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DAVID LERMA
Marbella
Miércoles, 2 de noviembre 2022, 00:08
«¿Tú que prefieres ser: banquero o diplomático?», le preguntó un día su tío Max en Saint Moritz. Era el destino que le correspondía por ... origen, pero Rudolf Graf von Schönburg (1932), más conocido en Marbella como conde Rudi , tenía otros planes. «Lo que me gusta, por lo que siento pasión, es la profesión de hostelero», le explicó a su padrino, quien no tuvo más remedio que ceder ante sus pretensiones y costearle los estudios en la mejor escuela de hostelería del mundo, l´Ecole Hôtelière de Lausana (Suiza).
Como relata la reciente biografía de José María Sánchez-Robles, 'El conde Rudi. Un hombre afortunado' (Edinexus), la profesión que escogería definitivamente es «similar a la del administrador de un castillo». Su familia, perteneciente a la alta aristocracia alemana, tenía tres, desde donde gobernó durante mil años el condado de Schönburg-Glauchau hasta el fin la Primera Guerra Mundial.
Católico en una región, Sajonia, profundamente protestante, la vida del conde Rudi transcurrió sin incidentes en sus primeros años. A pesar de la pérdida de sus aristocráticos privilegios con el advenimiento de la República de Weimar, su linaje aún detentaba los del dinero. Solo el advenimiento del nacionalsocialismo y, sobre todo, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, pudo abrir una grieta en la plácida pero cosmopolita vida de este hombre que se declara «afortunado».
Como reconoce en el capítulo de su infancia, «incluso en la guerra fui feliz, y no sé si más feliz». Todo esto cambiaría tras la depuración de su padre, Carl Frederic, que moriría en una trinchera en Breslavia, apenas un mes antes de terminar el conflicto. La llegada del ejército ruso a Sajonia tras el reparto de Yalta, constituye uno de los capítulos más trágicos para su familia, que huyó en un coche de cacería, uniéndose en su camino hacia el oeste a millones de alemanes hasta encontrar refugio temporal en Bad Waldsee, zona de ocupación francesa.
Tras cuatro años de carrera y ya trabajando como camarero en el hotel Badrutt´s Palace de Saint Moritz, el conde Rudi, tuvo que enfrentarse a situaciones extrañas. «¿El sobrino de mi cliente favorito de empleado?», dijo el propio dueño del hotel. «No les cabía en la cabeza que yo, voluntariamente, hiciese aquel trabajo ingrato», explica. A pesar de ello, Rudi, descendiente de una familia ya pobre, se «sentía muy feliz de vivir con mi pequeño sueldo». Alfonso de Hohenlohe, al que conocía desde niño y le había invitado a su boda con Ira de Fürstenberg, se lo encontró casualmente allí. «Rudi, ¿qué haces tú aquí?», preguntó. «Trabajo en el hotel desde hace un tiempo». Alfonso no se lo podía creer. «Justamente estoy buscando a alguien».
El 28 de diciembre de 1956 llegó aterrizó en Málaga para trabajar en el Marbella Club, que entonces apenas era un hotel de carretera de estilo tradicional andaluz. Su dueño tenía otros planes para unas instalaciones que contaba con solo 18 habitaciones y en algunas de ellas tenían en el cuarto de baño un polibán, «una bañera de sentar». Adolfo de Hohenlohe tenía como objetivo «crear un ambiente de club» y Rudi, que comenzó trabajando allí con 24 años, se convirtió en su director cinco años después. En esos primeros años, «apenas salía del hotel» y «dormía en un cuarto del garaje».
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