Condenados a entenderse
Además de coordinar al máximo sus servicios para beneficiar la intermodalidad, deben mejorar sus tarifas y evitar solapar las líneas
Ignacio Lillo
Domingo, 3 de agosto 2014, 00:29
Como si fuera uno de esos matrimonios antiguos, mal avenidos pero indisolubles (hasta que la muerte los separe, dijo el cura)la veterana Empresa Malagueña de Transportes (EMT) y el metro recién estrenado están condenados a entenderse. Y lo están por múltiples razones, pero la principal es que el entendimiento es beneficioso para ambas empresas.
Cuando a principios de la década pasada se planteó la posibilidad de que Málaga algún día contara con un servicio público como este lo hizo motivado por un escenario muy concreto. Aunque los servicios de los autobuses urbanos habían mejorado notablemente e iba creciendo el número de kilómetros de carriles reservados, la situación del tráfico en la capital era grave, con fuertes retenciones a diario en las principales avenidas. Se ve entonces la idoneidad de implantar el suburbano en la ciudad, tanto por su densidad de población como por las características demográficas (gran concentración de habitantes en barriadas concretas) y una situación económica que permitía el acceso de buena parte de los ciudadanos al coche, para la que la red viaria no estaba dimensionada.
Por medio llega la crisis, el paro se dispara y ya no es tan necesario el vehículo. El tráfico desciende hasta un 30% y da la sensación de que el nuevo escenario ya no hace tan urgente. Además, la red viaria metropolitana ha mejorado considerablemente, sobre todo a raíz de la apertura de la segunda ronda.
Pero la realidad es que Málaga se empieza a desperezar del letargo que comenzó en 2007; se vuelve a generar empleo y la circulación interna va poco a poco creciendo de nuevo. Otra vez los ciudadanos sienten la necesidad de recurrir al vehículo privado para ir a trabajar, a estudiar, a hacer compras, en sus ratos de ocio...
El entorno ha cambiado justo en este momento clave, en el que la intermodalidad entre el autobús y el metro (junto con otros medios de transporte complementarios, como la bici y el automóvil para itinerarios desde el área metropolitana) es la única herramienta eficaz para que los ciudadanos sientan que es más rápido, más barato y más cómodo utilizar el transporte público que el privado. Básicamente, consiste en alcanzar un grado de complementariedad mutua tal que disuada al ciudadano de mover su automóvil del hueco donde lo tiene tan bien aparcado.
Los autobuses, por su flexibilidad, tienen la capacidad de llegar hasta el último rincón de la ciudad; incluso la flota de la EMT está equipada con vehículos más pequeños, que se adentran por zonas escarpadas y dan un servicio de calidad a núcleos diseminados. Además, al menos hasta 2018, será la única herramienta de movilidad colectiva capaz de acercar a los ciudadanos de todos los distritos hasta el Casco Histórico, con lo que ello supone. A su vez, el metro, gracias a contar con una plataforma reservada, es más rápido, y sobre todo más fiable, en el sentido de que siempre se sabe exactamente a qué hora llegará a su destino, al no estar condicionado por los imponderables de la circulación. Dentro de los limitados itinerarios que por ahora cubre.
Se trata por tanto de habilitar un foro permanente de coordinación entre ambos, de manera que se evite en la medida de lo posible que haya servicios duplicados ni líneas solapadas, en competencia mutua; y que esos recursos se puedan destinar a mejorar el acceso al transporte público a todos los demás ciudadanos que no cuentan con una alternativa. En definitiva, lograr que cuanto antes en los vagones del tren se pueda escuchar la cantinela de otras ciudades: «Correspondencia con la línea 'x' de la EMT».
Acuerdo institucional
El alcalde, Francisco de la Torre, puso de relieve esta posibilidad el pasado viernes, tras una reunión con la consejera de Fomento, Elena Cortés, en la que anunció que los máximos responsables de la EMT y de Metro van a reforzar sus vínculos para que ambos «se apoyen y se enriquezcan mutuamente». La empresa municipal está liderada por su gerente, Miguel Ruiz; y al frente de la concesionaria se encuentran su presidente, Javier Pérez Fortea; y el director general, Fernando Lozano. Incluso, De la Torre admitió que va a estudiar la integración del Ayuntamiento en la sociedad que explota el suburbano. «Coincidimos -dijo, en referencia a Cortés- en articular mecanismos de colaboración y de trabajo conjunto de todo el transporte público, para mejorar la coordinación con los autobuses».
Para ello, también es necesario seguir avanzando en la integración tarifaria. Ya se ha dado un primer paso, con la intermediación del Consorcio de Transporte, pero en realidad el ahorro es pequeño respecto al uso por separado de los abonos de ambos transportes. El precio actualmente estipulado, de 1,60 euros por el uso combinado no es competitivo; máxime cuando los transbordos entre autobuses de la EMT es gratuito. Y además las tarjetas de uno y otro no son intercambiables entre sí, sino que el usuario tiene que disponer de la del Consorcio.
Quedan otros flecos pendientes, como un compromiso mutuo para reducir al máximo las interferencias entre tranvías y autocares en el tramo en superficie, a su paso por el campus de la Universidad en Teatinos, donde ya se han producido algunos problemas sin mayores consecuencias. Y por parte de la Policía Local, para reforzar el control de quienes entorpezcan la circulación con actitudes incívicas, como la doble fila.
El metro ha llegado para quedarse y su mantenimiento cuesta millones de euros (70, de media, al año) a la Junta y el Ayuntamiento. También la EMTsupone un importante gasto a las arcas municipales. De las facilidades que se den a los ciudadanos para el uso de unos y otros dependerá el éxito o fracaso de la batalla que Málaga está librando para convertirse en una capital más humana y sostenible.
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