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Si creen que Jerez es la silenciosa solemnidad de las bodegas donde envejecen sus vinos, se están perdiendo una parte deliciosa de la ciudad. Las ' ... catedrales' del vino evocan a la alta sociedad industrial, comerciante y cosmopolita. La vida callejera, cara o cruz de la misma moneda, a un pueblo llano que fue la fuerza de trabajo en la viticultura y la transformación, y forjó aspectos de la cultura local tan importantes como el flamenco. Jerez es de las ciudades españolas donde el pequeño comercio goza de mejor salud, a juzgar por la cantidad y diversidad de tiendas: pajarerías, mercerías, textiles, papelerías, y por supuesto, confiterías, en cuyos escaparates lucen las famosas carmelas, bollitos rellenos de nata. Pero de lunes a sábado, desde el alba al mediodía, el epicentro de la actividad es el Mercado Central de Abastos, conocido popularmente como 'la Plaza'. El edificio, inaugurado en 1885, es uno de los más antiguos y mejor conservados de Andalucía. Pero lo mejor es lo que mueve. La calle peatonal Doña Blanca, que da acceso a la fachada principal, es el terreno de los vendedores de productos silvestres. Ahora es época de tagardinas, cardos y caracoles. Al lado, dos puestos venden papelones de churros de rueda recién hechos que se pueden consumir en los cafés cercanos. Todo el edificio está rodeado de vendedores ambulantes, y en el interior, carnicerías llenas de sabor. Chicharrones, carne de toro, conejos disecados vestidos como personajes de Beatrix Potter, toda la riqueza pesquera del Atlántico, colores de huerta y mucho, mucho humor.
El mercado de Jerez tiene una gran tradición de venta de carne de toro de lidia, por la profusión de ganaderías dedicadas a este animal en la provincia. El precio de venta de esta carne llena de carácter es, además, bastante popular, 8 euros el kilo. Se emplea en guisos. También son muy típicos los chicharrones, que se elaboran directamente en las carnicerías dejando un aroma que abre el apetito, y el conejo, tradicional invasor de la viña, que se anuncia en las carnicerías con curiosos especímenes disecados y disfrazados, como el de la foto.
La influencia del Océano Atlántico, que llega a pocos kilómetros de la localidad, no solo se deja sentir en los vinos jerezanos, sino también en la impresionante variedad y calidad de los pescados que se ofrecen en la nave central de la plaza, dedicada a ellos. Cazones, marrajos, acedías, brótolas en temporada, langostinos de la vecina Sanlúcar y numerosos bivalvos y crustáceos de las marismas cercanas. Mucho pescado del Estrecho y de las pesquerías del Atlántico también. Frescura, buen precio y maestría en el oficio de los pescaderos.
Si quieren probar las famosas carmelas jerezanas, La Rosa de Oro (https://larosadeoro.net/) es la pastelería que las inventó. La Esperanza (C/ Córdoba, 26) es famosa por los 'pocillos de crema', otra tentación irresistible para golosos.
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