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No es un restaurante asturiano. Ni siquiera su propietaria o su cocinera proceden de esa región del norte de España. Sin embargo, desde hace algo más de un año en el bar Pileta, situado en el distrito de Puerto de la Torre, una de sus principales especialidades es el cachopo. No en vano, ha sido el único establecimiento de restauración de la provincia que participó en la última edición del Concurso del Mejor Cachopo del Mundo, el pasado 29 de marzo.
El clásico plato asturiano se ha colado casi por casualidad en el repertorio culinario de este modesto bar, situado en el barrio del Tomillar, a un paso de la calle Lope de Rueda, vía principal de Puerto de la Torre. La inclusión del cachopo es un hito en la pequeña historia de este modesto establecimiento, que se fundó hace ya más de cuatro décadas. Eso sí, la parte más trepidante de su particular trayectoria es mucho más corta.
Todo empezó cuando Mamme García se aventuró a llevar las riendas de su propio negocio en este histórico local. Después de mucho tiempo trabajando en la hostelería en otros negocios de la ciudad, decidió dar un paso decisivo, no exento de riesgos, para llevar su propio bar. Aquel salto sin red fue en abril de 2021, cuando la pandemia aún ofrecía muchas dudas. Pero, esta joven malagueña lo tenía claro: «Quería independizarme y emprender mi propio negocio».
Con Eva Trujillo en la cocina y con el asesoramiento de su suegro, Francisco Ortega, Mamme empezó a darle su sello a Pileta. Primero, comenzaron a ofrecer desayunos variados, tapas caseras y menús en días laborables con una excelente relación calidad precio (10 euros). Pero apenas medio año después apareció en escena el mencionado cachopo.
A partir del reto que les propuso un cliente, Francisco ideó los primeros cachopos a los que le daba forma Eva en la cocina. Por encargo y de grandes dimensiones, como suelen ser los auténticos asturianos, hoy en este restaurante se elaboran fundamentalmente dos, uno de carne más clásico y otro de pescado, más innovador.
A ellos hay que unir el que presentaron en Oviedo en el certamen de cachopos del pasado mes de marzo. Éste tiene un toque aún más original, que lleva el sello del bar Pileta. En concreto, lleva cebolla caramelizada, morcilla, jamón serrano, queso de cabra y un toque de miel. Aunque no ganaron el concurso, tanto Eva como Francisco están muy orgullosos de haber sido finalistas en su primera participación. «Fue una gran experiencia para nosotros y nos ha dado después mucha visibilidad», comenta el suegro de la propietaria.
El cachopo se ha convertido en santo y seña de Pileta, hasta el punto de que en el pasado mes de marzo organizaron unas jornadas gastronómicas que lo tenían como protagonista. Gracias a todo ello, son muchos los clientes que vienen expresamente a probarlo. «Nos lo tienen encargar antes, porque nosotros lo hacemos al momento, con ingredientes frescos», matiza Francisco. Para Eva, quien se siente muy realizada con la elaboración de los cachopos, la clave está en el punto exacto de la fritura. Por su tamaño, lógicamente es idóneo para compartir. Por esa razón, el precio habitual de un cachopo de Pileta, con un peso aproximado de 1,2 kilos, es de 35 euros junto a una botella de sidra (o dos refrescos).
Además del cachopo, como reza un cartel recientemente instalado en la fachada, tienen otras especialidades, el cochinillo asado y el costillar. El primero se hace al horno respetando sus tiempos para que quede crujiente por fuera y jugoso por dentro. También ha de reservarse con antelación y se sirve entero. Su coste irá en función del precio de mercado.
Por su parte, en el costillar ofrecen dos opciones. Una a baja temperatura, en el que la carne se desprende sola del hueso, y otra a las finas hierbas.
También es recomendable pedir para compartir el que han bautizado como 'superflamenquín'. El prefijo le hace justicia, ya que tiene un peso aproximado de dos kilos. Con cinta de lomo de cerdo, jamón y queso fundido, sale un plato del que pueden comer varias personas.
Desde las siete de la mañana hasta casi la medianoche, de lunes a sábado, Pileta ofrece una amplia variedad de platos, aunque sin una carta fija. Es una de las peculiaridades de este bar, que tiene entre sus fuertes los desayunos. Con pitufos, molletes o vienas de la panadería San Alberto, situada a tan sólo unos metros, se preparan bocadillos clásicos (mixtos, con zurrapa, a la catalana, etc...), pero también otros que ha ideado Eva en su cocina.
Entre ellos está el 'supervegetal', que tiene entre sus ingredientes aguacate, atún, huevo cocido, lechuga, tomate y salsa mayonesa, y el Fidel, con lomo en manteca (de elaboración propia), queso machego, tomate en rodajas y mayonesa.
Tampoco hay que perderse sus menús ni sus tapas. En su vitrina y en su cocina abundan las recetas caseras que nunca fallan en Málaga. Porra antequerana, callos con garbanzos, magro con tomate, salchichas al vino, solomillo a la pimienta, lomo en salsa, ensaladilla rusa o gazpachuelo. A esos platos hay que unir otros ideados por Eva, como el pollo con almendras al vino o la carrillada con salsa de chocolate.
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