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¿Quién caza a las brujas?

Por ahora ·

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 30 de septiembre 2018, 09:32

'La caza de brujas' es una expresión clásica que tiene origen en la historia. En el norte y en el centro de Europa, durante años, se persiguió y se ajustició a las 'brujas'. Lutero, sin ir más lejos, se mostró partidario de condenar a muerte a aquellas desdichadas. Fue un fenómeno que se extendió hasta USA (las brujas de Salem en 1692) y que donde menos incidencia tuvo fue en España, Italia y Portugal. En 1657 la Iglesia Católica prohibió las persecuciones a las brujas en la 'Bula Pro formandis', pero aquella salvaje costumbre basada en la superstición, la ignorancia y el miedo a lo desconocido o a la propia irracionalidad, continuó en algunos países. Hoy, vencidas aquellas muy lamentables creencias, llamamos caza de brujas a ese prurito de perseguir lo que no existe.

Cuando el senador norteamericano Joseph R. McCarthy, entre 1950 y 1956, emprendió un proceso de investigación, elaboración de listas negras, tomas de declaración y acusación de comunismo, los sectores que se opusieron a aquella locura llamaron a sus irregulares métodos y a ese tipo de proceso 'caza de brujas'. Eran otras brujas, pero la constante siempre fue desentrañar una insólita verdad oculta, aunque esta vez el tótem no fue la adoración al diablo, sino al comunismo internacional. El 'macarthysmo' se recuerda como una conducta y una época oscura que llenó de sospecha y de injusticia a determinadas personas que fueron sometidas a una práctica ampliamente rechazada.

Hoy, la caza de brujas, como expresión viene a describir aquellas investigaciones políticas o periodísticas -o ambas- que buscan descubrir pruebas para sustentar acusaciones que no reflejan verdad alguna. Aunque también, a veces, cuando se descubre una actuación vergonzosa o reprochable socialmente, para defenderse, aquel o aquellos que han sido señalados con el dedo, aluden a que se trata de una caza de brujas y así reflejan que se trata de una acusación falsa o injusta. Y es como todo, en ocasiones las acusaciones son falsas, pero no siempre.

El actual inquilino de la Moncloa, en su largo viaje hacia su destino actual, hizo aseveraciones, filmó declaraciones y afirmó con desahogo cuál era su catecismo político de exigencias. Nada dijo entonces de helicópteros -su uso- ni de los falcon para desplazamientos lúdicos, a veces, o excesivos en otros casos. Lo cierto es que en menos de cien días ha tenido dos dimisiones o ceses de ministros y otros dos andan envueltos en líos que, para unos deben llevar a su cese, y para otros se hallan inmersos en la caza de brujas. Una ministra reprobada -la de Justicia- por efecto de grabaciones nada felices relacionada en una investigación judicial por algún feo asunto en el que se trató de impedir, y según parece se consiguió, una extradición de un empresario a un país iberoamericano por presuntos sobornos. El otro caso es el de la sospecha de elusión fiscal del ministro Pedro Duque por la existencia de una sociedad patrimonial, a nombre de la cual están registradas sus viviendas.

La portavoz del Gobierno, ausente su titular en una larga gira americana con una agenda sorprendentemente llena de huecos, disertó largamente acerca de una injusta y sintética persecución de la oposición a los actuales ministros. Para ello culpó al PP, y en menor medida a Ciudadanos, de «haber emprendido y orquestado una cacería, un brutal acoso y una ola de persecución contra el Gobierno». Aunque también afirmó que «el Gobierno es un bloque de granito perfectamente engrasado». Ello viene a sumarse a las palabras de la vicepresidenta Calvo de estudiar la limitación a «la libertad de expresión en según qué casos», en una especie de batiburrillo en el que noticias reales, opiniones, valoraciones y 'fake news', son parte de un cóctel indegustable.

Seguro que recibir críticas en momentos dulces es muy duro. Pero confundir a los medios de comunicación con los partidos de la oposición es muy simplón. Cuando se exige hay que estar a la altura de esas exigencias y siempre hay que dar explicaciones. Hubo quienes se regocijaban de la causa del master de Casado, hoy archivada por el Supremo, pero la ministra Montón tuvo que irse -«todos no somos iguales»- y Sánchez aun tendrá que explicarse en algunas cuestiones acerca de su tesis. Es fácil, si esto es un disloque infundado, la reprobada Delgado deberá explicarse y el ministro Duque habrá de hacernos ver que lo de Maxim Huerta no es lo suyo. Las brujas no existen, es cierto, lo afirman hasta esos que se dedicaban a cazarlas hasta hace muy poco.

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