imaginas que viene con fotógrafos para que inmortalicen su presencia y le sirva de carta de presentación para las próximas elecciones. Los reyes se llevan la peor parte pero alientan a su gente y les ayuda a superar la desgracia. Recuerdo a Jorge VI, lo he visto en películas y fotografías, subiendo y bajando los montones de escombros en que la aviación alemana convirtió buena parte de su capital. Y estrechando manos por doquier. Le decían que se fuese a Canadá donde no caían bombas pero se quedó con su casa medio destruida. Nuestros reyes lo han hecho bien y fueron de los primeros en constituirse en la llamada Isla Bonita para llevar alivio a sus habitantes. Mi decano de La Palma tampoco lo ha hecho mal: ha puesto a los abogados y abogadas de su Colegio al servicio de los damnificados y ha seguido cumpliendo con sus funciones en el Consejo General de la Abogacía. Cada vez que lo vemos, aplaudimos y con razón.
Uno de los inconsolables le dijo al rey por lo bajini, ojalá nos sigan recordando cuando se acabe el espectáculo, que va yapor 86 días, refiriéndose, por supuesto, al de fuego y luces que vemos en la pequeña, aunque ya no tan pequeña, pantalla. A propósito, leo que se ha transformado en una atracción turística y se están recibiendo visitas que quieren apreciar con sus propios ojos la magnitud de la catástrofe y sentir como se mueve la tierra bajo sus pies. Es verdad que algo de dinero dejarán los visitantes ayudando así a la maltrecha economía pero su presencia ha llegado a complicar las labores que se están haciendo para salvar a la gente y a las pocas cosas que han podido poner a buen recaudo.
El palmero sabía a lo que se refería. Mientras los noticiarios abran su batería con las novedades de la erupción, todos estaremos pendientes del fenómeno, de sus luctuosas consecuencias y de los pobres que han perdido su casa, su puesto de trabajo, su paisaje, sus recuerdos. Pero desconfiaba él que, una vez acallado Cumbre Vieja, porque algún día se le acabará la materia prima para hacer tanto daño, corremos el riesgo de no acordarnos de los perjudicados y es posible que las ayudas prometidas no vengan tan rápidamente como se prometieron. Las noticias son efímeras. ¿Alguien se acuerda de la crisis económica griega? Me imagino que en Grecia no sólo la recuerdan sino que la sufren pero lo que es nosotros hemos pasado de la angustia que no nos dejaba dormir porque todo se iba a la porra, la Unión Europea, el euro, el FMI, todo, si el miércoles no sucedía alguna cosa que nunca supe si sucedió o no, a la indiferencia. Y ¿de la explosión en Beirut? La guerra de Siria se ha guardado en el baúl de los recuerdos con sus miles y miles de refugiados. En Lampedusa ¿qué ocurre? La memoria es frágil si no contamos con la prensa para que nos recuerde permanentemente las catástrofes.
Un día, Dios quiera, nos olvidaremos hasta de la pandemia.
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