Silencios que matan
Lalia González
Viernes, 2 de septiembre 2016, 07:53
Susana Díaz no tiene una intervención pública desde hace más de un mes. Es probable que lo haga hoy, que vuelve a tener un acto público tras las vacaciones más largas que se recuerdan en la Junta desde la época de las mayorías absolutas. Pero todos hablan por ella, o apelan a ella, o la esperan a ella y este silencio tiene un efecto extraño. Por una parte, la engrandece, le da un papel de árbitro, de «llave», o de «llave de la llave» si usamos la terminología pepera, que parece que la encumbra pero por otro la erosiona y la somete a todo tipo de sospechas.
Quien calla no otorga, deja al libre albedrío la interpretación del mutismo. Y la ley del silencio implantada en la Junta es férrea. Ni siquiera se conceden entrevistas de índole general con sus colaboradores más cercanos que puedan dar pistas o someter a interpretaciones las intenciones de la presidenta.
Quizá se trata de un silencio prudente, respetuoso con la autoridad del secretario general, pero no parece, la verdad, dados los precedentes y constatados los puentes rotos entre Díaz y Pedro Sánchez. Quizá sea un 'pasopalabra' para que sea el otro, el secretario general, quien se queme. Pero también cunde la especie de que no habla porque no tiene nada que decir, porque se ha quedado sin discurso una vez rota su estrategia de junio, que incluía el 'sorpasso' nacional y su victoria en Andalucía para luego irrumpir en la refundación del PSOE. Ni una cosa ni otra se produjeron y la lideresa andaluza ha quedado tocada. Dicen, pues, que no habla porque no tiene nada que decir, ya no es la «triunfadora nata» y su estrella ha declinado entre las baronías y los círculos de poder nacionales. Se le atribuye un ferviente deseo de forzar la abstención de su partido, incluso se la implica en ese supuesto compromiso que se habría hecho llegar al PP, vía Zapatero, de que con 170 diputados ya no tendrían problemas para sacar adelante la investidura, desmendido por los hechos.
Mientras, Sánchez se crece y su resistencia a las presiones, internas y externas, para mantener el no a Rajoy le engrandece a los ojos de los militantes, que son su principal arma, su línea de defensa final. Si Díaz maniobrara para cortar la cabeza al secretario general, si fuerza un comité federal después de unos malos resultados en Galicia y País Vasco que todos dan por descontados, se las vería con éstos que, como se sabe, son los que en los congresos suelen poner en su sitio al 'aparato'. La secretaria general del PSOE andaluz se arriesga a quedar, ahora mismo, como el 'brazo ejecutor' de Mariano Rajoy para cargarse a Sánchez y conseguir la investidura.
Susana Díaz, pues, está presa de su silencio. Tendría que desmentir lo que nadie ha verbalizado. Aunque nadie puede atreverse a darle por periclitada. Seguro que su inteligencia política y su capacidad de maniobra darán alguna sorpresa. Estaremos atentos.
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